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ADVERTENCIA
Mis historias no son de romance y pueden herir la sensibilidad de algunas lectoras. Se recomienda total discreción, amplio criterio y buena comprensión de lectura.

DISCLAIMER
Los personajes de Candy Candy pertenecen a Mizuki e Igarashi. Esta historia ha sido escrita sin fines de lucro, solamente por entretenimiento.

El registro realizado cubre únicamente la trama de este fanfic. Esta prohibida la reproducción total o parcial de este fic.

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I

Envuelta en tinieblas estaba ahí, recostada bajo el padre protector de su infancia, observando la brillante luna semioculta tras inmensas nubes y disfrutando del refrescante sereno.

Todo parecía tranquilo, y sin embargo, nada lo estaba. El instinto le dictaba que algo pasaría en cualquier momento; y justo eso fue lo que sucedió.

El atípico silbido de una gaita comenzó a sonar, mientras todo a su alrededor parecía desaparecer y ya no había un solo rastro de luna; pero ella conocía el camino de memoria, incluso ante tal oscuridad. Se levanto con parsimonia, pero sin eludir el escalofrío que recorrió su espalda, y camino hasta su destino; luchando contra la vulnerabilidad que sentía.

—Pequeña... —escucho la clara voz de Albert, desde el sitio mismo al que se dirigía; pero ella se mantenía en silencio, incapaz de pronunciar una sola palabra.

Sin saber cómo, llegó al punto exacto en que años atrás un príncipe le encontró; pero no había nadie.

—¿Albert? —musito impaciente y temerosa.
Rodeo el sitio con la mirada y al volver la vista al punto inicial, un claro de luna despejó lo que ahí se encontraba.

—El espejo... —una voz tenue y espectral, parecida a la del príncipe, le indico que se acercara a aquel objeto.

—Esta flotando —la observación estaba de más.

Un espejo oscuro, resguardado en un elegante marco dorado y ovalado, colgaba desde algún lugar que sus ojos no podían observar, y que ocupaba el espacio en donde debía estar aquel a quien había ido a buscar.

—El espejo... —volvió a musitar aquella voz de ultratumba.

Con cautela estiró la mano hasta alcanzar el fino marco, inhaló hondo, cerró los ojos por un instante y se acerco aún más, hasta verse reflejada en aquel extraño objeto.

Por un segundo respiró con tranquilidad, el reflejo que observaba no tenía nada de extraño y sin embargo, mientras más lo miraba, este más se deformaba.

—¡Dios mío! —lo soltó justo cuando, noto que aquel ser comenzaba a hacer movimientos muy distintos a los de ella.

—Dámelo... —con una voz gutural, aquel ser señaló algo a los pies de la asustada enfermera—. Es mío...

La luna había vuelto a ocultarse; aún así reconocía el brillo del broche que alguna vez encontró.

—Es... —musito al levantarlo
—Dámelo —exigió comenzando a desesperarse—. ¡Es mío!...

—Pero... —se negaba.

—¡Es mío! —exigió con fuerza.

Fuera lo que fuera, en su desesperación, rompió el cristal que le aprisionaba, provocando un gran estruendo...

•••

—¿Candy? —la hermana María había tratado de despertarla sin éxito alguno—. ¿Candy?

—¡No! ¡Suéltame! —abrió los ojos bastante alterada—. ¡Albert!

Miro a su alrededor, los niños aún dormían, la lámpara permanecía apagada; solo había una vela encendida a su lado. La expresión de la hermana María era de preocupación.

Todo había sido un sueño. Sólo un sueño...

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Última edición: Septiembre, 2019

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