Tras aquel suceso, Omar y Ander no volvieron dirigirse la palabra.
Habían pasado ya un par de semanas desde entonces. Dos semanas que parecían no tener fin, al igual que ese dolor punzante en el pecho que sólo parecía aliviar el alcohol.
Ander aparentaba una normalidad y una serenidad demasiado sospechosa ya que cuando alguno de sus amigos le preguntaba cómo lo estaba llevando, él se esforzaba enormemente por fingir que todo iba mejor que nunca. Sonreía, participaba en las bromas en clase e incluso había estado quedando con otros chicos para enrollarse sin llegar a nada serio. Era como si nada hubiera pasado.
A Omar, sin embargo, no le salía tan bien eso de aparentar: cada vez que alguien le preguntaba al notar la tristeza en su rostro, su mirada se apagaba y quedaba fija en el suelo como respuesta. Todos los que se preocupaban por él, sabían que lo estaba pasado realmente mal pero el chico no parecía muy reacio a hablar del tema, así que preferían dejarlo en paz hasta que estuviera preparado para hablar.
Todo pasó en una tarde. En minutos para ser exactos.
Ander esperaba a Omar en la esquina de la calle donde se encuentra la tienda de la familia Shanaa. Quedaban a la misma hora cada tarde y Ander siempre llegaba puntual, o incluso a veces faltando unos diez o quince minutos para la hora acordada, por si ese día la suerte estaba de su lado y Omar se había podido escapar antes.
Lo cierto es que, por más que pasaran los días, los nervios de la tripa de Ander no desaparecían. Lo único que le apetecía hacer era ver y estar con Omar, y esos diez minutos al día se le pasaban volando.
Esa tarde, como otra cualquiera, Ander miraba la hora en su móvil mientras caminaba de un lado al otro esperando a que Omar apareciera. Habían pasado dos minutos ya desde la hora en la que solían quedar, pero el chico aún no llegaba.
- Vamos, Omar, joder – decía mirando la pantalla de su móvil. Sentía como si algo no estuviera bien, algo distinto en el aire. Era una sensación que no le gustaba en absoluto. Miraba el móvil, cada vez más impaciente por su llegada.
- Perdona, cariño – dijo Omar, que estaba apoyado en la pared cuando Ander se giró al escuchar su voz. Una sonrisa decoraba su cara mientras veía a Ander caminando hacía él con los brazos abiertos y los ojos iluminados, llenos de alivio.
- ¿Qué ha pasado, por qué has tardado tanto? – preguntó Ander, con la frente arrugada mientras Omar lo abrazaba.
- He tardado solo dos minutos – le corrigió Omar, apartándose de él para darle un beso rápido en los labios. - ¿Te pasa algo? Te noto raro. Como inquieto.
Omar frunció el ceño en silencio esperando una respuesta y Ander dudaba si debía contarle lo que le pasaba. No quería parecer un tonto, pero no podía evitar darle vueltas a la cabeza. – No, es sólo que, si tardas en llegar, menos tiempo tenemos para estar juntos – le dijo Ander al mismo tiempo que le acariciaba la mejilla – esto de tenerte solo diez minutos al día me está cansando. ¿Cuándo vas a hablar con tus padres?
Omar miró a Ander y vio sus ojos llenos de angustia. Esta situación los estaba llevando al agotamiento a los dos. No era solo el escaso tiempo que tenían para estar juntos, sino que, a eso también había que sumarle el verse a escondidas, como si estuvieran haciendo algo malo.
Omar sabía desde el principio que iba a ser difícil pero las cosas tan intensas que Ander le había hecho sentir en tan poco tiempo, lo empujaban a él y le decían que valdría la pena esperar.
- Ander, sabes que no es tan fácil – le recordó, mirándolo a los ojos – yo no tengo la suerte de tener unos padres tan abiertos y enrollados como los tuyos. Si mi padre se entera, me echa de casa – Omar bajó la mirada para esconder ese sentimiento de culpa que cada día crecía más – O peor, lo puedo matar de un disgusto.
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Diez minutos | Omander
FanfictionMenos de diez minutos bastan para que todo lo construido se desmorone.