O del preludio de Navidad
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Amelia prendió la veladora y la luz iluminó tenuemente la fotografía de Kat y Laia, ella juntó sus manos y oró en silencio. Oró por su nuera y su nieta. Oró por sus hijos. La casa se sentía solitaria y fría; había un gran bulto de trastes sucios en la cocina a pesar de ser la única que vive en el lugar y un incómodo olor a humedad inundaba el ambiente pero a estas alturas su cuerpo ya se había acostumbrado al mismo.
Suspiró. Su alma se sentía tan solitaria que le dieron ganas de llorar y así lo hizo. Lloró como muchas mañanas, tardes y noches lo hizo; lloró por su familia que parecía escaparse de entre sus dedos y lloró de frustración al no poder hacer algo para evitarlo.
"No eres capaz de mantener a tu esposo contento, ¿qué te hace pensar que podrías sacar adelante a tus hijos? Déjate de estupideces y termina de cocinar" Le dijo una vez Robert bastantes años atrás y ahora su voz sonaba más fuerte que nunca dentro de su cabeza.
Sollozó. Se levantó, caminó hasta el espejo y con delicadeza trató de secar esas lágrimas que caían a raudales de sus bonitos y tristes ojos tratando de no estropear su maquillaje.
Si el interior está destrozado, que al menos el exterior no lo muestre.
Mientras cumplía con su estricta rutina de los últimos meses un olor a cigarro la acompañaba; la manga de su gabardina desprendía esa molesta fragancia que quedó impregnada en ella desde la mañana cuando visitó a su hijo mayor. Lo encontró un poco más delgado y con un rostro enfermo; trataba de sonreír pero todo quedaba en un intento que solo demostraba lo fragmentado que se encontraba; apestaba a cigarro con un ligero aroma a alcohol y por más que Amelia tomaba sus manos tratando de darle calor estas no dejaban de estar frías.
Calmo en apariencia pero con una enorme energía en su interior que no todos tenían la dicha de presenciar; Benjamin era cuidadoso, protector y con una tendencia a pasar por un perfil bajo la mayor parte del tiempo; sin embargo fracasaba. Benjamin tenía una enorme presencia incluso si solo estaba de pie en una habitación llena de personas que conversaban los unos con los otros, incluso si guardaba silencio y veía por la ventana, incluso si no se oía su voz el resto sabía que estaba ahí.
Pero la imagen que su hijo le dio esa mañana estaba tan alejada de él mismo que le asustó. Él no era su Benjamin; él no era ese niño que ella vio crecer. Era otro; se lo cambiaron ¡estaba segura! Se lo cambiaron el veinticinco de diciembre del dos mil diecisiete; se lo cambiaron y pudo notarlo en el momento en que su pequeño despertó en el hospital días después del accidente con los ojos desorientados y la voz ronca. Su Benjamin no era quien vio esa mañana; su Benjamin era aquel que reía con Gwilym en la sala de su casa, el que jugaba con Juliette en el parque y enseñaba a Joe a lanzar el balón de rugby. Pero no el de hoy.
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Luces en el balcón || BenHardy x JoeMazzello
De Todo"Ahí, entre el suave perfume de las flores y los relatos de Juliette acerca de su primer semana de clases, las pláticas de Joseph sobre sus nuevos compañeros en el trabajo y el tintineó intermitente de las luces que colgaban del balcón; Benjamin se...