Le había dado todo, los derechos, los créditos, las ganancias, el reconocimiento. No me arrepentía de nada, y nunca lo hice.
Ese día subió mi autoestima, un hermoso maquillaje y un elegante vestido níveo que vestía más abajo de mis rodillas. No sabía si realmente me sentía lista para lo que estaba haciendo pero retroceder era imposible.
Ellie me miró a mi lado y me sonrío mientras apretaba mi mano derecha. Hice lo mismo, pero fingido.
—Ahora somos tú y yo, Lisa. Nadie más.
Pero en mi mente los recuerdos de Jennie retumbaban.