Regresa a mí

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Dentro de la mansión principal había mucho movimiento, algunos dioses que no tenía ni la más mínima idea de quienes eran deambulaban por el lugar, supongo que Océano había ayudado a que más se unieran a la causa. Después de todo los dioses se habían visto afectados cuando los titanes usurparon el trono. Crucé el salón principal y vi a mi padre de pie junto a una mesa revisando un papiro, este desvió la mirada hacia mí percatándose de mi presencia, pero regresó a lo que hacía ignorándome por completo.

—Espera— dijo Poseidón acercándose—. Podemos...

—Poseidón te necesito aquí— vociferó mi padre en modo de orden—. Ahora.

—Ve— le di una de mis mejores sonrisas falsas—. Voy a estar bien.

No le di oportunidad de decir más, caminé hacia el interior agradeciendo que no hubiese nadie, pero nuevamente una punzada me abordó directo al corazón, provocando que perdiese el equilibrio y tuviera que sostenerme de una columna «¿qué está sucediendo?» pensé. Llevé mi mano hacia mi pecho sintiendo mis latidos, lo cuales eran veloces. Sacudí mi cabeza recomponiéndome, supongo que solo era el cansancio. Decidí explorar cada lugar, después de todo estaban ocupados y no podía andar merodeando cerca de ellos. Llegué hasta un portal el cual me resultaba demasiado familiar, se parecía mucho al de mi visión, pero era diferente en muchos aspectos.

Me dejé caer sobre el hermoso pasto verde del lugar. Después de mucho tiempo estaba sola y no había algo que más odiase que eso, estaba cansada de estarlo, pero es algo que se me daba a la perfección, supongo que siempre terminaré igual que al principio, únicamente que esta vez abandonada por personas que si amaba. Una lagrima rodó por mi ojo cayendo hasta el pasto y la tierra hizo un ruido extraño. Salté del susto cuando una preciosa flor blanca brotó del suelo, una lagrima más cayó y otra flor volvió a nacer, incrédula ante lo que veía toqué sus largos pétalos los cuales desprendieron el más maravilloso aroma.

— ¿Han sido mis lágrimas? — musité sonriendo—. Al menos eres capaz de crear algo hermoso— me dije a mi misma—. Tal vez Zeus quisiese una— sonreí cortándola—. ¡Debo de contarle esto!

Me puse de pie corriendo de nuevo hacía el salón, todos estaban ahí menos él, supuse se encontraba donde le había visto al llegar, así que fui ahí a paso veloz sosteniendo la hermosa flor entre mis manos. Al salir le vi hablando animadamente con la que sospeché era una de las hijas de Océano, le hice señales con mi mano y el volteó hacía mi al igual que la chica, la cual pasé por alto junto a su mirada juzgadora. Zeus se acercó y escondí la flor tras mi espalda.

— ¿Sucede algo? — preguntó serio.

—No— sonreí—. Solo quería darte una cosa— mordí mi labio—. Ha pasado algo, yo...

— ¿Puede ser después? — volteó hacia atrás y la chica le sonrió—. Ahora mismo estoy ocupado.

—Lo siento, te he interrumpido...

«No llores» me amenacé a mí misma.

—Sí, hay algunas cosas que me ha pedido tu padre hacer— «dame una sonrisa al menos» rogué—. Te veo después.

—Bien, no te preocupes, ve— sonreí—. Nos vemos después.

Pasé la flor a mi otra mano para dejarle escondida. Alcé mi mano libre para acariciar su mejilla.

—Si.

Se dio la media vuelta sin decir más para regresar con ella. Saqué la flor y esta extrañamente se secó hasta que sus pétalos se desprendieron.

—No— negué dejándole caer al suelo—. ¿Por qué?

—Hera.

Di un pequeño salto. Llevé mí vista hacia arriba debido al gran tamaño del ciclope que estaba detrás de mí.

Hera: Dioses ascendentes © libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora