Capítulo 1

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La adquisición de mascotas en la Metropolis central de Tanagura estaba regulada en su totalidad por las leyes de mascotas, como se explicaba en el artículo nueve:


          I. Calificaciones

          II. Procedimientos de registro.

          III. Crianza

          IV. Prevención de enfermedades

          V. Requisitos para reproducción

          VI. Garantía de calidad

          VII. Prohibiciones

          VIII. Límites disciplinarios

          IX. Procedimientos de disposición.


Las reglas eran más que una serie de regulaciones para las élites que criaban mascotas como una forma de simbolizar su prestigio; eran la manera que tenían los aristócratas favorecidos por Júpiter de dar a conocer sus respectivos estatus.

Las posesiones llamadas "mascotas" eran más específicamente muñecos sexuales producidos en instalaciones de cría licenciadas para proporcionando de juguetes domesticados. Los muñecos sexuales eran genéticamente idénticos a los humanos, pero eran y permanecían siendo artefactos manufacturados.

Los muñecos sexuales eran creados a través de técnicas artificiales muy distintas a las unidades de reproducción natural. Como prueba de su origen, cada cuerpo tenía un número serial inscrito en la planta del pie, y todos sus documentos eran manejados y mantenidos por la instalación de donde provenían.

Vivían, pero no eran humanos. Consecuentemente, mientras las mascotas fueran provistas de un mínimo básico de disciplina y manutención, su existencia no requeriría mayores obligaciones.

Era muy natural que a las mascotas, identificadas por sus dueños únicamente por sus números seriales y careciendo hasta del más mínimo grado de dignidad humana, se les negara cualquier derecho humano o privilegio. El único "rango" que poseían era el que les otorgaba su certificado de linaje registrado, y cualquier valor adquirido por el "privilegio" de pertenecer a uno de los miembros de la élite.

Sin embargo, limitados por las rígidas restricciones del sistema de clases Zein, para la gente de Midas un certificado que acreditara al propietario élite de una mascota era un accesorio fascinante, el símbolo de una fantasía que estaba fuera de su alcance. No cualquiera podía convertirse en la mascota de una élite; solo unos pocos elegidos pasaban la prueba seleccionadora. Las mascotas que servían como símbolo de estatus de las consagradas clases altas, los gobernantes de Tanagura, eran criados en la Torre Imperial de Eos, y ahí disfrutaban de todos los lujos posibles. Aquellos cuentos de hadas siempre lograban encantar a la gente. En cuanto a cómo terminaban realmente esos cuentos, a nadie le interesaba discutirlo.

El valor total de una mascota de Tanagura era el producto de un cálculo simple. Si el estatus del dueño era alto, también lo era el de la mascota. El criadero del que provenían quedaba en segundo lugar a comparación. Y entre las líneas de mascotas, la apremiante pregunta era: por cuánto tiempo debían inclinarse, arrastrarse y obedecer para que de alguna forma conquistará el corazón de una élite.

Los resultados visibles eran todo lo que contaba: una buena estirpe, una apariencia atractiva y "pureza". Aquellas eran las cualidades indispensables que toda mascota buscaba tener. Pero la belleza no garantizaba el éxito de un muñeco, debía tener algo único y especial. La obediencia era un requisito básico, pero demostrar su valor era una estrategia segura para sobresalir en la supervivencia de los más aptos. Era algo que ni todo el entrenamiento del mundo podía lograr.

Ai No Kusabi - Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora