IV

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IV

Incluso durante la noche más despejada, el colegio San Pablo siempre había tenido un aire lúgubre; el simple hecho de ser un claustro tanto para estudiantes como para monjas, sin siquiera poder convivir a gusto con los demás, le resultaba incomodo.

Pero aquella noche en especial, en el ambiente flotaba una extraña atmósfera tensa.

Inquieta, a mitad del bosque, volvió hacia la nota que sostenía entre sus manos. Era esa misma nota que sin pensarlo, mucho tiempo atrás, rompió; pero esta vez no lo haría, esta vez las estaría esperando y las enfrentaría. Debía darse prisa y poner sobre aviso a Terry, esta vez quien se marcharía del colegio, aunque solo fuera en sueños, sería Eliza.

Trato de recuperar el aliento frente a la puerta de la caballeriza, mientras una niebla obscura le envolvía y un escalofrío erizaba su cuerpo.

—¿Terry? Terry; ¡esto es una trampa! —no había nadie dentro, solo una profunda obscuridad que encogió su corazón.

Incitada por el temor y la precaución, permaneció fuera; pero al no atreverse a entrar alguna fuerza extraña le empujó.

—¡No! —cayó justo frente a un montículo de paja y mientras intentaba ponerse en pie, la puerta se cerró de golpe.

El sonido de los cascos le asusto aún más, encontrando sólo un hueco que parecía vacío. La obscuridad era tan profunda, que apenas percibía sus propios movimientos.

—Candy…—lúgubres ecos envolvían la voz de aquel a quien había ido a buscar.

—¿Terry? —una linterna encendió en ese momento; frente a ella, una vez más, estaba aquel espejo ovalado.

—Es mío… —aquel monstruoso reflejo sonrió con una mueca triunfal y señaló la armónica que tiempo atrás, ella misma le regaló al joven inglés—. También es parte de mi.

—¡No! —sollozo la rubia—. ¡Nunca!

Se armó de valor y tomo la armónica, empujó la puerta tan fuerte como pudo y salió corriendo al bosque, dirigiéndose al dormitorio de los chicos.

—¡No importa lo que hagas! —sin importar cuán lejos estuviera, aquella voz permanecía tras ella, rodeada de estruendosas carcajadas.

—¡Terry! —grito sumergida en la desesperación.

—Todos serán míos. Él ya es mío…

Candy tropezó al volver a ver aquel espejo frente a ella y cayó al suelo, sin poder creer lo que veían sus ojos.

—¿Archie? —dentro del espejo, aquel ser acariciaba la mejilla del joven, que parecía inexpresivo.

—Pronto —sonrió—. Muy pronto todos serán míos…

—¡No! ¡No! —grito levantándose—. ¡Terry! ¡Archie! ¡Archie!...

Ante sus ojos inundados en lágrimas, aquel espejo desapareció cobijado por un relámpago lejano…

x – x – x

—¡Archie!

Exaltada, abrió los ojos encontrándose cubierta de sudor, cobijada de oscuridad. Encendió la luz cegando su vista, aún así fue consciente de que estaba en algún extraño lugar.

—Nueva York… —se recordó a sí misma, abrazándose al percibir el fresco que la lluvia provocaba, mientras un trueno le recordó lo acontecido momentos antes—. Terry… —suspiro con temor.

X – x – X – x – X

Última edición en septiembre 2019

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