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Las clases finalizaban a las doce y media de la mañana. Por ello el nuevo "presidente de la clase" debía regresar a la escuela de Yugyeom. Tenía que salir con media hora de anticipación porque la escuela y su casa tenían una brecha de distancia un poco grande.

En el autobús Jaebeom se dio el trabajo de pensar en lo que le había dicho su madre, él no estaba mal, ayudaría a su hijo, a varios niños y al amor de su vida, era un trato justo, ya después se dedicaría a buscar un trabajo estable, por ahora se sentía realizado.

Al llegar dio un par de reverencias y sonrisas forzadas a algunas personas que merodeaban cerca, llegó con diez minutos de anticipación y decidió asomarse por una de las tantas ventanas que existían en el aula de clases. Primero buscó a Yugyeom, fue fácil de encontrar, su cabello con corte de un coco fue reconocible al instante, sonrió al ver que estaba tratando de aplaudir al ritmo de la persona más grande que se encontraba al frente de todos ellos, su sonrisa se intensificó mucho más, cómo era posible que lo encontrara sin siquiera buscarlo, hace tiempo que había perdido las esperanzas en volver a verlo y mucho menos creyó que iban a hablar frente a frente, pero ahora todo era diferente, lo vería todos los días y estarían juntos aunque sea simplemente en la escuela.

Varios padres de familia se aglomeraron ya que el timbre de salida estaba próximo a sonar.

Jaebeom prefirió mantenerse un poco alejado, el timbre se hizo escuchar y la puerta se abrió, Youngjae apareció con una sonrisa enorme que haría que cualquier modelo de pasta dental tenga envidia, los padres empezaron a decirle los nombres de sus hijos y estos iban saliendo de la mano con ellos, Jaebeom observaba cómo aquella aglomeración iba desapareciendo poco a poco, hasta solamente quedar un niño de la mano de Youngjae, su niño.

Jaebeom pudo notar que Youngjae regresaba dentro de la clase, y se acercó lo más rápido que pudo, Yugyeom lo vio y rápidamente gritó su nombre, haciendo que Youngjae se volteara y soltara su mano.

—¡Papá Jae! —corrió y saltó a sus brazos— te extrañé mucho— le dijo abrazándolo con todas sus fuerzas.

—Yo también te extrañé muchísimo Gyeommie—. Le besó la cabeza y lo bajó al suelo— ve a jugar— le señaló el patio de juegos, Yugyeom corrió en tal dirección con todas sus fuerzas.

Youngjae miraba con atención todo lo que sucedía con una sonrisa en su rostro, estaba muy feliz de ver a una familia tan unida y tan bonita que no se fijó que el pilar fundamental de aquella familia lo observaba con mucha atención. Cuando sus ojos se encontraron no pudieron evitar reírse por lo extraño que había sido ese momento, claro, una risa fingida y llena de nerviosismo.

—Pensé que no me habías reconocido —Jaebeom fue el primero en hablar, acercándose un poco.

Youngjae se sorprendió por la repentina cercanía.

—Oh, nada de eso, claro que te reconocí— le sonrió —¿Cuánto tiempo ha pasado? —preguntó —quizá nueve o diez años—. Se respondió a sí mismo.

—Diez y medio—corrigió —han sido diez años y medio —volvió a repetir, observando cómo Yugyeom jugaba prácticamente sólo.

—Ya veo—fue lo único que Youngjae pudo decir antes de que se formara un silencio incómodo.

Ninguno de los dos sabía qué decir, ni qué hacer, por ello optaron por quedarse mirando al pequeño infante que jugaba en los columpios.

—Youngjae... —lo llamó.

—Mmh— hizo un sonido para que Jaebeom se dé cuenta de que le estaba poniendo atención.

—¿Puedes acercarte un poco? Me muero de ganas por darte un abrazo.

¡Ops! [2Jae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora