Capítulo 20 "El Jardín del Olimpo"

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Ha sido un beso suave, precavido, y correspondido.

—El beso del verdadero amor —susurra, y se alza ante mí, besándome ahora él.

Este beso es un poco más prolongado que el primero, se hace más sentir el tacto de los labios ¡Oh, sus labios! ¡Qué labios! Son la mejor cosa que hay en la vida, nunca podría cansarme de ellos.

Siento cada latido del corazón como una punzada. Nunca pensé que llegaría este momento, nunca pensé que podría permitirse. Todo parece un sueño surrealista.

Asiento sacudiendo la cabeza, un poco aturdido. Coloco el libro en la mesita de noche, dejando libre mis manos para entrelazarlas con las de Orión. Es una conexión electrizante el simple toque de nuestras pieles.

La puerta se abre dejando entrar al Doctor Arcturus con su tableta y resto de artefactos electrónicos para el chequeo médico de Orión. Entra y saluda, evitando entablar conversación con nosotros. Se dirige al aparato y lo conecta con su tableta dando un resultado del estado de salud.

—Bastante estable —dice mirando aún su dispositivo—. Esta es la receta con indicaciones de los medicamentos. Movissia ya viene, y buscará los medicamentos.

Deja el papel a un lado del libro sobre la mesita de noche. Se sube los lentes que están por caerse.

—Parece que has cuidado muy bien de Orión, Anders —me dice, pero esta vez sí me mira—. Lo has hecho muy bien.

Me quedo callado, aunque siento que mi rostro da una respuesta automática. Mis mejillas arden y creo que están coloradas.

—Dime, ¿Cómo te sientes, Orión?

—No sabría cómo decirle. Creo que estoy feliz.

—Comprendo —dice el doctor, y lanza varias miradas rápidas a ambos con una sonrisa plasmada en sus labios—. Pero ¿y los dolores? ¿Cómo estas con ellos?

—Donde siento más dolor es donde he recibido los impactos, el cuello, costillas, y piernas. Estoy casi inmóvil, porque con el mínimo movimiento vuelvo a sentir como si me disparasen de nuevo —explica Orión, quedándose sin voz, la garganta la tiene muy seca. De inmediato le facilito un vaso de agua.

—Vale, vale. Evita lo menos posible en hablar el día de hoy, mañana estarás mucho mejor con el medicamento.

Orión solo puede asentir con cabezadas.

En ese momento, Movissia entra a la habitación con la misma alegría con la que había salido. Se abalanza a la camilla, pero precavida de causar más daño a Orión.

—¡Hijo mío! —le dice con una voz tan apacible y a la vez trémula.

Orión le sonríe ladeado. Yo me alejo un poco para darles un momento madre e hijo. El Doctor Arcturus me llama con la mirada y me acerco a él.

—Lo ideal sería dejarles un momento a solas ¿no crees?

Asiento con la cabeza. En silencio caminamos hasta la puerta y salimos de la habitación dejándolos solos. Escucho el suspirar del doctor, y me detengo en medio de la sala de espera.

—¿Qué ocurre?

La sala esta media vacía, solo un par de personas leen en dispositivos móviles, sin prestar atención a lo que hay alrededor de ellos.

—Nada, solo que ya han despertados, es hora de llevar a cabo el plan que tengo en mente desde hace diecisiete años —me dice, y al instante prosigue a caminar emergiendo del lugar, saluda con las manos a las dos personas sentadas y sigue su camino.

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