Desde ese tormentoso día a los quince, que te bese bajo la lluvia, supe que tus labios eran una adicción Chuuya. Eran cómo el chocolate, no te conformas con un poco, quieres más. Así era mi situación con tus labios.
Rosas y suaves, dulces, un espectáculo que estaba dispuesto a disfrutar.
Obviamente a ese beso le siguieron más y más y muchos más, y jamás me cansaría de ello.
Hoy teníamos una cita. Logré escaparme a gatas de Kunikida, pero pude poner una excusa.
Cuándo llegué ya estabas en el punto de encuentro. El arbol mas viejo de el parque. Me acerqué a tí; tenías tú sombrero apoyado en tu cara, se escuchaban pequeños y tiernos ronquidos, seguramente te dormiste esperandome. Sacó el sombrero de tu cara, y depósito un pequeño beso en tu frente, te despiertas y me miras con fastidio.
-Tan impuntual cómo siempre.
-Lo lamento tuve que poner una excusa, y Kunikida me obligó a terminar mi trabajo, pero a fin de cuentas estoy aqui ¿no?.
Sueltas una pequeña risita para luego chocar tus labios con los míos. Es un beso dulce y lento que me deja saborear sin apuró tus labios. Te separas para tomar aire y vuelves a besarme, y yo correspondo gustoso de sentir tus labios.
Por que Chuuya tus labios tienen ese veneno que hacen que quiera besarlos una y otra vez.
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