7 | Beso de buenas noches

2.8K 345 103
                                    

Llegué a casa con el corazón destrozado y toda mi alma cayendo poco a poco dejando un rastro en todo el recorrido. Sentía que mis piernas tambaleaban y hacían imposible el mantenerme de pie.

La primera que me ve es Candace, la enfermera, me pregunta si me siento bien pero únicamente hago una mueca con mi cara y la dejo preparando un té en la cocina. Así como mi ánimo es limitado, mi habla también.

Subo con discreción las escaleras para que mi madre no me note. Entro a mi habitación y siento aquel mismo aroma que dejé al salir y me cargo de frustración sabiendo que aquella misma fragancia me recuerda a la esperanza de una nueva oportunidad que hoy se rompió. Fui verdaderamente estúpida y ahora en el fondo el sentimiento de soledad me carcome viva. El libro de Jennie está sobre la cama, abierto en su última página donde recuerdo haber remarcado la frase: «sabía que ella me amaba; no porque me lo decía, jamás necesité un te amo de sus labios, lo sabía porque me lo había demostrado y tenía en mis manos su corazón completo».

Me rompí.

Sabiendo perfectamente que aquellas palabras habían salido de mí. Las había escrito yo pensando en ella. Releerlas me revuelve el estómago y me hace querer sacar un grito de dolor aunque lo callo frunciendo mis labios con fuerza para no alterar a mis padres. De un tirón lo cojo y lo lanzo al piso porque no lo necesito más en mi vida. Me resigné en olvidarlo tal y como pienso hacerlo con ella. Me retracté de ir a la boda y de recordar su rostro mientras sus orbes avellanas se iluminan al sonreír. Todo lo que tuve que haber pagado hace cuatro años por haberla lastimado, lo estoy pagando ahora.

La habitación de Alexander se abre y veo como Candace sale con la taza de té. Limpio mi maquillaje corrido para no parecer tan destrozada y desalmada. Bajo mi vestido un poco y camino hasta la habitación de mi padre.

Está acostado con una mascarilla de nebulización. La máquina hace un sonido horrible pero con su mano me da el permiso de pasar. Lo observo sudoroso por el vapor que produce el aparato y me siento a su lado.

No digo nada. Él no dice nada. Únicamente puedo oír la turbulencia de la máquina presionando con fuerza mis oídos una y otra vez. Sé que Alexander espera que alguna palabra salga de mí, pero tengo miedo de que junto a ella, se desahoguen otros miles de sentimientos más. Me preparo porque sus ojos están inyectados en los míos y suelto un:

—Ya se acabó en todos los sentidos.

Él quita la mascarilla.

—¿Te refieres a ella? -pregunta con voz seca.

— A ella. A Ellie. A lo que sentía. A todo.

Alexander guarda silencio por un momento y espera que Candace entre a la habitación para apagar el aparato nebulizador. Ella sonríe con amabilidad y se retira, en eso mi padre comenta:

— Estás dejándote vencer, no te creí capaz.

— No es eso — corto de inmediato. — Me dijo en mi cara que ya no me amaba.

— Está por casarse, muy obvio.

No entiende. Me doy cuenta que no entiende lo que intento decir. Mi voz se quiebra de un segundo a otro y todo se sale de control cuando una lágrima empieza a brotar y mis manos a temblar.

— Jennie Kim va a casarse y no siente nada por mí.

— Tú te casaste sintiendo todo por ella, Lis.

— Pero no es lo mismo. ¡Yo jamás le negué mi amor!

Me mira con cuidado.

— No le negaste tu amor pero si te negaste a estar con ella, ¿por qué te obligas a creer que no es la misma cosa?

Me quedo cabizbaja y siento como su mano va por detrás de mi cuello. Acaricia suavemente mi nuca y me atrae hacia él para caer recostada sobre su pecho. Puedo oler el aroma a pastillas clínicas.

— Lisa, debes saber que el qué nunca lo hizo cuando pudo, no podrá cuando quiere...

— Ya decidí renunciar a ella.

Escucho algún tipo de risa fruncida.

— Jennie es buena niña. Fuiste el amor de su vida y nadie te quitará de ese lugar — tomó una pausa para toser. — El primer amor no se olvida, cariño.

— Escucha, ya ella es una mujer, una mujer que va a casarse. Si va a casarse es muy obvio que me sacó de su vida.

— No es igual sacarte de su vida que sacarte de su corazón.

Un dolor en mi pecho.

— ¿Por qué te empeñas en hacerme creer que Jennie estará conmigo otra vez?

— Porque ustedes jamás se han separado una de la otra.

Como si de alguna manera mi corazón se acomodara en su sitio y empezara a bombear sangre otra vez. Me levanto para observar a mi padre y él me mira expresando una sonrisa torcida cogiéndome de nuevo por mi cuello para recostarme sobre él.

— Nunca dejaste de pensarla y yo sé que ella tampoco.

Necesito llorar. Me dejó hacerlo porque de lo contrario explotaría por dentro.

— Ya igual dejaré que sea feliz, papá.

— ¿Sin ti? —indaga con sorpresa. — ¿Dejarás que ella también pierda años de su vida tal y como lo hiciste tú?

— No me refería a eso.

— ¿Hace cuanto no escribes, Lis?

Fue extraño como enseguida cambió todo el panorama de la conversación.

— Hace mucho — respondo.

— Teniendo el corazón roto tu talento puede fortalecerse. Escribe.

— ¿Y para qué?

— Porque no hay nadie más que entienda tu propia vida y tu propia mente que tú misma.

El aura de mi padre me hace sentir aliviada en cualquier aspecto sea posible. Lo abrazo con fuerza porque tanto él como yo lo necesitamos. Le prometo que tan pronto como sea posible escribiré poemas que han pasado por mi cabeza durante mucho tiempo y se los mostraré para compartir opiniones.

De repente todo queda en silencio, pero él interrumpe:

— ¿Lisa?

— ¿Sí?

No contesta de inmediato.

— ¿Me das un beso de buenas noches?

Eso me hace sonreír.

Me levanto lo suficiente para alcanzar la altura de su frente y dejo plasmado la humedad de mis labios sobre su piel.

— Te amo, papá.

-¿Puedo pedirte otra cosa?

-Por supuesto.

Tose un poco y acomoda su voz para no sonar tan débil.

— Lucha por ella, y lucha por ti.

Una descarga eléctrica se produce en mi columna y por todo mi abdomen haciendo que me estremezca. Me levanto de su cama, y sonriéndole desde mi altura le suelto un:

— Te lo prometo.

Y me marcho para dejarlo descansar.

Escucho a Candace hablándole a mi madre en la cocina, pero prefiero aún no toparme con ella, me siento sensible. Camino hasta mi habitación y busco en un cajón el bolígrafo que Alexander me regaló en mi cumpleaños. Sonrío y volteo hasta la puerta de su pieza, recobrando el aliento que alguna vez perdí.

Dear Lover 2: El Reencuentro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora