XXIV. Si a ella le pasa algo, él se muere

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Alejandra y Rafael pasan la entrada del club donde será la fiesta de bodas. Es una entrada adornada con muchas flores, y el camino de piedrecillas para llegar hasta el salón es largo, como de unos trescientos metros, lleno de curvas que pasan entre césped y algunas lagunas que se ven a lo lejos. En las lagunas se ven parejas de cisnes blancos. La luna se refleja disolviendo su redondez entre las ondas que dejan los cisnes a su movimiento en el agua. Unos sauces llorones bañan las hojas de los extremos de sus ramas más pesadas. Rafael maneja lentamente el coche para poder disfrutar de toda esa belleza, tomando la mano de Alejandra entre los dos asientos.
Ya en el salón de la fiesta y esperando a que lleguen los novios, Alejandra y Rafael son recibidos con un abrazo muy afectivo por Susana y Nelson que llegaron antes, y se saludan con todos sus ex compañeros de trabajo, excepto Claudia y Marino que no se atreven a acercarse. Alejandra mira con ira a ambos. Pero Rafael, al notarlo, trata de apaciguarla.
Rafael: Tranquila, mi doctora. Esta es una fiesta. No se me ponga brava aquí, olvide todo lo malo que pasó, déjelo allá en el pasado, olvidado, y no lo traiga a nuestro presente.
Alejandra decide escuchar a su esposo, porque de lo contrario arruinaría la fiesta de Trapito, terminaría cacheteando a Marino y sacando a Claudia del cabello de ese salón.
El salón tiene un piso blanco, lustroso, que refleja las luces del techo. Una música lenta agrega romanticismo al ambiente. Está iluminado con doradas arañas resplandecientes que cuelgan de muy alto. Las mesas son redondas, grandes, con manteles color champagne y varias sillas alrededor forradas del mismo color del mantel. Los centros de mesa tienen una fina vela rodeada de algunas rosas blancas naturales. En una mesa se sientan los esposos MM con Susana y Nelson, y por supuesto se acerca Papeto para compartir con ellos, y detrás se apura por alcanzar un lugar con ellos Rosaura, no sin la Generala que viene estirada por su amiga a regañadientes, e Ismael con su esposa que demuestran toda su admiración por sus ex jefes, Ramírez que se acerca con su Michel, y Álvarez que tímidamente pide permiso para acompañarlos con su pareja. Finalmente llega también Bernal y quedan ocupados todos los lugares de esa mesa. Los demás invitados van llegando al salón de a poco, hasta que de pronto el servicio prende las velas de las mesas y apaga las luces. Los nuevos esposos entran del brazo y sonríen. Es tan lindo para Rafael y Alejandra ver a Trapito tan feliz. Está sonriente, y mientras entra con la novia hacia el centro de la pista de baile hace un ademán agradeciendo a los esposos por su presencia. Cuando llegan al medio del salón, se toman y empiezan a balancearse delicadamente al ritmo del vals, inspirando a todas las demás parejas ganas de sentir eternamente la misma emoción, y a todas las personas que vinieron sin pareja, a añorar.
Como están sólo a las luces de las velas, Nelson, después de dibujar con sus dedos el doble corazón de su linda carita enamorada, besa a su Yuyuba. Papeto mira a Rosaura levantando las cejas para trasmitirle su afecto, pero ella hace que no entiende para mantener las apariencias, recibiendo por ello un codazo de Isabel que se da cuenta. Álvarez toma la mano de su pareja y como es tan tímido, en vez de mirarla, mira al techo. Ramírez mira desde abajo a Michel inclinando su cabeza hacia un lado y sonriendo enamorado, mientras Michel también sonríe alegre al verlo a su chitiquín así. Ismael toma la mano de su esposa y se sonríen. Bernal se hastía; ya nadie disimula delante de él. Rafael sonríe completamente conquistado mientras se acerca a Alejandra para besarla, y Alejandra en respuesta toma su mano, cierra los ojos y recibe con simpatía ese beso. Sienten que cualquier amor de cualquier pareja del mundo les recuerda lo grande del suyo, y les contagia aumentando de tamaño, ladrillo a ladrillo, el castillo de eternidad que empiezan a construir. Y ese sentimiento se acrecienta cuando vuelven sus ojos hacia la pista de baile y ven a todas las parejas que ya se habían sumado al vals, y al ver la alegría en el rostro de los jóvenes por la eterna unión que sellaba Trapito con el amor de su vida.

Cuando se termina el vals y los esposos pasan a la mesa donde compartirán con sus familias, empiezan a pasar músicas lentas para acompañar la cena. Mientras tanto el servicio pasa mesa por mesa para poner el plato servido frente a cada comensal invitado. Con cada canción que pasan, todas dedicadas al amor, Rafael y Alejandra se identifican, se inspiran y sienten como un éxtasis con sabor a ganas de abrazarse y besarse corre por su cuerpo. Con las frases de cada canción los esposos se miran y se dedican, sólo con los gestos y las miradas, las estrofas en las que se reflejan sus sentimientos, y como también tienen que conversar con los demás comensales, se toman de la mano y se la aprisionan cuando suena un quizás te puedas preguntar qué le hace falta a esta noche blanca, a nuestras vidas que ya han vivido tanto, que han visto mil colores de sábanas de seda, mientras se esfuerzan por escuchar las novedades de Rosaura.
Después de hablar un rato, Alejandra mira a Rafael y mueve los labios sin emitir sonido repitiendo lo que deseaba señalar a Rafael: despegaste del cemento mis zapatos para escapar los dos volando un rato. Y después tiene que seguir tratando de concentrarse en la conversación de la mesa
Rafael de pronto acaricia con el dorso de sus dedos la mano de Alejandra y la mira de costado, como disimulando lo que le dice pero haciéndele entender bien el mensaje: y si te sientes un poquito loca, ponte loca completa, que verte será sólo el inicio antes de perder el juicio, para luego seguir oyendo que Papeto comenta que hubo otro asalto en el barrio.
Después de un momento, Alejandra vuelve a presionar los dedos de Rafael para que él oiga algo que la canción dice por ella: no me preguntes por qué, por qué te toco la mano, si repito que te quiero te juro que no es en vano, si te preguntas por qué no dejo de acariciarte, es que mi amor se desborda y sobre tu cuerpo se convierte en arte y luego sigue oyendo a Susana que comenta entusiasmada los avances en el yoga de Nelson.
Rafael apenas ya puede aguantar las ganas de tomar a su esposa al ver cómo ella lo está mirando con esos ojos hermosos, y ceñir su cintura para besarla con todo el sentimiento que le inspira el oír: benditos ojos que me esquivaban, simulaban, decían que me ignoraban, de repente sostienes la mirada,
Alejandra se acerca a Rafael diciéndole está pasando momentos maravillosos, que nunca sintió algo así. Entonces necesita imperiosamente besarlo al oír: quiero beber los besos de tu boca como si fueran gotas de rocío, y allá el aire dibujar tu nombre junto con el mío, para luego seguir escuchando la romántica historia de cómo se conocieron Ramírez y Michel.
El servicio trae la cena a su mesa, y los invitados empiezan a cenar mientras siguen las anécdotas y los chistes. De pronto Alejandra siente la mano atrevida de Rafael mientras oye: por debajo de la mesa acaricio tu rodilla y bebo sorbo a sorbo tu mirada angelical Alejandra abre grande los ojos mirando a Rafael, y no se anima a bajar su mano bajo el mantel para sacar la de su esposo de su pierna, porque los demás se darían cuenta. Rafael, al ver la mirada punzante de ella, saca con agilidad su mano y la pone en los cubiertos, y la mira fingiendo un gesto inocente. Eso le da gracia a Alejandra, y como tampoco puede reprochar nada frente a los otros, empiezan los dos a reír sin que sus amigos sepan de qué.
Te regalo una rosa,
La encontré en el camino
No sé si está desnuda
O tiene un solo vestido no, no lo sé.
Pero cuando pasan esta canción tan dulce, Rafael no se aguanta, no le importa quién lo mire, y toma una rosa del centro de la mesa.
Si la riega el verano
O se embriaga de olvido
Si alguna vez fue amada
O tiene amor escondido.
Alejandra de pronto tiene ganas de llorar. Un sentimiento que en toda una vida pocas veces aparece las ganas de llorar de amor, y no porque duela, sino de dicha.
¡Ayayayay, amor!
Eres la rosa que me da calor
Eres el sueño de mi soledad
Un letargo de azul, un eclipse de mar
Rafael le entrega a Alejandra esa rosa blanca, y en el momento que ella la toma, él le acaricia la mano con sus dedos, mientras se acerca lentamente a su boca para besarla.
¡Pero, ayayayay, amor!
Yo soy satélite, tú eres mi sol
Un universo de agua mineral
Un espacio de luz que solo llenas tú, ¡Ay amor!
Cuando sus ojos se cierran y sus labios se encuentran en un beso, Rafael desliza sus dedos desde la mano de su esposa que aprisiona la rosa lentamente hasta su codo.
Te regalo mis manos,
Mis párpados caídos,
El beso más profundo,
El que se ahogue en un gemido
Alejandra se estremece con ese gesto, y suspira mientras sigue besando con más brío a Rafael oyendo las estrofas de la canción.
Te regalo un otoño,
Un día entre abril y junio,
Un rayo de ilusiones,
Un corazón al desnudo
Sin separar sus bocas, sonríen, abren los ojos y se dicen al unísono que se aman. Alejandra tiene una pequeña gotita de lágrima entre las pestañas de cada párpado inferior.
¡Ayayayay, amor!
Eres la rosa que me da calor
Eres el sueño de mi soledad
Un letargo de azul, un eclipse de mar
¡Pero, ayayayay, amor!
Yo soy satélite, tú eres mi sol
Un universo de agua mineral
Un espacio de luz que solo llenas tú, ¡Ayayay!
Luego se sueltan despacio, y cuando vuelven a tierra después de ese corto vuelo, notan que todos los demás comensales los miran conmovidos, sonrientes, contentos por ellos, enternecidos por todo ese amor que irradian, excepto Susana y Nelson que también están perdidos en el sabor de un beso.

Hasta que la plata nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora