7.

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Era la segunda semana tras esa última conversación con Ander. Dos semanas habían pasado después de haber estado en el mismo sitio que él aquella noche cuando todo terminó. Ese sitio que tantas cosas buenas le había traído a su vida y que no volverían a compartir.

Dos semanas, casi entrando en la tercera. Semanas que habían pasado con una lentitud que Omar ya apenas podía soportar. Se había sumergido aún más en la rutina que antes. Se pasaba todo el día de casa a la tienda y de la tienda a casa. Antes, por lo menos podía respirar otro aire diferente cuando quedaba con Samuel o con Ander. Pero ya ni eso. No tenía ganas de hablar, ni de quedar con nadie. Sólo deseaba que Ander entrara por la puerta de la tienda y se hiciese pasar por un cliente más, mientras tenía una sonrisa traviesa en la cara por lo divertida que le parecía aquella situación.

Ander le había confesado una vez que le gustaba fingir que no le conocía y comprarle cualquier cosa y así pagarle con billetes grandes para que Omar tuviera que pedirle cambio a su padre, quien desaparecía por un momento para conseguir el dinero. Eso les hacía ganar unos pocos minutos en los que Ander aprovechaba para encajarle un beso rápido y furtivo y reírse del gesto de molestia fingida que le ponía Omar.

Omar esbozó una sonrisa al recordar aquello. Todavía le costaba creer lo diferentes que eran las cosas ahora. Deseaba poder ir hacia atrás en el tiempo para poder aprovechar cada milésima de segundo que tuvo con Ander.

La puerta de la tienda se abrió de golpe, haciendo que el corazón de Omar acelerara el ritmo.

-Ah, eres – dijo, el brillito de sus ojos disipándose al no encontrarse con quién esperaba.

- Ah gracias, a también me hace mucha ilusión verte, eh – dijo Samuel irónico.

- No tío, no es eso, perdona – se disculpó Omar, forzando una sonrisa – es que creía que podría ser otra persona.

- Ya, ya me puedo imaginar en quién estabas pensando – Samuel se acercó a Omar, que estaba trás el mostrador con un gesto serio y triste adornando su cara e hicieron su saludo de siempre.

- Tío, me jode mucho verte así sinceramente –continuó Samuel dando un toque al mostrador – dime qué puedo hacer para que te sientas mejor.  Hago cualquier cosa para ayudarte.

Omar esbozó una sonrisa, esta vez sincera y sacudió la cabeza.

- No puedes hacer nada, Samu – dijo mirando hacia un lado – esta es mi vida ahora. Yo tomé una decisión y tengo que aguantarme. Es lo que hay.

Samuel lo miró atento, resignado, forzando la mandíbula para evitar que las palabras que aparecían en su mente salieran desparramadas una tras otra. Siempre que intentaba hablar del tema con su amigo, termianaban discutiendo debido a tanta insistencia a Omar para que fuera a pedirle perdón a Ander y explicarle su situación, pero éste siempre le decía que las cosas no eran tan fáciles y que no podía salir y entrar de la vida de Ander así como así. 

Samuel siempre supo que eso no era más que una excusa fácil para tapar el miedo que tenía su amigo a que Ander lo rechazara, pero sabía que, si le seguía insistiendo, Omar terminaría cerrándose en sí mismo más aún y no habría manera de que le soltara palabra.

Diez minutos | OmanderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora