Una despedida digna.

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Aún costaba creerlo. Sólo faltaban unos tres meses para la graduación, y no podían creerlo. Nadie lo hacía. El silencio de los pasillo los detalaba, las lágrimas silenciadas en los baños, las cartas quemadas en la clase de psicología... Todo era un caos. Nadie culpaba a nadie.

El suicidio de Chloe Bourgeois había sido un escándalo no sólo para Paris, ni para Francia, sino para toda Europa. André Bourgeois había dado un par de entrevistas que no duraban mucho antes de que él rompiera en llanto. Y no era el único, su madre, Audrey, ni siquiera quería dar la cara a la prensa. El único que tuvo la fuerza fue Adrien, quien no sólo declaraba ser el único amigo varón de Chloe, sino también viceversa. Bueno, él aceptaba que Chloe había sido su primera amiga desde la infancia, y que la extrañaría en lo que quedaba de vida.

Nadie decía nada desde ese día. Había fuertes rumores de que había sido un terrible episodio psicótico dado a que en un par de años su padre, reelecto, dejaría de ser el alcalde. Otros decían que Sabrina tenía que ver... y ella, claramente, estallaba en ira al escucharlo de frente.

Marinette, por su parte, se sentía vacía. Chloe era una parte elemental de su vida, desde las peleas tontas hasta los golpes que tuvieron en un par de ocasiones, terminando siempre en ella corriendo a llorar con su mejor amiga.

Pero había algo que nunca le había dicho a nadie, tampoco a Alya.

Cuando Chloe Bourgeois la había besado.

La besó en un salón vacío, donde no había nadie, ni tampoco nadie era capaz de asomarse por las ventanas. Le confesó su cariño, su admiración y obviamente su amor. Después, Marinette le rechazó lo más educada posible, pero Chloe estalló en ira y le robó un beso antes de abofetearla e insultarla. Desde ese día, Chloe dejó de contestar los mensajes de Sabina, de ir a clase, incluso su padre, quien sumamente ocupado, cancelaba citas para tomar la puerta de la habitación de su hija quien tampoco le respondía, pero al menos abría la puerta para recibir la comida y después para sacar los platos; bueno, se los sacaba la mucama.

Todos estaban confundidos, pero nadie pedía explicaciones.

Marinette caminaba por los pasillos con la cabeza baja, mirando el suelo. Iba distraída, sin pensar en nada. Nadie lo hacía. La hija de los Bourgeois era tan importante como todos negaban que era, y que ella halagaba serlo. Resultó ser cierto.

—¡Ah!—    Marinette se asustó al chocar con alguien, antes de alzar la cabeza, descubriendo a Adrien con la nariz roja y la mirada perdida, que claramente reaccionó tarde

—Marinette— llamó Adrien, dándole una sonrisa falsa, perdida, fingida

—Hola Adrien— dijo sonriendo tan falso como él, ladeando la cabeza. No lo culpaba por sentirse así, la noticia llevaba apenas tres días de haber salido pública y unos cinco de haberse dado el hecho.

—Perdón, soy un torpe...— se culpaba, poniendo su mano derecha en su cuello, rascándose nervioso. No quería hablar de nada.

—No, fui yo quien no vio por donde caminaba—

Desde hace un tiempo que Marinette ya no tartamudeaba con Adrien, ¿la razón? Luka Couffaine. Los cortejos la dejaban confundida, su corazón estaba dividido entre Agreste y el guitarrista, pero de momento estaba en pausa. No quería saber nada de amor, no ahora, y no por un buen tiempo.

—¿Vas... a ir?— Preguntó temeroso, desviando la mirada. Adrien no quería hablar, pero tenía que saberlo.

—Sí... iré. Después de que me ponga algo negro que tengo en casa—

—Pues... te veré luego, ¿está bien?

—¡Nos vemos!— dijo en tono alto la mestiza, pero sin ánimos algunos.

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Los primeros en la fila eran los familiares. Después los amigos y el resto, los invitados. André había invitado a toda la escuela, a políticos y a un montón de gente que los adolescentes habían oído pero jamás visto. Era normal.

Nadie se atrevía a mirar la tumba, mucho menos a abrirla. Será de mala educación, sobretodo cuando el alcalde parisino había dado indicaciones de no hacerlo; y en parte, todos lo agradecían. Marinette finalmente lloraba sin miedo. Adrien, específicamente, lloraba con fuerzas, como si intentara despertar de una pesadilla. Chloe era odiosa, pero era necesaria y nadie podía negarlo. El funeral fue trasmitido en un canal de televisión nacional, generando que toda Francia se vistiera de negro un día en específico.

Varios psicólogos se ofrecieron a analizar el caso, pero André no daba permiso. No quería saber nada de nada.

Dubois, sin embargo, lloraba también. Lloraba en el Aeropuerto de Toulouse, negando con la cabeza.

Un par de semanas después, André renunció. Dejó la política y volvió al negocio de la hotelería, donde Audrey metía más mano que él.

El rey de París   ;   Male!Chloe {Chloenette}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora