19. Túneles

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Donghae calcula que ya han pasado unas 12 ó 14 horas del secuestro, y seguramente es cerca de mediodía del 31 de diciembre, pero no tiene como saberlo a ciencia cierta.

Desde que Geert estacionó el automóvil en un descampado inidentificable donde no se ve ni una casa alrededor o ha pasado siquiera un vehículo, Donghae ha pasado por el más amplio abanico de emociones, desde el intenso miedo, hasta la sorpresa. 

Le llamó la atención que al abrir la cajuela y retirar el saco de su cara Geert parecía tan asustado como él y no se preocupó de registrar sus bolsillos, como tampoco captó el celular arrinconado al fondo por Donghae, que internamente rogó que la batería durase lo suficiente para ser rastreado, pues suponía que si su cautiverio se extendía, Hyukjae lo buscaría y lo más lógico era pensar que daría aviso a la policía. 

Mientras era conducido a los asientos posteriores al interior del vehículo en la oscuridad, evaluó que tal vez Geert no había planificado muy bien las cosas al no registrarlo. Y por lo que veía no tenía intención de llevarlo a un lugar específico para retenerlo, estaban solos ahí en medio de la nada en el campo, dentro del automóvil, rodeados de oscuridad. Geert se sentó a su lado y Donghae había pensado que quizás lo podría persuadir de dejarlo ir razonando con él. Pero entonces entendió que la inexperiencia de Geert en cuestión de secuestros era peligrosa: al rogar que por favor lo dejase libre y prometerle que él no diría nada, se ganó un jalón de cabello que le hizo saltar las lágrimas, una mano enorme apretando su garganta hasta que le faltó el aire y la advertencia de que no tratara de hacerlo pasar por estúpido. Entonces supo que Geert no era experto en raptos pero si un tipo descontrolado y fuera de sí que no estaba midiendo sus acciones... y eso era en extremo peligroso desde cualquier punto de vista.

Desde entonces, se ha mantenido silencioso mientras las horas pasan y el cielo aclara amaneciendo, solo contestando cuando su captor le ha dirigido una pregunta directa. Para su horror y asco, aquello ha sido frecuente. Donghae tiene la certeza de que hay una veta masoquista profunda en Geert por cuanto, en medio de incoherentes y torpes "declaraciones de amor",  las preguntas que le ha obligado a responder a punta de cuchillo y amenazas se relacionan con su vida sexual. Tragándose la repugnancia que sube por su garganta, ha tenido que relatar detalles extremadamente íntimos de sus experiencias sexuales con diversas parejas enfrente de un Geert tembloroso, que como el enfermo hijo de puta que es a todas luces, se debate agitado entre la excitación, el sufrimiento y el deseo reprimido. Ignorando la evidente erección en los pantalones de su captor que con voz ahogada le pide más y más detalles, evita mostrar su repulsión para no desatar la ira del loco frente a él. 

Si bien cada tanto Geert acerca una mano temblorosa a sus propios genitales para retirarla de inmediato, al menos no lo está tocando a él... hasta ahora. Por ende, a pesar de las náuseas, sigue contestando, pensando que lo único que puede hacer es ganar tiempo. Geert no parece tener un plan claro y bien podría soltarlo en cualquier parte, dejarlo tirado en el campo o matarlo.

 Geert no parece tener un plan claro y bien podría soltarlo en cualquier parte, dejarlo tirado en el campo o matarlo

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