9 | Pequeña ingenua

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Despierto y un dolor de cabeza me ataca tanto como para hacerme caer a la cama nuevamente. Mis recuerdos de hace horas están totalmente borrosos e intentar conmemorar me altera aún más la jaqueca. Le doy un vistazo a mi alrededor y me sobresalto al notar que no reconozco nada de lo que observo. Estoy en una habitación de paredes grises y hay un vitral enorme en frente de mí, siendo cubierto por una cortina de un color azul muy oscuro. Busco mi móvil pero no lo encuentro si quiera; intento levantarme y una punzada en el cráneo me golpea con fuerza.

Me levanto y doy pasos toscos, incluso puedo sentir como el mareo llegó a mí de repente y me hace tambalear. Recuerdo en un segundo a mi padre y mi estómago se retuerce, eso alimenta mis ganas de volver a casa o donde sea que debería estar en este momento. Escucho como a lo lejos la manija de la puerta se gira y la mujer a la que tanto deseo aparece en frente de mí con un ropa distinta a la que logro recordar con dificultad. Me mira preocupada, y se acerca a mí tanto como pudo queriéndome llevar a la cama otra vez, y para mi sorpresa, obedecí.

— Jennie -musito —, necesito estar con mi padre.

Ella se sienta a mi lado.

— Lo sé, pero debes descansar.

— ¿Dónde estoy?

Llevo una mano a mi cabeza como si eso pudiera apaciguar el fuerte impacto que me zarandea internamente.

— En mi casa. Te traeré un caldo ahora.

Iba a irse, iba a irse y me dejaría sola de nuevo. No entiendo por qué momentáneamente un vacío inmenso me tomó de sorpresa y sostuve su brazo para que no pudiera marcharse. Recuerdo las últimas palabras de mi padre y mi corazón se achica capaz de caerse de su lugar. Ella me observa con miedo y me doy cuenta de que quizá la estoy lastimando. Ese sentimiento tan inconsciente de no querer dejar que la vida fluya como lo hace; tan inconsciente que yo misma no me doy cuenta de que trato de detenerlo.

— No me dejes sola, por favor.

Me observa fijamente frunciendo su ceño poco a poco. Los ojitos castaños más profundos que he podido observar alguna vez, me siento hipnotizada y no soy capaz de mover un músculo en ese momento. Me siento tan melancólica que temo a lo que mi boca pueda llegar a soltar.

— No estarás sola —responde. — Volveré en seguida, te lo prometo.

Pero no puedo soltarla.

— Siento que te irás como la última vez.

Y se calla.

Yo también me callo, y pensé en su respuesta. Sabía lo que diría, como si lo escuchara antes de que lo expresara.

— Lisa, fuiste tú quien se fue la última vez.

Dolió.

Ella salió de la habitación para buscar la sopa mientras que mis ojos se volvían agua por lo que había dicho. Y tenía razón. Posiblemente no me lo perdonaría jamás. Fui un desastre, puse su vida de cabeza cuando más necesitaba estabilidad; hice que creyera en el desamor y que sus amigas se alejaran cuando aquel vivo sentimiento la alimentaba. No le importó dejar todo por mí y yo tomé la decisión de irme con Ellie. Fui tan malditamente egoísta y dañina, me doy asco de verdad.

Me levanto de la cama porque había tomado la decisión de irme. Ver la cara de Jennie otra vez me devolvería ese sentimiento de querer desaparecer, todo este reencuentro fue tan innecesario. Yo sacudí su vida y cuatro años después ella sacudió la mía. Creo en el destino, creo en el karma. Jennie Kim se convirtió de mi amor a mi karma. Eso es.

Me acerco a la puerta, esta vez con pasos un poco más firmes aunque dificultoso. Intento secar mi cara para pasar por desapercibido el hecho de que varias lágrimas cayeron por mi mejilla. Recuerdo mi móvil y me devuelvo para buscarlo otra vez, hasta que escucho la puerta abrirse y los pasos acercarse a mí.

Dear Lover 2: El Reencuentro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora