—¡Vaya, vaya! —exclama la Presidenta Cassiopeia, caminando y abriendo paso entre los Agentes. El Agente Polaris resguarda la espalda de la gobernadora y detrás la Ministra Betria; quienes se acercan a paso lento— ¿Agente Polaris, no es ese su agnado Orión?
—Sí lo es, señora Presidenta —responde secamente, sin quitarle la mirada de encima a Orión.
—¿Ministra Betria, no es ella Roraima, la agnada que le encargamos? —pregunta con un tono de voz con desdén y cortante que hace doler el oído.
—Sí, señora Presidenta.
La Ministra Betria esta vestida como lo hace habitualmente, con su traje blanco, el cabello crespo recogido en una coleta y su portafolio.
En cambio, la Presidenta lleva un vestido azul celeste con un degrade a un azul más intenso hacia la zona de la falda, llegándole a las rodillas; zapatos altos a juego y el pelo rubio blanquecino hasta el lóbulo de la oreja.
—Roraima, niña, ¿Qué pretendes hacer ahora? —interroga la Ministra Betria aproximándose y con voz apaciguada.
—No... no lo sé.
A Roraima le tiembla la voz. Yo me acerco a ella intentando retenerla y protegerla. Voy paso a paso evitando ser percibido.
—No se les ocurra hacer nada que pueda perjudicarlos —espeta la Presidenta.
—¿O qué? ¿Nos mataras como mataste a Bendra? —masculla Rissandra con el entrecejo fruncido.
—¿Qué sabes de Bendra, Rissandra? Tú eras la otra paciente que la acompañaba y te fugaste, no quisiste ser salvada como ella—explica la Presidenta.
—Yo no estoy enferma, ustedes sí —gruñe Rissandra.
—Agentes, tráiganme a Bendra —ordena la mujer de traje azul con aire de superioridad, y sin quitarnos la mirada de encima.
Un Agente aparece con la chica morena de pelo crespo. Bendra se detiene al lado de la Presidenta, mostrándose ante nosotros. Su mirada parece desconcertada, perdida.
—Hola, chicos —dice, su voz está apagada.
—¡Bendra! —exclama Wilen intentando correr hacia ella, pero se detiene.
—La Presidenta Cassiopeia ha cuidado de mí, ella me ha sanado. Ya no soy una anomalía —Su voz continua apaciguada, como si algún tipo de medicamento la mantuviese en ese estado.
La mujer de pelo rubio cenizo chasquea los dedos y, Bendra de inmediato, vuelve al lugar donde estaba.
—¡Bendra! ¡No! Todo es una trampa. No lo sabes porque estas bajo drogas —grita Rissandra, pretendiendo ser escuchada, pero no obtiene ninguna atención por parte de Bendra.
La Presidenta Cassiopeia alza la ceja izquierda al oír las palabras de Rissandra, se mantiene estática en medio de la Estación Muerta esperando a que por error se accionen las armas.
La docena de Agentes de Seguridad, todos vestidos con el uniforme gris y el casco que cubre su rostro, se posicionan a la defensiva, esperando cualquier movimiento por nuestra parte.
—Orión, ven con nosotros, lo que pretendes hacer no está bien —recomienda el Agente Polaris, con un tono de voz suave, quizás tratando de controlar a Orión.
—No. No haré nada que me pidas—dice Orión y se niega dando movimientos con la cabeza—. Toda la vida haciendo lo que digas y lo que ordena esta mujer, nunca he tenido el poder de elegir que hacer, siempre ha sido como has dicho, o como lo dice la Presidenta Cassiopeia. ¡No! ¡No iré!
Me detengo antes de dar el próximo paso, me quedo inmóvil sin poder hacer nada más.
—¡Orión, te ordeno que vengas con nosotros...!
—Basta, Polaris —interviene la Presidenta Cassiopeia que, comienza a caminar en dirección a nosotros abriéndose entre los Agentes, haciendo sonar los zapatos con cada paso que da— ¿Adónde va ese tren? ¿No creen que sea momento de estar en marcha? Me parece que hubo un retraso.
Orión con el arma paralizadora en mano apunta directamente hacia la mujer de pelo blanquecino. Ella se paraliza sin el arma ser disparada. A Orión le tiembla el pulso, las manos, los brazos; su cara enrojecida comienza a sudar. Me arrimo un poco hacia él, con intenciones de retenerlo antes de ejecutar acción alguna.
—Orión, no hagas nada, ella solo quiere provocarte —susurro cerca de su oído, pretendiendo no ser escuchado por los Agentes o los Ministros.
—¡Oh, oh! Déjenme adivinar, ¿ustedes dos son parejas? —La Presidenta Cassiopeia hace gestos con sus manos mientras habla—. Anders, respóndeme.
—No sé de qué me habla, señora Presidenta, no sé a qué se refiere con ser parejas.
—Si lo sabes, pareja es la unión de dos personas, animales u objetos, y claramente a ustedes los une algo ¿no es así?
La Presidenta Cassiopeia me clava su mirada fría y penetrante de tonalidades grises, haciéndome responder de inmediato. Pero, en realidad, Orión y yo no somos lo que ella dice ser.
—No, señora Presidenta, se equivoca, Orión y yo no tenemos ningún vínculo o lazo que nos una como «pareja».
Miro a Orión de reojo, quien baja la mirada perdiéndose en el piso grisáceo de la Estación Muerta. Dentro de mí crece una presión en el pecho al verlo de tal forma, cabizbajo y perdido, que sentí como si rompieran mil en huesos en mi tórax.
—¡No me mientas! —grita frunciendo el entrecejo.
—Yo no sé si seamos pareja como usted dice —interviene Orión levantando la vista y alzando la voz—, pero una cosa sí sé, que no hay segundo que yo no quiera estar junto a Anders, que no hay cosa que me haga sentir bien que estar cerca de él. Que aunque exista un lugar que se llame Estación Muerta porque no hay nada con vida, si yo estoy en ella y sé que Anders está a salvo yo me sentiré más vivo que nunca.
Sin querer el nudo en la garganta fue desenlazándose y volviéndose gotas frescas escurridizas que brotan de mis ojos hasta mis mejillas. Sin importar nada deje que fluyeran hasta cesar.
La Presidenta Cassiopeia enarca la ceja izquierda mientras contemplaba la escena; carraspea la garganta y esperamos a que hable:
—Agentes, encárguense —ordena.
Nace el caos.
Los Agentes disparan a todo aquel que se atraviese por medio. Veo el cuerpo de Wilen caer sobre el polvoriento piso, corro hacia él. Algo me detiene.
¡Quema! ¡La espalda... algo me quema!
Caigo al suelo. Me han pegado en la espalda el perdigón inmovilizador. La visión se me nubla, veo pies corriendo... ahora la Presidenta Cassiopeia deja la estancia... se va... nos deja... un haz de luz blanca se esparce y todo desaparece.
***
Las últimas notas del himno nacional suenan, al parecer en toda la ciudad. Pero esta vez su melodía cambia y suena dócil y a la vez con un tono melancólico. Lo sé porque Rissandra me lo acaba de decir.
Es el inicio de un nuevo ciclo.
De una nueva vida.
Orión aparece y se une a nosotros en el centro de lo que parece ser una plaza con arboleda. Él me toma por la mano y toca directamente mis labios con los suyos. Me quedo inmóvil a tal acción.
—¿Qué? ¿No quieres que te bese? —pregunta frunciendo el ceño.
—¡Uy! —dice Rissandra, riendo— Me parece que hay un tercero.
—¡No! ¿Qué hablan? —mascullo. Me quedo sin entender— Necesito tomar aire.
Camino a un lugar más despejado. Con cada paso que doy veo a mucha gente unida, riendo, o besándose, teniendo «sentimientos», siendo diferentes sin importar nada. Todo, realmente todo hace que abra los labios y sonría bajo un sol radiante y un nuevo día.
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Diferentes
SciencefictionEn las ruinas del antiguo mundo, nace una nación próspera a expandirse en terreno, con un centro de poderes gubernamentales, Capitalia, la ciudad donde comienza todo. Poco a poco crece demográficamente gracias a la Máquina Madre. Después de nueve m...