Capítulo 2 - Calor en el invierno

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     Ojos color almendra observándole desde la cercanía. Labios rosados, gruesos y suaves, sonriendo de lado, pestañas largas, sin una pizca de maquillaje. Piel blanca, sin una mancha, solo un pequeño lunar en el pómulo derecho. El aliento se mezclaba con el suyo, la distancia era corta, tanto que un pequeño movimiento hacia adelante prometía el roce de sus labios. La respiración, entrecortada, elevada de velocidad. Hombros desnudos, un par de pecas visitándolos. Su mirada observaba todo sin poder evitar sentirse excitado, sin poder evitar sentir un calor en las yemas de sus dedos, que incitaban a que rozara aún más el hermoso cuerpo de aquella joven que tenía encima. Ni un solo roce había sucedido entre sus labios, y él sentía que no quería besar ni una boca más. 

     Ernest despertó de golpe, la alarma resonaba en sus oídos de forma estruendosa y él no podía dejar de sentirse dentro del sueño

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     Ernest despertó de golpe, la alarma resonaba en sus oídos de forma estruendosa y él no podía dejar de sentirse dentro del sueño. Se sentó en la cama y observó a su alrededor, con la esperanza de que aquella joven de su imaginación fuese real. Llevó ambas manos a su rostro y respiró hondo, tranquilizando toda aquella excitación que sentía. Luego, buscó su teléfono y comenzó a husmear en lo último. Para su sorpresa, tenía muchos más seguidores que el día anterior, y con una sonrisa de autosuficiencia, se levantó a darse una ducha y a desayunar.

     Su teléfono comenzó a vibrar repentinamente. -¿Estás ahí, Ernest? Tengo dos días invitándote a salir y este será el último. 

     La voz se le hacía familiar pero no la recordaba del todo, sin embargo respondió con amabilidad esta vez. -Hey, disculpa si no te había contestado las llamadas, es que he estado ocupado con la campaña. 

     Rossana, al escucharlo, sonrió y se sonrojó, y no pudo hacer más que responder de forma encantadora. -Te comprendo, querido, hoy es viernes y no creo que me puedas rechazar la invitación a la fiesta de Teódor, él estaría encantado de verte, y no solo porque esté enamorado de ti, que si lo está, pero ya sabes, podría ayudarte aún más a tu imagen en crecimiento. 

     Ernest suspiró ante esta idea, de forma cansada. -Vale, está bien, asistiré. ¿Alguna vestimenta en específico? 

     -Pues, el color que reinará es rojo, mi vestido de jaspe rojo está listo para esta noche, espero que vayas como de costumbre, querido. -Luego de esto, la chica colgó el teléfono y él fue de manera tranquila a buscar en su closet qué podría ponerse. 

      La vida de Ernest se trataba de fotos, vídeos, fiestas con amigos falsos, fotos con esos amigos falsos en las redes sociales, y sonrisas encantadoras para mujeres y hombres a los que no conocía. Al verse en el espejo, sin una pizca de nada, él sentía cierta molestia, y no porque no tuviese bella piel, o buen físico, sino porque lo natural cada vez dejaba de ser admirado, y lo superficial pasaba a un nivel mayor. Sus ojos, de un color verde olivo, resaltaban al contraste de su piel tostada, y su cabello, liso y largo, de un color negro intenso, hacía que sus ojos se viesen aún más verdes. Tomó un poco de manteca de cacao y se la pasó por los labios para humectar la piel. Se revisó y se masajeó la lisa y limpia piel de su rostro para observar alguna imperfección, y al no encontrar algo se acercó hacia el espejo. Al verse a los ojos a sí mismo, estos brillaron de manera anormal, con un destello plateado. La sorpresa a ver esto ocasionó que echara un par de pasos hacia atrás, y comenzó a buscar una explicación mental para lo que acababa de ver. Mientras él se convencía de que esto era totalmente parte de su imaginación, en su torso desnudo comenzó a dibujarse un tatuaje leve, no muy oscuro, casi del mismo color de su piel, que formaba un espiral.  Su respiración comenzó a agitarse y llevó sus manos hacia el sitio, cerrando y abriendo los ojos para convencerse que lo que veía no era real. Su teléfono comenzó a vibrar nuevamente, y él, con el pulso nervioso, atendió la llamada. -Ernest, te espero en media hora en el café Petite Tasse, necesitamos hablar urgentemente. -Mientras él escuchaba lo que su mánager le decía, el tatuaje desapareció y no quedó más que responder, aún con cierto temblor en la voz. -Está bien, esta noche asistiré a la fiesta carmesí, ¿Irás también? -Esto lo decía con un toque de esperanza, su único amigo era Lucas, y él necesitaba que estuviese allí. -No creo poder ir, sabes que esas reuniones son más para personas hermosas como tú, amigo mío. Nos vemos en media hora, te espero. -Colgó el teléfono antes de que Ernest pudiese reclamar algo. 

     Su mente daba vueltas, no comprendía nada de lo que había sucedido hace apenas unos minutos. ¿Qué era lo que había visto en el espejo? ¿Sería que se estaba enfermando? ¿Tenía anemia? Se vistió rápidamente, tomó un mono deportivo negro, una franela gris, zapatos en conjunto y salió del apartamento en dirección al café. Iba a dirigirse caminando, ya que quedaba a pocas cuadras de su casa. No podía dejar de pensar en aquel incidente, y muy repentinamente se le pasaban recuerdos de aquel sueño que, sin duda, lo volvía loco. 

     Apagó su alarma de las 10 am con flojera

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     Apagó su alarma de las 10 am con flojera. Se levantó hacia el baño retirándose toda la ropa, regándola por el piso, y apenas se introdujo en la ducha, prendió el agua fría. Todo lo que ella necesitaba para iniciar el día era un baño de agua fría, un café caliente y tostadas con mantequilla. Como de costumbre, activó la música desde la ducha y, mientras se lavaba el cabello y sus ojos se mantenían cerrados, en su imaginación comenzó a volar algo que parecía un recuerdo. En este, ella se encontraba de espaldas a un espejo y, al observarse, un par de pequeños espirales, uno junto a otro, en sus hombros, comenzaron a tatuarse, creciendo de manera fina pero rápida en su espalda. Cuando estos tatuajes dejaron de crecer, acentuaron su color negro, haciendo contraste con la piel blanca de Kiara, y luego, sin más, ardieron en fuego, provocando lo que parecía un fuerte dolor. Al sentirlo, abrió los ojos estrepitosamente y su respiración se volvió inevitablemente rápida. Apagó la ducha y, observando las últimas gotitas de agua caer, se dio cuenta de que todo había sido parte de su imaginación, aunque el dolor que había sentido sí que no lo parecía. 

     Al sentirse más segura, abrió nuevamente el grifo y eliminó el rastro de jabón que quedaba en su cuerpo, salió y comenzó a secarse el corto cabello color caoba mientras se veía al espejo. Sus mejillas marcaban la comisura de sus labios, ya que Kiara siempre sonreía, sus pómulos eran marcados y tenía un pequeño lunar en el derecho. Sus ojos, almendra, grandes, y unas cejas gruesas que ella siempre agradecía, ya que el maquillaje no era algo que ella usara a menudo, le daban una imagen tierna y sexy a la vez. Su teléfono comenzó a sonar mientras ella se lavaba los dientes, y en vez de contestar después de terminar, contestó a mitad del proceso.  

-Ki, necesito que me acompañes hoy en la noche. 

-Kiara respondió con un bufido, mientras cepillaba sus dientes. 

-Sí, ya sé en que andas, pero dime que esta noche estarás libre. 

     Al escupir, Kiara respondió con curiosidad. -¿A donde me llevarías si te digo que estoy libre esta noche, flor? 

     Anné respondió con tono tembloroso, ya que tenía muchos años sin escuchar que Kiara le dijese flor. -P... Pues, a una fiesta, la fiesta carmesí. 

     Kiara apenas escuchó del sitio, se sobresaltó. -¿LA FIESTA CARMESÍ? PERO DE QUÉ ESTÁS HABLANDO, ESA ENTRADA CU... 

     Anné frenó los gritos de su amiga antes de que llegasen más lejos. -Cálmate, respira. Escucha, yo hablé con Simón, ¿Recuerdas? el fotógrafo que quería hacerme la sesión y que, por cosas de la vida, no me había comentado que eran desnudos... Pues, en fin, él me dio 2 entradas gratis si accedía a hacerme un par de fotografías retrato con él, y accedí. 

     La sonrisa de la castaña al escuchar esto fue enorme. -Pues siempre supe que ese tal Simón quería contigo, pero nunca me escuchaste. He de suponer que todos debemos ir de rojo, como en las fotos de instagram, ¿No?

     Anné con una risita de burla, respondió. -Ki, por supuesto que sí. Muy pocas personas van de otros colores, solo puedes combinar el rojo con alguna otra cosa. Iré a tu casa en un rato y nos arreglaremos allá, llevaré todo lo rojo que tengo y espero que tú tengas varias cosas también. -Colgó rápidamente, dejando a Kiara a punto de hablar sola.

     Kiara fue a la cocina, y sus pensamientos estaban envueltos en un remolino, primero, lo que había sucedido anoche, aquel chico de lentes de contactos, maquillaje y olor a un perfume muy caro. Luego, lo que había sucedido en la mañana, aquel sueño... Porque ella, a pesar de haber estado despierta, sentía que había sido un sueño, donde sus hombros ardían en llamas, y además, iría a una de las tres reuniones más importantes de los años en Paris, la fiesta carmesí, o partie Crimson, como le decían en las redes sociales. Decidió olvidarse de lo negativo, y comenzar a pensar qué se pondría para la fiesta.

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