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image credits: tumblr/omandercaps

Habían pasado varias horas ya desde que Omar leyó aquel mensaje de Ander. Aún estaba procesando lo que había pasado porque no lograba entenderlo. Todo parecía estar tan bien, tenía otra vez esa ilusión de antes con respecto a Ander, se sentía tan bien hace algunas horas que no se podía creer que estuvieran otra vez en aquella situación. No quería volver a pasar por lo mismo. No tenía fuerzas para más silencio, más espera y más distancia entre él y Ander. Se había prometido que esperaría a que le dijera cuándo iban a hablar, pero cada segundo que pasaba se hacía más y más desesperante. Omar buscaba razones en su cabeza para excusar la repentina ida de Ander, intentaba justificarlo pensando que quizá había tenido alguna urgencia familiar y que no había tenido tiempo de avisarle antes de desaparecer de la tienda, pero sabía perfectamente que se estaba engañando con aquellos pensamientos para no admitirse a sí mismo lo que en realidad pasaba.

Omar estaba en su cuarto con los cascos puestos sin escuchar nada para evitar que alguien le molestara, miraba sin parar su conversación de WhatsApp con Ander esperando que en algún momento apareciera un "en línea" o "escribiendo...". Esperaba cualquier cosa que le diera esperanza de que todo iba a estar bien.

Un sonido externo le hizo reaccionar y Omar levantó la vista de su teléfono, se quitó los cascos y escuchó unos cuchicheos rápidos acompañando pasos que subían por las escaleras que daban a la planta de la casa donde estaba su habitación. Reconoció aquellas formas de pisar y la velocidad con la que sonaban esos susurros y supo enseguida que eran sus padres.

Adivinando las acciones de sus progenitores, se puso los cascos de nuevo y se acostó rápidamente en la cama, fingiendo que estaba dormido cuando su padre abrió la puerta lentamente para asegurarse de que su hijo no los escucharía.

No está nada bien lo que has hecho con ese chico — dijo la madre.

¿Qué chico? — le contestó Yusef, su padre.

No te hagas el que no sabes de lo que te estoy hablando — espetó la madre — sabes perfectamente que me refiero al chico que estaba aquí cuando hemos llegado. El amigo de Omar.

Ah, sí, ese — contestó el padre— solo le he hecho lo que haría cualquier padre por su hijo. Omar me lo agradecerá en el futuro.

Aquellas palabras le cayeron a Omar como un baldazo de agua helada. Las sospechas que guardaba en el fondo de su corazón habían encontrado fundamento nada más y nada menos que de boca de su padre. No recordaba nada que le hubiera resultado tan doloroso en su vida como aquello que había confesado su padre. La rabia empezaba a apoderarse de su cuerpo. Le picaban los ojos de tanto evitar que las lágrimas salieran y empaparan su cara. Luchó con todas sus fuerzas para no salir al pasillo y enfrentar a su padre. Apretó los puños, la mandíbula y los ojos cerrados. Deseaba con toda su fuerza que su vida fuera muy distinta. Deseaba haber nacido con unas circunstancias distintas, con una familia como la de Ander. En su mente, pedía a ese Dios con que el que hace mucho había dejado de hablar que le diera una familia distinta. La culpa también lo atravesó como una daga ardiendo en el pecho. Se sentía culpable por desear algo así. Quería a su familia pero en ese momento no soportaba más aquella situación. Respiró hondo y cerró los ojos, tratando de alejar ese tipo de pensamientos de su mente. Volvió a mirar hacia arriba con la esperanza de que Allah lo escuchara y le pidió algo distinto. No le pidió cambiar su vida, ni su familia, ni sus circunstancias; le pidió que sus padres lo escucharán, lo entendieran y lo apoyaran. No quería nada más en la vida que tener el apoyo y la aceptación de sus padres. Finalmente, cuando se aseguró de que nadie podría oírlo, dejó salir todas las lágrimas que limpiaron su angustia y lo hicieron sentir muchísimo mejor. Llorar le sentaba bien, le limpiaba y le ayudaba a descargar todo eso que siempre se guardaba para sí mismo.

Diez minutos | OmanderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora