El corazón le latía a mil por hora. Tanto, que sentía que en algún momento se le saldría del pecho. Eran pasadas las once y media de la noche y Omar pedaleaba su bici con la brisa acariciándole la cara, secando las lágrimas que poco a poco se abrían paso por sus pestañas hasta recorrer sus mejillas. Intentaba pedalear lo más despacio posible para alargar el tiempo del recorrido hacia casa de Ander. Trataba de no pensar en lo que se le venía. El miedo le recorría todo el cuerpo y le costaba controlar sus pensamientos y pensar con claridad.
Antes cuando habló con Ander por teléfono, había logrado disimular su angustia calmando un poco el tono de su voz, pero sabía que no tendría la misma suerte en el momento en el que sus ojos se encontraran con los de él. Su respiración era agitada y sentía un nudo en el pecho, con el que sabía que tendría que aprender a vivir de ahora en adelante.
Hubo un momento en el que estuvo a punto de parar la bici, bajarse y enviarle un mensaje a Ander para cancelar su encuentro esa noche. Le faltó muy poco para darse la vuelta y volver a su casa, pero no podía hacerlo. Ander no se merecía eso. Llevaba siendo un cobarde durante mucho tiempo y él fue la única persona que le ayudaba a amainar ese miedo cada vez que estaban juntos. Era la persona que menos se merecía salir dañado por culpa de su cobardía.
Omar se apartó las lágrimas de los ojos rápidamente con las mangas de su sudadera cuando llegó a la esquina de la calle en la que se encontraba la casa de Ander. Suspiró y se bajó de la bici cuando llegó a la puerta. La calle estaba en completo silencio y no se veía ninguna luz encendida desde fuera, así que le envió un mensaje.
"Ya estoy" escribieron sus dedos temblorosos a causa del frío y los nervios.
El nudo que oprimía su pecho no tardó mucho en convertirse en un conjunto de pinchazos que sentía clavársele por cada segundo que pasaba. Se frotaba las manos, las juntaba y echaba aire caliente de su boca para ayudar a calentarlas. Lo cierto es que no hacía tanto frío, pero por la temperatura corporal de Omar parecía como si fuese pleno invierno.
Al cabo de pocos minutos, la puerta se abrió y Ander salió cruzando los brazos al sentir el frío de la brisa.
- Hola – dijo Ander, acercándose a Omar para saludarlo con un beso.
El contacto con sus labios calientes provocó en Omar una ola de calidez que no había sentido desde aquella misma tarde después de lo sucedido. Quería volver a besarlo para que ese calor hiciera disipar todo el frío que recorría su cuerpo de pies a cabeza, pero de hacerlo, el propósito de su visita se vería, con total seguridad, desviado hacia un lado del que sería difícil salir. Y no podía permitirlo. Tenía que ser esta noche.
- Hola – respondió Omar en un hilillo de voz.
- Pasa anda, que estás tiritando y te vas a poner malo – le dijo Ander, frotándole los brazos para que entrara un poco en calor y seguidamente lo llevó al interior de la casa.
Omar asintió mientras le dirigía una pequeña sonrisa de agradecimiento. El calorcito del interior golpeó su cara en cuanto puso un pie dentro. Un escalofrío lo sacudió haciendo que su cuerpo fuera graduando la temperatura para así dejar de temblar.
- No hagas ruido porfa, que mi madre ya está durmiendo – le pidió Ander en un susurro.
Omar asientió, sacando fuerzas para regalarle una sonrisa. Ander empezó a andar en dirección a su cuarto mientras le decía cosas a las que Omar seguía asintiendo sin apenas escuchar. Estaba distraído, seguía a Ander sumido en sus pensamientos. No sabía cómo iba a empezar a decirle lo que tan pocas ganas de tenía que decirle. No sabía qué palabras usar ni como decirlo. No sabía si iba a poder ser capaz de mirarlo mientras hablaba. Estaba seguro de que le costaría soportar el gesto de Ander al escuchar lo que tenía que decirle. No quería. Quería salir corriendo de esa situación, pero ya era demasiado tarde. Tenía que hacerlo. Por Ander. Tenía que sacar coraje de donde fuera. Al menos por una vez en la vida.
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Diez minutos | Omander
FanficMenos de diez minutos bastan para que todo lo construido se desmorone.