La brisa de la madrugada golpeó la cara de Omar mientras éste miraba a todos lados buscando a aquel chico de pelo rizado. Sus lágrimas amenazaban con salir en cualquier momento pero no podía detenerse a llorar ahora. Tenía que encontrar a Ander para asegurarse de que a pesar de todo, estaba bien. Tenía que hablar con él porque no aguantaba más el silencio, el estar hablando consigo mismo, que su mente lo taladrara con los mimso pensamientos. No aguantaba sentir que Ander pensara que no lo quería, porque eso no podía estar más alejado de la realidad.
— Joder Ander, ¿dónde cojones te has metido? — se preguntó Omar, a punto de llegar a la desesperación.
Los pies de Omar se movían como por inercia, no tenía un rumbo definido pero no podía dejar de caminar. Su cabeza se movía de lado a lado en su búsqueda, casi sin fijarse realmente en la dirección en la que miraba ni por donde pasaba. Veía la luz borrosa de las farolas de la calle, su mente no prestaba atención más allá de Ander. No podía haber ido tan lejos.
Omar sacó su móvil del bolsillo al no saber donde más podía buscarlo y se dispuso a mandarle un mensaje cuando escuchó una voz a lo lejos.
—¡Cuidado Omar! — gritó Ander desde la acera de enfrente al ver que Omar empezó a cruzar la calle sin mirar, al mismo tiempo que se acercaba un coche que no parecía tener la intención de parar.
El cuerpo de Omar respondió automaticamente parándose en seco, haciendo que el conductor del coche tuviera que frenar bruscamente al verlo aparecer de la nada enfrete suya. El coche siguió su camino cuando estuvo seguro de que no había peligro y Omar se llevó una mirada asesina y un par de insultos que pudo leer de los labios del conductor.
En el otro lado de la calle, Ander se encontraba quieto, con las manos en la cara, muerto del susto al imaginarse una situación distinta que terminaba en desgracia. Omar se acercó a él para tranquilizarlo.
— ¿Pero tú eres gilipollas o qué? — gritó Ander — ¿qué haces cruzando sin mirar? ¿estás tonto?
— Te estaba buscando — respondió Omar, con el corazón todavía latiéndole a mil por hora a causa del susto.
— Te podía haber pasado algo, ¿en que estabas pensando para cruzar así? — inquirió Ander, molesto. Trataba de ocultar su preocupación con reproches y enfado pero en el fondo no sabía que habría hecho si a Omar le pasaba algo ante sus ojos.
— En ti — confesó Omar, cuando su ritmo respiratorio llegó a la normalidad. Ander frunció el ceño, sin entender aquello. Omar levantó la vista y clavó la oscuridad de sus ojos en los brillantes ojos avellanados de Ander — Estaba pensando en ti.
El gesto serio de Ander denotaba dureza y recelo, dudando de cada palabra que salía de aquella boca que tanto echaba de menos. No se permitiría caer otra vez en las redes de Omar para que luego la hostia doliera más.
—¿En mí? – preguntó Ander, riéndose — no me eches a mí la culpa de las gilipolleces que haces.
—No te estoy echando la culpa — contestó Omar, suavizando el tono. Miró a su alrededor para fijarse en donde se encontraban. —¿Qué haces aquí por cierto? Llevo buscándote un montón de tiempo — Omar miró la hora en su móvil, sonprediéndose al darse cuenta que habían pasado solo 20 minutos desde que había salido de la discoteca detrás de Ander. Se le había hecho eterno ese tiempo antes de encontrarlo.
—¿Buscándome a mí? ¿Para qué?
—¿Podemos hablar? – preguntó Omar acercándose despacio hacia Ander. La piel de su nuca se erizó al notar aquel aroma tan característico que desprendía Omar.
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Diez minutos | Omander
Hayran KurguMenos de diez minutos bastan para que todo lo construido se desmorone.