Acabamos de recibir la llamada de Panchito para decirnos que el estudio de los seis meses salió bien. Lupita está en remisión y ha sido la mejor noticia que hemos tenido en mucho tiempo. Después de la cirugía y de todos los tratamientos que siguieron: quimioterapia, radiación, terapia psicológica; el saber que las cosas están bien ahora es un gran alivio. Obviamente sabemos que debemos ser cuidadosos, que este no es un diagnóstico definitivo y que la enfermedad es tan impredecible que sería ingenuo creer que todo estará perfecto.
Pero el suspiro que salió de tu boca al colgar esa llamada fue lo más liberador que he escuchado.
Emocionalmente también ha estado mejor, el domingo pasado se la pasó jugando con los niños cuando fuimos a comer a su casa. Hace mucho tiempo que no lo hacía. Hace mucho tiempo que ni siquiera los veía pero fue lindo pasar la tarde así, no sabía lo mucho que necesitaba escuchar tu risa hasta que soltaste esa carcajada al oír a Lua contando los chistes que le enseñé. Ya sé que son malísimos pero la sangre cómica no corre por mis venas. Igual te reíste y después volteaste a verme. Por unos segundos me dirigiste esa mirada tan tuya. Tan tierna, tan hermosa.
El punto es que te extrañaba, necesitaba oírte reír, verte sonriente. Necesitaba el brillo en tus ojos. Aún necesito más cosas, el calor de tus brazos, el sabor de tus besos.
Pero ahí vamos, creo. Saber que Lupita está mejor es una bendición y la terapia también lo ha sido.
Lo cierto es que nos ha ayudado muchísimo. Y digo nos porque, aunque yo no esté yendo, verte mejor es mi regalo más grande.
Cuando te propuse que Lupita fuera a terapia no sabía qué iba a pasar. Honestamente desconfiaba bastante pero ya no sabía qué otra cosa hacer.
Cuando perdí a mamá, papá me llevó al psicólogo por meses y jamás quise contarle absolutamente nada, era un señor muy serio que no me daba confianza. Tú mejor que nadie sabes que los traumas de mi infancia me persiguieron por años así que la idea de hablar con un extraño sobre las cosas que te duelen me parecía fatal. Pero era la única alternativa, ya no tenía idea de qué otra cosa podría hacer para ayudar a tu mamá y por ende, ayudarte a ti.
Afortunadamente aceptaste y la convenciste de intentarlo.
Lleva casi tres meses asistiendo dos veces por semana y cada vez la veo más ligera. Hace casi un mes decidiste ir tú también, estabas cargando demasiado peso sobre tus hombros y aunque lo que más quería era que pudieras abrirte conmigo, entiendo que es difícil mostrarte vulnerable cuando todo el mundo espera que seas fuerte.
Al colgar el teléfono volteas a verme, las lágrimas inundan tus ojos y muerdes tu labio con fuerza como haces siempre que quieres llorar.
Mi amor, ¿por qué estás tan triste? Acabamos de recibir la llamada que hemos esperado tanto. "Juls, ¿qué pasa?" Te pregunto tratando de leer en tus ojos la respuesta, tratando de encontrar una explicación de por qué en lugar de que estés sonriendo, tu rostro está tan triste.
Bajas la mirada y escondes tu cara en tus manos. Niegas con la cabeza y te escucho llorar. Me preocupo al instante.
"Mi amor." Te hablo nuevamente e intento acercarme a ti.
Estos últimos días hemos tenido más contacto físico, te acercas más a mi, duermes abrazándome como antes. Nos besamos cuando llegas del trabajo y antes de que vayas a dejar a los niños a la escuela. Poco a poco hemos estado acercándonos más, dejando que nuestros cuerpos vayan acoplándose nuevamente. Aún así a veces dudo entre tocarte o no porque no quiero que te alejes y te cierres. No quiero retroceder ahora que siento que eres más tú.
Doy solo un paso hacia ti y espero tu reacción, no te mueves. Estiro mi brazo para buscar tu mano y al encontrarla, entrelazas nuestros dedos y los aprietas fuertemente.
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Mine
RomanceAU La vida de Juliana y Valentina como mamás. Serie de one-shots basados en canciones.