Capitulo III

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—Por Dios del Cielo! al paso que voy, les juro que terminaré como pasa seca de tanto llorar.

—Espero disfruten de este capítulo y no lloren tanto como yo lo hice mientras escribía.

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Dos semanas habían pasado desde que Maggie descubrió una verdad que cambiaria la vida de muchas personas.

La pobre anciana sufrió un bajón en su presión arterial, la cual la mantuvo en cama durante todo el tiempo que duró el viaje; Candy y Cathleen estuvieron al pendiente de ella durante todo ese tiempo

Una vez desembarcaron, el chofer de los Carnegie aguardaba por ellos en el puerto de Southampton para llevarlos a su mansion de Londres.

En cuanto llegaron, Cathleen buscó sus instrumentos médicos y revisó a la anciana mujer.

—Nana —¿Como te sientes?

—Mi niña —la mujer comenzó a sollozar.

—¿Que pasa nana, por que lloras, te duele algo, desea que te lleve al hospital?

Maggie se sentó —No mi niña, no es necesario que me lleves al hospital, mi mal es en el alma —dijo tomando a Cathleen de ambas manos.

—Señora Cathleen, aquí está el vaso con agua que me pidió —dijo Candy quien ingresaba a la habitación.

—Candy —Maggie extendió su mano para que Candy se acercara a ella.

Candy obedeció y tan pronto como Maggie la tomó de su mano y la acarició.

—Candy, cuéntanos como fue que llegaste al orfanato donde creciste.

Candy miró con extrañeza a la mujer frente a ella, pero luego sonrió al recordar su inolvidable Hogar de Pony.

—Siempre le estaré agradecida a mis padres, el que me hayan dejado en el hogar de Pony, crecí en un lugar lleno de limitaciones económicas, pero rodeada de todo el amor que un niño merece, aprendi el valor de las cosas, a perdonar y amar aún aquellos que me hacen daño —. Según me han contado las dos mujeres que me criaron y a quienes considero mis madres, caía una gran nevada cuando me encontraron dentro de una cesta bajo el gran padre árbol, envuelta solamente en una pequeña manta que tiene unas letras bordadas en uno de sus costados —Candy sonrió —la hermana María dice que me aferraba a una pequeña muñeca de trapo la cual tenía bordado un nombre, pronto se dieron cuenta que aquel nombre bordado en la pequeña muñeca era mi nombre, ya que encontraron una nota de quien fuera mi madre, donde decía las razones por las cuales me dejaba, además de revelar mi nombre —Candy cerró los ojos y sonrió al recordar su feliz infancia.

—Candy, sé que conservas esos objetos contigo, ¿puedes traerlos y mostrárnoslo? —pido una cansada Maggie.

Extrañada y sin entender las razones por las cuales Maggie le hacia aquella petición, Candy asintió, se puso de pie y fue a su habitación por sus tesoros.

Una vez de regreso, Candy se acercó a la cama de Maggie y le entregó la pequeña manta y la muñeca, Maggie comenzó a llorar y extendió la manta sobre la cama y colocó la muñeca encima de esta.

—¿La recuerdas mi niña? —preguntó Maggie dirigiéndose a Cathleen.

—Si nana, compré dos muñecas parecidas, una para la hija de Mati y la otra para mi bebé —¡Oh Dios mío nana! —Candy es...

Maggie negó con la cabeza —No mi niña

Candy miró a Maggie y luego a Cathleen sin entender una sola palabra de lo que estaba sucediendo y con voz temblorosa preguntó:

Nuestra Historia de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora