Oliver Sykes a sus 22 años tenía la vida más que hecha, jefe de la empresa de su padre y recibido en Administración de empresas. Su humor siempre había sido tranquilo, controlado y al margen de lo necesario.Al menos hasta aquella noche de otoño en la que oyó como alguien tiraba los platos de su cocina.
Y él vivía sólo.
No se acobardó, ni mucho menos, muy por el contrario tomó su bate de softball y bajó hasta la cocina preparado para noquear a cualquier ladrón que osó de entrar a su casa.
¡Y qué sorpresa fue prender la luz y encontrar la cocina totalmente vacía, toda su vajilla destrozada y la ventana levemente abierta!
Rió tomando una bolsa de plástico y con su mano comenzó a meter todo el desastre en ella, él no creía en los fantasmas, él no creía en nada y la única explicación que halló fue que él había dejado mal puestas las cosas en un principio.
Pero, cuando estaba terminando de limpiar, y sintió que algo se prendía de su pantalón, el terror lo invadió. Con lo poco que le quedaba de coraje se giró, y, otra sopresa más, una especie de ser humano de no más de 15 centímetros lo miraba expectante.Ambos, a punto de entrar en pánico al más mínimo movimiento del contrario.
El silencio inundó la sala, Oliver no parpadeaba y el chico en miniatura se removía asustado, muy lentamente.
Y de repente Oliver alzó el bate, el chico echó a correr por la casa a toda la velocidad que sus cortas piernas le permitían mientras el empresario lo corría cual desquiciado.
Y así estuvieron, uno intentando matar al "bicho" y el "bicho" corriendo por su vida, trepándose a los muebles y saltando de un lado a otro, gritandole que se detuviera. Que no quería morir todavía. En algún momento alguno de esos gritos hizo efecto ya que Oliver paró su persecución dejándose caer en el sofá. Agotado.
El chico se trepó con dificultad a la mesa de café y se sentó en ella, mirándolo, esperando alguna reacción.
"¿Qué cosa eres?" Inquirió Sykes entrecerrando los ojos, estaba prácticamente seguro de que estaba teniendo alguno de esos sueños extraños que luego le contaba a su psicólogo y eran consecuencia de su estrés. Pero ese bicho parecía demasiado real.
Hasta humano.
"No soy un algo, soy un alguien. Me llamó Andrew." Habló el pequeño y, una novedad, parecía ser bastante tímido "Una anciana me transformó en pequeño por haberle robado un colgante que no valía nada." Murmuró. Oliver gruñó y se acercó más a él, escrutandolo con la mirada.
"¿Qué haces en mi casa? ¿Querías robarme?" Su voz sonó aspera y fría, a punto de asesinar al pequeño con palabras. Este se removió e intentó hacerse más pequeño, si eso era posible.
Oliver no sabía ser más amigable.
"No como hace días, y el hambre me tiene desesperado. Vi tu ventana abierta y creí que habría algo." Habló con la voz temblorosa. "Lo lamento, ya me iré." Susurró parándose. Y Oliver se tomó la libertad de analizar al chico, notando sus ropas rotas y lo sucio que se veía. Era todo muy extraño para su gusto, pero sus padres le habían enseñado a no ser egoísta.
Al menos, no la mayor parte del tiempo.
"Quédate a pasar la noche y mañana a la mañana veremos que hacer." Espetó acercándose a su botiquín y agarró algo de algodón con unas vendas, improvisando una cama pequeña. La preparó en la mesa y lo miró por última vez antes de entrar a su cuarto. "Como mañana me despierte, me falten cosas y no estés, te juró que te encontraré y te aplastaré con este bate." Amenazó, encerrandose de un portazo.
Ya en la comodidad de su cama suspiró, se sentía demasiado cansado como para hacer nada y, casí sin darse cuenta, cayó dormido esperando a que todo realmente hubiese sido un mal sueño y no un encuentro extraño, que le cambiaría la vida.
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Cuidando a un Mini Andy •‖Sysack‖・
Teen FictionOliver era feliz con su vida perfecta hasta que un Andy en miniatura irrumpe en su casa y queda bajo su cuidado. ✦Homosexual ✦Universo Alternativo ✦Contenido +16 ✦Fantasía ✦Fanfic ✦Todos los créditos correspondientes a la autora original ✦ADAPTAC...