Capítulo 8

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Capítulo 8

Naruto

Oh, por Kami. Sentía como si necesitara sentarme o me iba a caer. No podía apartar la mirada de la pantalla. No sucedía nada. Por supuesto que no. Millones de personas en Tokio se encontraban estupefactos. Aparte de ellos, ¿cuántos nunca lograrían regresar? ¿Cientos? ¿Miles? No podía creer lo que acababa de presenciar.

Una voz resonó en la radio, declarando la caída exitosa de las bombas de pulso electromagnético. Nadie aplaudió en la sala. Me alegré de que no lo hicieran porque estaba seguro de que Sasuke o yo hubiésemos terminado con ónix rociado en la cara.

—Vamos a iniciar una exploración de las pulsaciones eléctricas —anunció el hombre que había estado contando antes—. En dos minutos debería tener los datos.

El General Saratobi asintió. —Gracias.

—Los Luxen y sus muchas escisiones emanan una respuesta eléctrica—explicó Tsunade, pero ya lo sabía. Por eso las pistolas de energía eran tan peligrosas. Nos freirían en un nivel masivo.

Sasuke pasó un brazo alrededor de mis hombros y me arrastró a su lado. Cuando puse mi mano en su pecho, pude sentir el zumbido de su cuerpo. Estaba enfadado como yo. La furia que se arremolinaba dentro de mí provocó que una oleada de estática estallara a través de mi piel.

Había tanta frustración, porque sabía que nuestras opciones eran limitadas, ¿pero esto...?

La magnitud de lo que acababa de suceder se hallaba más allá de perder vidas. Hoy, cualquiera que fuera la fecha, pasaría a la infamia como el día en que la ciudad de Tokio fue detenida. Nada volvería a ser como antes. Todas las redes eléctricas y la compleja infraestructura que estaban tan fuera de mi ámbito de conocimiento habían desaparecido.

—No es posible recuperar eso, ¿no? —le pregunté y mi voz sonaba ronca.

La mandíbula de Shikamaru se endureció. —Tomaría décadas si no más, para reconstruir lo que era.

Cerré los ojos, me sentía derribado por las ramificaciones de esto.

—No hay ninguna actividad —anunció el hombre—. Ni siquiera una intermitente.

Sasuke se tensó a mi lado y presioné la mano contra su pecho. Tenía que haber fallecido una gran cantidad de personas inocentes.

Y aquello era sólo el comienzo. Lo sabía. Le harían esto a más ciudades y en todo el mundo, más gente inocente moriría y el mundo se convertiría en... pura mierda, la vida como la conocíamos iba a ser una jodida novela distópica como creía antes, pero de verdad.

Apartándome del pelinegro, me volví y enfrenté al General Saratobi.

—¡No puede seguir haciendo esto, dattebayou!

Sus profundos ojos grises encontraron los míos y sabía lo que tenía que estar pensando: ¿Quién demonios es este chico para pensar que puede decir algo? Y tal vez no tenía ningún derecho de hacerlo. Diablos, en el gran esquema de las cosas yo no era nadie, sólo un fenómeno de la naturaleza, pero no podía estar aquí y no decir algo mientras, literalmente, destruían el mundo, una ciudad a la vez.

—Está destruyendo millones de maneras de vivir y sin ni siquiera tomar en cuenta a las personas que murieron cuando se lanzaron esas bombas, ttebayou —le dije con voz temblorosa— ¡No puede seguir haciendo esto, de veras!

—Esta no fue una decisión que apareció de la nada, joven Naruto. Créame cuando digo que hubo y habrá muchas horas en la que se me perderá el sueño —respondió—. Pero no hay otro camino.

ResistenciaWhere stories live. Discover now