1 | Tensión

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Aquella vez que decidí salir de la escuela en donde hace menos de dos años he empezado como tutora de literatura, Ellie me esperaba en su auto estacionado en el parking, y apenas entré a él, me saludó con un beso en los labios. Si era necesario admitir que ya nuestra relación no era como antes, los cuatro años de matrimonio no nos sentaron tan bien pero a pesar de las muchas vueltas que le he dado a mi cabeza, me he acostumbrado a ella y ya no pienso llevar a cabo cualquier plan donde Ellie no esté conmigo.

Y era una ley de día. Terminaba mi turno en la prepa y allí afuera estaba ella esperándome. Me hacía sentir mal muy en el fondo; y es que necesito ser realista conmigo misma y darme cuenta que estos cuatro años han sido pesados por mi culpa. Ellie ha hecho lo posible para que todo fluya a la perfección mientras yo, me arrepiento cada día más. No hay deseo, no hay amor, no hay llama. No sé cómo todo se me apagó tan rápido.
Cuando llegué a Londres hace tres años, el cambio fue lo único que nos dio un respiro. Nuestro matrimonio se aligeró y tuvimos varios días de risas, sexo y amor, pero lamentablemente a los meses eso se acabó. Poco a poco todo fue tornándose aburrido y tedioso, ya no había nada que me animara.

Pensé así hasta que Ellie decidió darme una sorpresa de cumpleaños en una cafetería de un amigo que hace meses logramos conocer debido a nuestra frecuente estancia y cientos de pedidos que nos hicieron clientas fijas. Mi padre Alexander había volado hasta aquí solo para verme, y pude ver la sonrisa en mi madre que hace tiempo no veía. Me sentía en familia a pesar de que por dentro me atormentaba el alma con miles de ideas y remordimiento. Me sentía completa a pesar de que no tenía nada que me llenara, feliz sin tener felicidad. Era un sentimiento de conformismo.
Blake, el dueño de la cafetería también se unió a nosotros; su esposa, la latina Mónica, mis padres y Ellie. No entiendo por qué no hay nadie más en este lugar.

Un pastel y 22 velas puestas sobre el postre era lo que tenía en frente de mí. Sería breve porque justo esa vez, tenía una reunión de profesores y no podía llegar tarde. Quien diría que al final terminaría haciendo lo que mi padre hizo. Estoy contenta por eso, y él está contento de mí.

Mientras abría los regalos que me habían dado. Estaba entre ellos la linda camisa amarilla de la cual mi madre me oyó hablar. Que se haya tomado la libertad de comprarla solo por el hecho de oír de mi boca que me había gustado, ya la hacía mi prenda favorita para vestir. Mi papá me dio una pluma de tinta porque decía que los amantes de literatura siempre deberían llevar una. Blake y Mónica me regalaron el pastel y una inmensa taza de café con cacao importado desde Venezuela, y cuando creí que todo había terminado, Ellie puso sobre la mesa su regalo forrado en papel de navidad aunque ni siquiera estuviéramos próximos a la fecha. Vi mi reloj y se hacía tarde, debía irme.

— Lis, ¡ábrelo!

— Habrá tiempo para eso en casa. No debo llegar tarde.

La expresión de Ellie se basó en un resoplo y rodeo de ojos. Dios, cuanto odio que haga eso.

Ella misma tomó su regalo y lo desempacó.

Era un libro. Un libro que ya he leído cientos de veces porque cada vez que me voy a dormir paso mis ojos por varias páginas. ¿Por qué de nuevo este libro sabiendo que ya me lo sé de memoria?

Cuando termina de desempacarlo, lo pone nuevamente sobre la mesa y lo desliza hasta mi asiento y yo clavo mi mirada en él. Mis padres esperan a que lo tome pero no sé si quiera hacerlo aunque no hay ningún sentimiento de dolor navegando por mis venas. No sabría cómo explicarlo, ¿ironía?

Dear Lover 2: El Reencuentro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora