TLH: Grace Blackhtorn & Christopher Lightwood [pt. 1]

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Grace Blackthorn, con una corona de flores sobre su cabello plateado, estaba sentada en el jardín de la mansión Blackthorn dibujando un pequeño grupo de amapolas amarillas, rojas y moradas.

Cuando acabó de darle los últimos matices y arreglos a su obra, se levantó y entró en la mansión, su hogar. A veces se preguntaba qué hubiera pasado si sus padres no hubieran muerto en aquel incendio... si ella se hubiera criado con ellos y no con Tatiana Blackthorn. Su nombre seguiría siendo Grace Cartwright. No estaría atada a Tatiana por sus dones.

Era consciente de que Tatiana la quería con ella por los dones de sirena que poseía. No la iba a dejar ir.

A veces había considerado la posibilidad de escaparse. Pero no podía. Aún la consideraba su madre. Era solo una niña cuando la adoptó y le ofreció una familia, un techo bajo el que dormir y comida. También la educó. No fue a la Academia como muchos otros chicos y chicas de su edad. Tuvo una maestra privada, al igual que Jesse, su hermano.

Otra razón por la que no podía dejar esta casa: no podía abandonar a su hermano a merced de su déspota madre. No puedo, se dijo. No era tan cruel para hacer eso, a pesar del frío perfil que mostraba a los demás. Ellos no la conocían, no tenían derecho a juzgarla o, mejor dicho, pre-juzgarla.

Estaba caminando de vuelta a su habitación cuando escuchó unos chillidos. No, no eran chillidos, sino gritos estridentes. Tatiana.

Se paró en las escaleras y esperó a escuchar otro grito. No lo hubo. Comenzó a subirlas de nuevo cuando escuchó:

—Es por Jesse.

Se giró como un resorte, sus ondulados cabellos rubios casi blancos repiqueteando contra su espalda, como una cascada de brillantes diamantes.

Deshizo el camino y trató de seguir la voz. Si no se confundía, provenía del despacho de su madre adoptiva.

Dio en el clavo. Un minuto después estaba pegada a la puerta de la sala. Agudizó sus sentidos y se centró en escuchar.

—Tatiana, esto no se trata de mis padres. Tampoco de mis tíos. Se trata de la salud de mi primo.

En un primer momento, no reconoció la voz, pero era masculina.

Escuchó a su madre bufar. Se la podía imaginar de pie tras el largo escritorio de madera de roble con las manos apoyadas contra su superficie y sus ojos pulverizando al visitante.

—Esto se trata de Gabriel y Gideon. Siempre se trata de ellos. No finjas que no, niño estúpido.

Gabriel y Gideon eran los hermanos de Tatiana. Y ese chico había mencionado que era por la salud de su primo. Ella sabía que Jesse no tenía primos por parte de su padre, por lo que...

—¿Podrías pensar un momento en tu hijo y dejar el odio y el resentimiento, tía?

Escupió la última palabra. Era Christopher.

—No me vuelvas a llamar tía. Yo no soy tu tía.

—Eres la hermana de mi padre. Por supuesto que lo eres. Tanto como tío Will es mi tío, tú eres mi tía.

Oh, no.

—¡No te atrevas a mencionar a ese bastardo en mi casa, niño! —gritó irritada. Podía sentir el calor en sus venas arder. Christopher no debería haber mencionado al director del Instituto de Londres. También era el padre de James. Christopher era el primo de James.

—Tenemos que resolver esto ahora, —sentenció firmemente el chico Lightwood, sin inmutarse por el tono hostil de su tía.—Sabes tan bien como nosotros que si no actuamos ahora, Jesse podría morir.

Ella bufó de nuevo. Estaba más que irritada. Temió por Christopher y decidió entrar al estudio.

—Tatiana, —la llamó.

Dejó que sus faldas se arruinaran tocando el suelo. Estaba sucio. Se sintió asqueada, pero ahora tenía asuntos más importantes que tratar que un simple vestido.

Notó la mirada confundida de Christopher sobre ella. Dejó que siguiera mirando. No le importaba lo que pensara. Al fin y al cabo, si pensaba como los demás, dejaría que siguiera en su ignorancia. No iba a malgastar su aliento intentando hacerle comprender que no era como solían señalarla.

—Si es lo mejor para Jesse, deberías acceder a esa ayuda que te ofrecen y dejar el odio y el rencor a un lado, por el bien de tu hijo.

Notó cómo Christopher fruncía el ceño. No le importó.

Su madre se quedó mirándola. Era una mirada tan fría que sintió que podía romperla. Se obligó a mantenerle la mirada hasta que la apartó con un suspiro cansado.

—Tú no eres nadie para decidir, —fueron sus únicas palabras.

Grace no apartó la mirada. No iba a permitir que su madre negara otra ayuda de los Lightwoods, de sus hermanos.

—No voy a permitir que rechaces otra ayuda. Si no la autorizas tú, lo voy a hacer yo. Legalmente, soy su hermana. Puedo hacerlo. O también puedo hablar con Jesse sobre esto. Él la aceptará.

—No te atreverías.

Aún no la miraba, pero Grace no apartaba la mirada. No lo iba a hacer.

—Pruébame, —la retó, una sonrisa angelical decorando su rostro.

—Déjanos a este niño y a mí seguir con nuestra conversación, Grace.

Sintió un escalofrío.

—Es tu sobrino.

—Él no es nada mío. Me quedé huérfana el día en que mis hermanos mataron a sangre fría a mi marido y a mi padre.

Su voz era tan afilada como una cuchilla.

Se atrevió a echar una ojeada a Christopher. La estaba mirando, su expresión era una mezcla de confusión y alivio. Tal vez un poco de orgullo. Se preguntó por qué alguien sentiría orgullo por ella. Ya sabía que la odiaba. O eso creía.

Regresó su mirada a Tatiana.

—Sabes tan bien como yo que eso es una mentira.

En ese momento, Tatiana la miró directamente a los ojos. Estaba furiosa.

—Tú no sabes nada.

Un silencio sepulcral se adueñó de la habitación. Grace aprovechó ese silencio para decir sus últimas palabras antes de salir por la puerta.

—Piénsalo. Puede significar todo para Jesse. Puedes condenar su vida si no lo haces. No creo que una madre pueda vivir sabiendo que ella misma permitió que su hijo muriera. 

TSC | One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora