9.

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Nunca los minutos habían pasado tan lentos. Omar deseaba que esa lentitud hubiera estado presente en el tan escaso tiempo que había pasado cada día con Ander. Esos diez minutos que ya no iban a volver a entrometerse entre ellos dos, porque ese "ellos dos" ya no existiría más.

El gesto de repulsión de su padre junto con ese silencio que retumbaba en los oídos de Omar por cada paso que daba de vuelta a la tienda, no traía nada bueno. De hecho, significaba el fin de sus diez minutos de libertad que Ander le hacía disfrutar con cada beso, con cada broma o cada mirada. Significaba también reproches, gritos y caras de decepción.

- Baba, te lo puedo explic- se apresuró a decir Omar sin tener una explicación más allá de la real, la de verdad. Que estaba enamorado.

Pero eso era algo que a su padre no iba a gustarle escuchar.

- No hace falta – respondió su padre, levantando su mano – entiendo lo que ha pasado – la frente de Omar se arrugó en señal de confusión.

- ¿Qué? – preguntó el chico cauteloso. De todos los escenarios que su cabeza había creado, ese era el que menos se esperaba. Tanta calma de parte de su padre no le daba buena espina.

- Sí, que lo entiendo – su padre suavizó el gesto – ha sido él ¿no? Ese chico – Omar frunció el ceño. No entendía lo que su padre quería decir – Ha sido él el que te ha besado. Esa clase de chicos a tu edad son así. Creen que todos son como ellos y les da igual todo, no respetan. Pero no te preocupes, me aseguraré de que no vuelva a acercarse a ti – Omar sentía como su corazón se partía en pedazos tan diminutos, que iba a ser imposible pegarlos otra vez – No queremos que la gente piense cosas que no son.

Las palabras de su padre le sentaron como una puñalada trás otra en medio del abdomen. Hubiera preferido que le gritara y le dijera todo lo que piensa en lugar de negar la realidad. Porque cuando su padre los vio, Omar estaba sonriendo. Sonriendo y besando felizmente a la persona que lo había estado apoyando, queriendo y respetando sus tiempos y sus miedos como nunca nadie había hecho. 

Y eso es algo que su padre no había querido ver. Había preferido engañarse a sí mismo, inventándose excusas y escenarios que nada tenían que ver con la realidad.

El gesto de su padre permanecía impasible, esperando la reafirmación de sus palabras por parte de su hijo. Omar lo miraba fijamente, con gesto serio y sus labios oprimidos. Sus manos cerradas formando puños se apretaban para evitar hacer o decir cosas de las que luego se arrepentiría.

- ¿A qué te refieres con "esa clase de chicos"? – preguntó Omar entre dientes, gesticulando las comillas con las manos.

Su hermana Nadia y su madre entraron por la parte trasera de la tienda, parándose en seco al ver el aire tan tenso que se respiraba. Nadia miró a su hermano en busca de respuestas y éste le dedicó una mirada de derrota. Ella era la única que sabía sobre la relación secreta con Ander y siempre los cubrió ante sus padres. Siempre les ofreció su apoyo.

- Ya sabes, Omar – dijo su padre, quitándole importancia al asunto – invertidos. Pero no te preocupes que no te va a volver a molestar. Y si tengo que hablar con sus padres o con quien sea, lo haré.

Omar tensó la mandíbula. La poca esperanza de que su padre aceptara su sexualidad y su relación con Ander se había esfumado completamente.

Por su mente pasaban una cantidad abrumadora de pensamientos, cada uno más contradictorio que el anterior. El miedo luchaba en su cabeza contra el cansancio. El miedo de perder a sus padres, de defraudarlos después de todo lo que habían sacrificado por él y por su hermana. No era justo para ellos después de todo. Pero tampoco lo era para él. Esconder lo que era y lo que sentía se había convertido en una lucha interna que lo agotaba extremadamente. Cada día que pasaba le costaba más y más esconder sus sentimientos por Ander cuando volvía a casa después de estar con él. Y eso tampoco era justo porque tanto secretismo le estaba chupando todas las energías.

Diez minutos | OmanderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora