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Andrew gruñía por lo bajo mientras se hundía aún más en el agua. Debería estar disfrutando del baño, pero sólo podía murmurar por lo bajo y hacer burbujas con el jabón.

Estaba cansado, irritado, su estatura lo tenía hasta la coronilla. Llevaba ya 4 semanas, 2 días y 7 horas bien contadas desde que estaba conviviendo con Oliver, no era necesario aclarar el estorbo que se sentía.

"¿Ya has terminado?" Oyó del otro lado de la puerta y metió la cabeza en el agua, agobiado. Si fuera por él, se quedaría todo el día ahí metido. "Andy, ya hace frío, te enfermarás." Espetó Oliver antes de abrir la puerta.
Andy gruñó por lo bajo y se hizo una bolita.

"No quiero salir." Se quejó mirando al mayor de reojo. Oliver sonrió de lado y el corazón de Andrew se encogió. Dios, que hermosa sonrisa.
Últimamente el mayor sonreía más, no era tan gruñón e incluso llegaba a bromear, cosa que le ponía muy nervioso.

Demasiado.

"O sales por tu cuenta o te saco yo." Habló Oliver amagando con tomarlo entre sus manos y Andrew se sobresaltó tomando la mini toalla que tenía a su lado, atandosela a la cintura.

"Te podría denunciar por intento de violación." Amenazó el pequeño mientras sacudía su cabeza como perro. Oliver rió y destapó la cañería dejando que el agua fluyera. No quería ni imaginarse lo que sería o como sería violar a ese pequeño.

Joder, que horrible imagen mental.

"Y yo a ti por intento de robo y daños y perjuicios. Me has roto ya 3 platos y 2 vasos, también me has tirado la l…" Enumeraba el castaño, desviando el tema, mientras guardaba todo en su respectivo lugar.

"¡Bien! ¡Ya entendí! Soy torpe." Confesó Andy, tomando un pedazo de papel higiénico para secarse el cabello. El mayor tomó el trozo sin sacar su sonrisa y comenzó a secarle el cabello con los dedos. Andy suspiró cerrando los ojos. Se sentía tan bien el ser mimado por Oliver, le encantaba.

"Te comportas como un niño cuando en realidad tienes 17 años." Murmuró Oliver burlón, despertando al pequeño de su ensoñación.

"Casi 18, para tu información." Respondió con fingada altanería Andy.

"¿Cuándo es tu cumpleaños bebé?" Inquirió Oliver haciendo énfasis en la última palabra, robándole un bufido a Andrew. Un bufido que ocultaba una sonrisa.

"El 26 de Diciembre, tonto." Se quejó por lo bajo mientras tomaba un bóxer y se lo ponía cuidando que Oliver no viese nada de sus partes sagradas.

"Falta poco." Comentó el mayor a la vez que le colocaba la camiseta a Andrew con sus dedos. El pequeño asintió sacudiendose y lo encaró con una sonrisa radiante. Y Oliver no pudó reaccionar, el pequeño se veía completamente tranquilo ante lo que había hecho más parecía no notar la tristeza que conllevaba decirlas.

"Me alegro." Respondió dubitativo. Andrew se encogió de hombros y saltó al suelo antes de caminar hacía la sala de estar. Oliver se apuró en terminar de ordenar todo en el baño para luego ir tras el pequeño.

Andy se veía muy concentrado mientras miraba a través de la ventana en silencio. Oliver sonrió, se veía tan precioso el pequeño en esa posición, tan tierno.

Todo un muñequito de porcelana.

"¿Qué quieres para cenar?" Andy lo miró y sonrió.

"Spaghettis" Respondió haciendo puchero, Oliver odiaba la pasta y Andy lo sabía muy bien. El mayor bufó caminando hasta la cocina, resignado.

Andy bajó la mirada y observó lo pequeño que era a comparación del marco de la ventana.

Sus pies apenas si medían lo mismo que la cabeza de un clavo, y ni hablar de sus manos. Eran tan pequeñas que le molestaba.

Quería su altura normal de vuelta.

Se abrazó a sus piernas y escondió su cabeza entre ellas. Estaba cansado de sentirse tan inútil, débil, y el hecho de que Oliver lo tratasé como a un niño le dolía.

Porque Oliver le gustaba y mucho.

Pocas veces podía recordar haberse enamorado, o siquiera que alguien le hubiese gustado, pero ahora estaba convencido de que su corazón estaba confundiendo el buen trato con amor.

"Ven a comer, Andy." Oyó desde la cocina y suspiró mirando una última vez por la ventana. Estaba pérdido.

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"Andy."

"¡Ni loco!"

"Andrew."

"¡¿Acaso quieres que muera?!"

"Por dios Andy, solo te estoy pidiendo que te escondas aquí dentro." Bufó Oliver, señalando el bolsillo de su chaqueta.

"¿No puedo simplemente, no sé, quedarme?" Balbuceó en un lloriqueó el pequeño, mientras se cruzaba de brazos.

"¿Y arriesgarme a que la cocina termine víctima de alguno de tus experimentos? No te he cocinado Andy, y no pienso cepillarme los dientes con un cepillo que estuvo pegado en el techo. No de nuevo." Reclamó el mayor, acomodándose la corbata mientras observaba a Andy de reojo, con fingida molestía. "Sabes que no puedo faltar al trabajo solo por miedo a tus desastres."

"Fueron solo 5 veces, Oli." Y ahí estaba el apodo con el que conseguía absolutamente todo. Oliver suspiró blanqueando los ojos, tratando de controlar la sonrisa que amenazaba estamparse en su rostro.

"Y han sido 5 cepillos que he tirado al tacho, 7 vasos rotos y 2 huevos fritos que acabaron en la pared." Refutó girandose antes de agacharse a la altura de Andy.

"Ha sido sin querer." Murmuró el pequeño con un rastro de sonrojo sobre sus mejillas.

"Lo sé, pero tus accidentes me cuestan dinero bebé." Oliver le dedicó una de sus sonrisas más encantadoras y Andy se giró metiéndose en el bolsillo del saco rápidamente.
No había cedido por culpa, si no porque su rostro parecía un tomate en ese momento y no quería que Oliver lo viese tan avergonzado.

Qué lástima que Oli lo sabía de sobra.

Cuidando a un Mini Andy •‖Sysack‖・Donde viven las historias. Descúbrelo ahora