MINE

6.6K 331 30
                                    


A pesar de que tenía a Lucho a menos de un metro de distancia, era como si estuviéramos separados por kilómetros, ni siquiera estaba escuchando sus gritos. Me daba exactamente lo mismo lo que estuviera diciendo. Todos los días era igual, algo en su patética vida le salía mal y corría a desquitarse conmigo. Ya estaba acostumbrada, era como si mis oídos se desconectaran en cuanto él empezaba a hablar.

Tomé la botella y llené el vaso con mezcal antes de tomar un gran trago. Estaba esperando que el alcohol pudiera relajarme un poco pero al parecer no tendría tanta suerte hoy.

"¡Valentina!" Exclamó Lucho al mismo tiempo que apretaba mi brazo fuertemente tratando de llamar mi atención. Traté de zafarme y me apretó aún más fuerte. "¡Te estoy hablando! ¿Estás sorda o qué?"

"Ay, déjame en paz." Me solté de su agarre y bebí un poco más. "Ya me hartaste, Lucho. Voy a salir. Te quedas en tu casa." Dejé el vaso en la barra de la cocina, tomé mi bolsa y me dirigí a la puerta de la entrada haciendo caso omiso a las palabras de este güey.

Nadie entendía por qué le aguantaba todo esto. A veces ni siquiera yo misma. No es como que fuéramos novios, simplemente era algo así como una distracción aunque últimamente parecía que a él se le olvidaba que no éramos nada más que amigos con derechos y se sentía mi propietario. Probablemente teníamos la relación más tóxica que podía existir, pero no me importaba. Todo en mi vida era bastante tóxico en esos momentos.

Y al final de cuentas, así como yo le aguantaba sus arranques de celos y estupideces, él también aguantaba todo lo que yo hacía. Bien dicen que para que una pareja sea tóxica, ambas partes deben serlo y Lucho y yo éramos la prueba de eso.

No tengo idea de cuánto estuve caminando tratando de despejar mi mente pero de pronto me encontraba frente a una pequeña cafetería. Entré y busqué la mesa más alejada, lo que necesitaba en estos momentos era el mínimo de interacción humana posible.

Minutos más tarde te vi por primera vez.

Cabello negro, ondulado y largo. Tu tez dorada y un cuerpo espectacular. Estabas limpiando una de las mesas y moviendo tus caderas al ritmo de la suave música de fondo que había en el lugar. Quedé hipnotizada. No podía dejar de mirarte. Te veías tan feliz, como si no tuvieras preocupaciones, como si todo estuviera bien. Te envidié en ese momento, pero también tenía unas inexplicables ganas de conocerte, de saber más de ti.

De pronto giraste tu rostro hacia mi y nos miramos a los ojos. Juro que mi corazón se detuvo por unos segundos. Te quedaste mirándome y me dedicaste una sonrisa.

¿Crees en el amor a primera vista? Antes de verte creía que era la más grande estupidez pero en ese momento no supe qué pensar. Sinceramente nunca había sentido algo así al ver a alguien.

Ese día platicamos un poco, después de tomar mi orden y traer mi café, te invité a sentarte conmigo. Afortunadamente la cafetería estaba vacía y pudimos conversar por horas. Preguntaste por mi vida pero yo preferí escuchar sobre la tuya. Me contaste que estudiabas diseño de modas y que te habías mudado de un pequeño pueblito, ahora trabajabas medio tiempo en esta cafetería para pagar tu departamento y los materiales de la escuela. Me perdí en tu voz, en el brillo de tus ojos, en la pasión con la que hablabas de tus planes y de tus sueños.

A partir de ese día empecé a pasar cada vez más tiempo en esa cafetería, me aprendí tus horarios para visitarte. Sentía que por primera vez en mi vida tenía una amiga. Empecé a abrirme un poco. A dejarte entrar.

Podíamos hablar por horas sin cansarnos, pero también podíamos pasar horas en silencio disfrutando de la compañía de la otra. Poco a poco comencé a sentirme viva, esperanzada. Nunca antes había sentido la necesidad de alguien, la añoranza de pasar mi tiempo con otra persona. Nunca me había molestado en enamorarme o en intentar tener una relación linda porque siempre había creído que nada es para siempre. Todo termina y todos se alejan.

Tenerte a ti, mi hermosa Juls, en mi vida empezó a cambiar muchas cosas dentro de mí. Comencé a tomar menos, a cuidarme más. Terminé con lo que fuera que tenía con Lucho para siempre y me alejé de esos "amigos" que solo se preocupaban por el alcohol y las fiestas. Me enfoqué en la escuela y decidí no volver a faltar a clases nunca para poder subir mis notas. Dormía más y comía mejor. Tú eras como mi medicina y una gran motivación para ser una mejor versión de mí misma.

Quiero creer que también te ayudé. Te hacía reír y te cuidaba. Te hacía compañía mientras tú trabajabas en tus diseños, modelaba para ti y te dejaba probarme toda la ropa que quisieras. Tú decías que yo era tu musa.

Los meses pasaron y nuestra amistad fue creciendo más y más. Los fines de semana empezamos a ir al parque a hacer ejercicio y a tomar una clase de bachata en la que tú eras extraordinaria y yo un fracaso total. Pero te encantaba bailar conmigo así que me tragaba la vergüenza y hacía el oso de la vida cada sábado con tal de verte feliz.

En uno de esos sábados nos sentamos en el pasto a la orilla del lago y de pronto me encontré besándote con una ternura y una pasión que jamás había sentido. Pusiste tu brazo alrededor de mí y me di cuenta que lo que sentía por ti no era amistad. Te amaba.

Te pedí que fueras mi novia esa misma noche cuando nos despedimos.

Nos graduamos meses después y nuestra relación cada vez iba mejor. Me había convertido en una mujer fuerte, independiente y muy feliz. Era como si tuviéramos el mundo a nuestros pies, ¿te acuerdas?

Tu departamento estaba más cerca de mi trabajo así que ahí era donde pasábamos la mayoría de las noches. Cada vez había más ropa mía ahí y me diste varios cajones para guardar mis cosas. Te conté mis secretos, entendiste por qué me daba tanto miedo el amor y por qué había pasado toda mi vida alejando a las personas. Te conté de las adicciones que habían acabado con la vida de mi mamá cuando yo era muy pequeña y el daño tan grande que me había dejado la ausencia de mi padre quien se había dedicado al trabajo y nunca se había preocupado por mí.

Me dijiste que nunca cometeríamos los mismos errores de mis papás.

Nos mudamos juntas un año después y aunque al principio todo parecía perfecto, poco a poco fueron apareciendo algunos problemas. El mayor de ellos era el dinero, tú estabas trabajado como becaria en una casa de moda y tu sueldo era modesto, yo no ganaba mucho en mi trabajo como columnista en el periódico pero papá me daba una enorme cantidad de dinero cada mes para compensar su ausencia. Sin embargo, te empeñabas en dividir todos los gastos y yo no entendía por qué no dejabas que te apoyara más.

Estaba completamente segura que algún día serías una diseñadora famosa internacionalmente, que tendrías pasarelas en las capitales de la moda y todos hablarían de ti. Solo quería hacer el camino un poco menos pesado para ti porque veía lo mucho que trabajabas. Tú me habías ayudado en formas inimaginables y me habías dado cosas que valían muchísimo más que todo el dinero del mundo. Aún así te oponías y nuestras peleas eran cada vez más frecuentes.

Era un martes en la madrugada, me había quedado dormida en el sillón esperando a que llegaras del trabajo. Eran las dos treinta am. Estabas mal humorada por no haber comido desde la mañana y muy cansada porque habías tenido que quedarte a arreglar unos vestidos mal terminados de una de tus compañeras a cambio de dinero extra.

Saqué el tema del dinero otra vez y comenzamos a discutir. Nos gritamos como nunca antes y salí corriendo del departamento creyendo que lo más hermoso que tenía en mi vida estaba llegando a su fin. Mis lágrimas caían sin cesar y me faltaba el aire por mi llanto.

Me seguiste hasta alcanzarme y yo me preparé para el final de nuestra historia. Después de todo, tarde o temprano todo termina y todos se alejan, ¿no?

"Ya sé que esto se acabo, te vas a ir igual que todos."

Tomaste mi mano y me miraste a los ojos. "Yo nunca te voy a dejar sola." Me jalaste hacia tu cuerpo y rodeaste mi cintura con tus brazos abrazándome fuertemente. "Valentina Carvajal, eres lo mejor de mi vida."

¿Puedes creer que ya han pasado 6 años desde esa noche? ¿Creíste que estaríamos aquí hoy?

Volteo a mi lado y te observo en silencio acostada en el sillón con tu hermosa pancita de embarazo y acariciando el rubio cabello de nuestra pequeñita que duerme plácidamente con su cabeza sobre tus piernas.

Juliana Valdés, en ese momento no te lo dije pero también eres, has sido y siempre serás lo mejor de la mía. 

MineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora