«Un sitio especial, donde las lágrimas no existen.»

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Quizás no era una relación normal, eran algo extravagante que ni siquiera sus amigos entendían. Le preguntaban a el mayor si estaba enamorado, pero respondía que no tenía idea porque nunca se ha enamorado como para comprobarlo. Si le preguntan si le gusta, dice que es algo más que sólo gustar, y cuando llegaba el menor lo veían volar en nubes para luego irse. No lo entendían, pero lo veían feliz, eso era lo importante. 

Mingyu estaba igual, aunque sus amigos no eran tan insistentes, sólo lo apoyaban, alegrándose por todo lo que ellos escuchaban. 

Hoy era viernes, ambos chicos estaban ansiosos. Habían quedado en ese sitio especial, donde nadie los puede molestar. En ese edificio que sólo es un escape para ambos, para besarse sin sentirse juzgados, para abrazarse bajo los rayos del sol, para mirarse, para hablar, reír, y también quedar en silencio. 

Ansiaban cada segundo.

Porque cada uno era un instante, fugaz, único, perfecto, y emocionante. No podían no decir que no se querían. Pero, era algo que no podían decir, algo que no podían transmitir con palabras. Sólo hacer escuchar a su corazón que explota en sentimientos, arco iris y emociones con dos palabras. No eran más que dos personas enamoradas a punto de saber lo que querían. Subiendo por el empinado arco de colores para luego tirarse con las manos tomadas, disfrutando el aire pasar por sus mejillas. Necesitaban descubrir lo que sentían sin sentirse avergonzados, sin sentir que ese sentimiento de querer achuchar a la persona de al frente no sea algo que no deban de demostrar. 

Y eso debía quedar claro.

Parecían más amigos que una pareja formándose. 

Eso los confundía a ellos, y a todos aquellos que los miraban. 

Salieron de clases, y con una despedida a sus amigos, se fueron corriendo.

—Joshua, ellos están raros.—Pronunció Soonyoung mientras miraba al mayor con ternura en los ojos.

—Tranquilo, ya se darán cuenta de que son más que sólo amigos, y más que sólo gustar. Un paso a la vez.—Ambos asintieron, escuchando las risas lejanas de los chicos que escaparon de todo para disfrutar de ambos.

Volviendo con esos chicos, en unos quince minutos ya estaban sobre el edificio, dejando sus mochilas tiradas. Wonwoo sacó de su mochila un cuaderno, un lápiz y goma, un bolígrafo y una mirada extrañada de Mingyu.

—¿Qué haces? No es tiempo de hacer los deberes.

—Lo siento, en casa no puedo hacerlos.—Susurró, bajando el cuaderno de sus piernas, mirando al menor que estaba con mirada confundida. Se desplazó por el sillón hacia el mayor que tenía dos lápices, uno en cada oreja. Se veía gracioso.

—¿Por qué? este tiempo es para disfrutar de ambos.—Se acercó un poco más a Wonwoo, besando su mejilla levemente. 

—Porque... Te explicaría, pero... 

—¿Pero?

—Pero mi familia sólo es una mierda.—Susurró, mientras Mingyu se alejaba levemente.

—Cuéntame. Puedes confiar en mi.—El castaño bajó sus lápices, su cuaderno y miró a Mingyu.

—Mi madre es una alcohólica que sólo hace mi vida más miserable. Mis padres se separaron cuando era pequeño, y mi padre sólo se olvida de mi existencia. Siempre estoy solo en casa. Y para prevenir cualquier cosa en mi casa, tengo que cuidar a mi madre bebida. Me siento horrible en casa, intento llegar tarde, pero no puedo porque sabe a que hora llego yo.—Suspiró, pasando manos por su cara. El ambiente se volvió más tenso, y el menor sólo quería abrazarlo.—No quiero más, juro que no duermo pensando que mi madre llegará a hacerme algo. No tengo a donde ir, y mi padre sólo hace las cosas más complicadas. 

Querida Rosa; MeanieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora