VI

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VI

Arribaron a Lakewood a altas horas de la noche; en medio de una fuerte tormenta, mientras la mayoría de la servidumbre se encontraba descansando y la casona entera estaba sumergida entre penumbras; lejanos relámpagos daban un aspecto aún más lúgubre al lugar, al tiempo en que un inexplicable murmullo atormentaba los sueños de la rubia.

—Por aquí… —musito una extraña voz, proveniente desde el pasillo.

Candy despertó angustiada, no estaba segura si había sido un sueño o la realidad. Se levanto con parsimonia y dirigió sus pasos hasta la entrada de su alcoba; dónde, temerosa, abrió la puerta y se asomó.

No había nadie.

Indecisa, recorrió el pasillo hasta la escalera del salón principal.

—Por aquí… —esta vez, aquella voz provenía desde la obscuridad de la puerta principal.

—Albert; ¿eres tú? —nadie respondió.

Un estruendoso relámpago iluminó todo aquel espacio, revelando que no había nadie ahí; a excepción de ella. Y sin embargo; se acerco aún más, para cerciorarse…

x – x – x

Por la mañana, en cuanto despertó, Candy se percató de que algo extraño pasaba; iniciando por el hecho de que no recordaba nada, a partir del momento en que abrió el portón de la casona, sumándole el extraño dolor de cabeza que presentaba. Pero al salir al comedor; supo que esos eran los menores de sus problemas.

William Albert Andrew; patriarca de la familia había desaparecido misteriosamente.

Angustiada; no daba crédito a lo que escuchaba. Le parecía inaudito que las personas allegadas a ella estuvieran desapareciendo así; uno por uno y de forma tan misteriosa. No sabía qué hacer o que pensar al respecto y solo esperaba que el destino de su querido príncipe fuera diferente al de Terry.

Tenía miedo de ir al hogar de Pony y ponerlos en posible riesgo. Le dolía no tener ya nadie a quién acudir. Incluso pensó en la idea de aislarse, al creer que esa podría ser una solución.

Unos cuantos días más tarde, a Lakewood llegó Annie con la intención de seguir la búsqueda de su prometido y ahora también apoyar con la de Albert. Sin embargo; en menos de una semana, la chica también desapareció de forma misteriosa.

Angustiada, desesperada y más asustada que nunca; Candy sabía que tras aquellas desapariciones estaba el extraño ser del espejo, ese mismo que había comenzado a atormentarle todas las noches, aquel que ya no sólo escuchaba en sueños; sino también escuchaba escondido en las profundidades del bosque y en la obscuridad de su alcoba.

—¿Qué hay detrás de todo esto?... —murmuro con tristeza, justo antes de subir al auto que le alejaba de aquella casona plena de recuerdos y desgracias.

—Todos me pertenecen… —murmuraba la voz proveniente del bosque—. Y pronto, ya nadie quedara…

X – x – X – x – X

Última edición en octubre del 2019

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