Cosechando tempestades (Primera parte)

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Faltando tres semanas para el cumpleaños de Makoto, sus padres se dieron cuenta que no les sería posible viajar a Tokio y pasar ese día con él. La otra opción sería que su primogénito los visitara el fin de semana y así celebrarlo en familia; pero, teniendo en cuenta la vida ajetreada de un universitario que trabajaba a medio tiempo, sería imposible hasta el receso académico.

Se resignaron a no pasar ese cumpleaños con él, pero no renunciarían a la idea de festejarlo, no se quedarían con los brazos cruzados en Iwatobi. Nada impediría que hicieran una fiesta de cumpleaños para su hijo. Así que pusieron manos a la obra: buscaron por internet restaurantes en Tokio, hicieron una lista de los lugares que llamaron su atención y necesitaban de alguien que se hiciera cargo de verlos y organizar los pormenores. Y sabían a quién recurrir.

En cuanto se contactaron con Haruka, él se mostró dispuesto y entusiasmado. Visitó todos los restaurantes de la lista. Decidió elegir el que no sólo ofrecía un bonito salón; sino que incluía un servicio de comida buffet, música y karaoke para el evento. Y ese era el Gonpachi Nishiazabu.

El Gonpachi Nishiazabu era un restaurante cuya decoración se definía con una palabra: madera. Tanto las mesas y sillas con estilo rustico, las vigas del techo, los pilares, las escaleras al segundo piso, las barandas, todo era madera y era lo que le daba la apariencia de una fonda japonesa antigua. Pero no era todo lo que aparentaba.

Un pasillo conducía a un jardín interior al estilo japones. La fuente de bambú, helechos, peonías, kalmia, glicinas, cicutas y un encantador estanque con lirios japoneses, exponían armonía y belleza. Añadido al paisaje, había farolillos de color salmón colgando alrededor en varios postes, completando un cuadro pintoresco y encantador.

Al fondo de ese jardín, estaban unos pequeños salones privados, las cuales tenían una decoración muy distinta a la que ofrecía el restaurante a la entrada: las mesas y sillas eran de estilo británico y las paredes de color crema. Y era una de estos salones donde se celebraría el Cumpleaños de Makoto.

Por un momento, los padres de Makoto dudaron, ya que temieron excederse del presupuesto que se plantearon inicialmente; pero la ayuda llegó inesperadamente.

De alguna forma, las personas allegadas a Makoto y su familia se enteraron de la fiesta y cada uno fue aportando para ella. Los padres de Haru, por su gran amistad con la familia Tachibana, se ofrecieron a pagar la comida de la fiesta. El entrenador Sasabe pagaría la música y karaoke. Amakata-sensei pagaría por la decoración, ya que un conocido suyo en Tokio tenía una tienda de cotillones para fiestas.

Haruka se encargaría de cerrar el contrato de alquiler, decidir el menú, decorar el salón, etc. Sabía que tomaría mucho de su tiempo libre y se ausentaría de algunas prácticas para hacerlo todo, pero no le importaba. Por su mejor amigo estaba dispuesto a hacerlo.

Porque Makoto sólo se merecía lo mejor y Haru se encargaría de ello. Siempre.

En el restaurante, minutos antes del Cumpleaños

Globos de brillantes colores rodeaban la puerta y las paredes del salón. Tiras de tul azul pálido con brillantes cubrían el techo. Un cartel, que decía "Happy Birthday" en letras doradas, fue colgado sobre la larga mesa que presumía la deliciosa comida que ofrecía el restaurante. Una gran pantalla de televisión estaba al fondo del pequeño salón junto a todo el equipo de karaoke con cuatro potentes altavoces. Y guirnaldas en espiral y estrellas plateadas colgaban por todo el lugar.

Haruka tomaba fotos del salón para enviárselas a sus padres, a los de Makoto, al entrenador Sasabe y Amakata-sensei. Todos decían que se veía genial. Se sintió muy satisfecho consigo mismo de haber logrado el ambiente que deseaba para la fiesta: tierno, sencillo y lindo. Lo que quería para Makoto.

Mi primer beso con MakotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora