Se tapó la boca con una de sus manos, mientras con la otra apretaba las sábanas, para intentar ocultar sus gemidos altos, los gritos al alcanzar el clímax. Y sí, el golpeteo de la cama era difícil de disimular, pero tampoco podían ser tan silenciosos.
Especialmente si Bastien la estaba embistiendo de esa forma tan ruda y salvaje. Y para Kim fue imposible no volver a tener un orgasmo con aquel ritmo, pero para él nada parecía ser suficiente.
Se corrió una vez más en su interior, y salió suavemente, devorando su boca mientras se quitaba el condón... Qué era el último que había llevado.
—¿Estás bien? —le preguntó entre besos cortos, tomándola de las manos, entrelazando sus dedos entre sí.
—S-Sí, algo... Agotada —sonrió cansada, agitada, mirándolo a los ojos.
Él sonrió cálidamente, y volvió a besarla, soltando una de sus manos, para llevar la suya a su miembro, y masajearlo. Necesitaba bajarse la erección, o no podría vestirse para volver a su hogar.
Aún tenía que ir a buscar a Luke a casa de Gillian.
***
Desde aquella noche juntos, habían pasado dos días, y ahora que era viernes por la noche, Bastien la había invitado a cenar, sin Luke, ya que el pequeño había ido a cenar con su madre.
Sabía que el niño no había estado de acuerdo en estar con su progenitora, pero luego de que Bastien hablara con él, Luke había aceptado, con la condición de que su padre fuera a buscarlo en la mañana siguiente.
Lo que eso significaba... Qué el azabache tenía la casa para él solo.
¿Pero qué ponerse? Kim no sabía que ponerse para salir con él. La ropa que había llevado no era como para ir a un lugar lujoso, no era llamativa, más bien, era modesta.
Se suponía que sólo había viajado para hacer sus pasantías, no para tener sexo con su "jefe".
Había hablado con una de sus compañeras de residencia, y luego de pasar toda la tarde buscando y eligiendo, Kim se había puesto un vestido bastante escotado.
Y a la jovencita no le gustaba para nada mostrar sus pechos, siempre usaba ropa holgada que pudiera ocultarlos.
Sus mejillas tomaron un tono rosado, en el momento en que Bastien llegó a buscarla. La mayoría sabía ya que ellos habían estado juntos, pero su pena no era por aquello, sino porque el médico produjo un ronroneo ronco al verla.
Ser kanatita tenía ciertos beneficios, como saber lo que otra persona sentía por su aroma, como ahora, que él estaba excitado.
—Ya no sé si llevarte a cenar.
—¿Q-Qué? Pero estuve toda la tarde buscando que ponerme.
—Es verdad, no sería justo para ti —pronunció bajo, ronco, tocando con la punta de sus dedos uno de los brazos de ella, estremeciéndola—. Te ves preciosa... Deliciosa.
—Bueno, vamos mejor —murmuró apenada, pasando junto a él para ir hacia el auto.
Comenzaba a dudar que él la llevara a cenar, al contrario, él se la quería "comer" a ella. Y la jovencita sabía que terminaría cediendo rápidamente, porque también lo deseaba.
...
