«Leves toques...»

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Otros días le siguieron a los de antes. Mingyu con su novia en los recesos, y una mirada lejana que los observaba con tristeza. 

Wonwoo estaba destrozado. Su madre estaba más que molesta con él, lo regañaba hasta por respirar, lo tenía harto. 

Estaba con sus amigos, tratando de reír y conversar en el receso en la banca de siempre. Sentados unos correctamente y otros no tan bien, como Hohi y Minghao quienes hablaban con más proximidad. Se veían tiernos mientras reían. 

El mayor de todos, Joshua, miró a Wonwoo tratando de entender la mirada perdida de este, o las ojeras que cada día parecían extenderse. 

—¿Pasa algo Wonwoo?—Los chicos que antes carcajeaban, dejaron sus risas para prestarle atención a su amigo.—Te ves más desanimado. ¿Pasa algo?—Puso una mano sobre su hombro, tratando de reconfortarlo.

—Nada... Sólo son problemas con mi madre. No es nada importante.—Pasó sus manos por el rostro, cansado, bostezando luego.—Duermo una hora y media hace... No sé cuantos días.—Bajó su cabeza, mirando a Joshua.

—¿Por qué? ¿No puedes dormir o qué?—El mayor estaba preocupado, con su tono de voz suave de siempre le preguntó con delicadeza. 

—Es mi madre... Sólo... No me deja dormir. No quiero hablar de esto en verdad.—Había sacado de su bolsillo un papel de color azul, tenía las palabras sencillas de siempre. Tenía el suficiente coraje para hacerlo ahora, no más arrepentimientos.—Ahora tengo algo que hacer. Nos vemos chicos.—Con un ademán triste y algo desganado, se paró yéndose con un papel azul en las manos. 

Caminó por todos los pasillos de la escuela. Habían algunos chicos o chicas en sus casilleros para la siguiente clase, pero él no le importaba. Llegó a aquel casillero que lo tentaba a llenarlo de notitas, y depositó el papel azul. Su respiración se detuvo antes de liberar un suspiro. 

Con zancadas largas, se fue a su siguiente clase, sin embargo las clases no habían empezado, era el lugar para resguardarse. Su corazón no daba más, y no por su corrida, si no por lo que había hecho. Se sentía confundido, más que antes. 

Mingyu caminó con tranquilidad, era un día soleado, sus favoritos. Le tocaba literatura, no le gustaba, la odiaba. Pero tenía que ir. Sacó sus libros y guardó otros, pero cuando sacó algunos libros, se encontró con un papel azul. Tenía una letra irreconocible, nunca la había visto. Desdobló un poco más la nota, y la leyó moviendo los labios levemente. 

Se quedó pensando, con varios libros bajo el brazo, la nota en las manos, el casillero abierto y la mente volando tratando de descifrar lo que pasaba.

Unos brazos lo rodearon, el papel de color azul sólo se mantenía en una de sus manos tratando de esconderse. Cerró de un portazo su casillero, y miró a su novia quien estaba rodeándolo como una especie de koala. Se dio vuelta, encontrando su mirada extrañada. 

—¿N-No deberías estar en clase?—El castaño miró a la chica recelosa por su tartamudeo. Aquella chica era completamente celosa, y cualquier acción rara o sospechosa que él hacía, ella la cuestionaba. Eso era el punto que más odiaba de Yun, la chica de cabello castaño. 

—¿Qué era eso que tenías en las manos? Quiero ver.—Tenía el ceño fruncido, y eso asustaba a Mingyu. Él no traía nada detrás de todo, pero seguro ella lo malinterpretaría. Ella se lo quitó de su mano, y lo leyó concentrada, como si no pudiera creerlo.—¿Qué rayos es esto?—Dijo señalando el papel.—Es una mierda. Sólo yo te puedo amar....—Tomó el papel, y lo rompió en pedazos.

Mingyu quedó atónito ante esa acción tan celosa y posesiva que sólo frunció su ceño enojado. La miró, recorriendo con su mirada enojada su rostro molesta y posesiva, como si sus ojos ardieran en celos.

Querida Rosa; MeanieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora