Capítulo 2: La liberación

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Anabella

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Anabella

La velada en la gran mansión De Santis continúa. Prostitutas se pasean por toda la estancia prendadas de los brazos de líderes, socios y otros morbosos invitados. Camino con decisión por los pasillos, Carlo pegado a mi espalda. Llego a la oficina de Alonso y abro, el estúpido nunca cierra con seguro. Tiene documentos, pertenecías y armas importantes aquí. Pero el imbécil nunca cierra con seguro. Blanqueo mis ojos y desde su escritorio toco un botón llamando a su mayordomo. Si, cada uno tiene su propio mayordomo.

El señor Polo entra y nos ve confundido.

—Polo, necesito que vayas con mi hermano y le digas que venga. Es algo de suma urgencia —El hombre canoso y estirado asiente y sale sin emitir ruido.

—Se molestara...

—¡Cállate! No seas gallina. Se trata de mí, siempre puedo entrar a las oficinas...

—Tú Anabella, yo no. No quiero ser carnada para tu hermano así que me voy...

En ese instante la puerta se abre y mi hermano aparece furioso. Señala a Carlo.

—¿Qué coño haces aquí? —Espeta. Carlo retrocede hasta ponerse detrás de mí.

—Vino conmigo —Respondo.

—Le pregunte a él no a ti —Lo mira furioso —¿Y entonces?

—Vine con ella, jefe. Se ha presentado una situación con Fabrizio...

Mi hermano palidece y me ve de pies a cabeza.

—¿Qué carajos pasó? —Golpea el escritorio y saca su arma colocándola allí. Una clara amenaza para mi acompañante.

—Enloqueció. Sacó su arma y amenazo a Carlo alegando que soy suya y su futuro ¿Me explicas?

Alonso me ve. Trato de poner cara de angustia. Soy su debilidad, y lo demostró hace un momento en cuanto de coloco la navaja en el ligero. Le importo. Es mi hermano después de todo.

—¿Te hizo algo? —Pregunta, niego.

—Afortunadamente Carlo llegó antes... pero ¿Y si no? ¿Por qué me dijo esas cosas? —Mi hermano achica los ojos hacia mí, está midiendo si miento o digo la verdad. Trato de suspirar angustiada.

—Tú, sal. Esto es un asunto estrictamente familiar —Suelta y Carlo sin emitir ruido sale.

Mi hermano va al mini bar y se sirve un poco de Jack Daniel's. Me siento sobre su escritorio. La navaja negra reluce en mi pálida piel.

—¿Puedes quitar esa estúpida cara de angustia? Ambos sabemos que es una actuación. Tu perrito faldero podrá creerte pero yo no, te entrene ¿recuerdas?

Sonrío y cambio mi cara. Me bajo del escritorio y camino por el lugar. Lo miro y él niega.

—Sigo esperando que me aclares qué coño le pasa a Fabrizio...

AnabellaWhere stories live. Discover now