Desde hacía algún tiempo el clima había estado resultando de todo menos agradable. Todos los días amanecía con un melancólico cielo plomizo que amargaba los ánimos y carcomía el alma. El único lado positivo de esas grandes nubes negras era que no estuviera lloviendo.
O eso pensaba Riki en lo que se hacía con el manubrio de su motocicleta y la encendía.
Midas. Doce del mediodía. Lhassa.
Aunque difusa por el cielo nublado, la luz del sol conseguía alcanzar los oscuros valles entre los afloramientos de edificios. A duras penas podía distinguirse un alma en ese sector de Orange Road, pues sus habitantes seguían recuperándose de su último trasnocho.
Despojada de su maquillaje de neón, la horrenda cara sin adornar de Ceres seducía de una manera completamente distinta. Las manchas eran tantas, tan profundas, evidentes y obvias que daba la impresión de que el malévolo hedor continuaría derramándose gota por gota hasta el final de los tiempos.
Sin embargo, ni en la llamativa exuberancia de las noches carnavalescas ni en la clara luz del día estaba dispuesto el típico turista de Midas a aparecerse por esas callejuelas sombrías. El lugar se retorcía sobre sí mismo como un laberinto diseñado para confundir la razón.
Solo aquellos con un propósito específico en mente se aventuraban allí.
Riki recorrió en su motocicleta las callejuelas donde la noche reinaba en medio del día. Aparcó, recargó la espalda contra la pared y encendió un cigarrillo. No solía fumar tanto. Pero ahora era la única forma que tenía para calmar sus nervios.
No era un vicio, ni tampoco le gustaba el sabor amargo. Solo que fumar era la segunda mejor opción después de un sedante. Sus ojos ligeramente levantados yendo de un lado a otro sin descanso, inspeccionando los rincones, y sus pupilas contrayéndose ocasionalmente como en respuesta a un pensamiento inquietante.
Justo del otro lado de la calle se ubicaba una tienda de drogas que atendía las veinticuatro horas del día. De la mejor mierda legal a la más pútrida: "Éxtasis", "Metanfetaminas", "LSD", "Polvo de ángel", un cliente que quisiera volar sin tener que levantar los pies del suelo podía conseguir cualquier cosa en ese lugar. Como se trataba de una empresa de carácter estatal, el comprador no tenía que temer que la pureza y calidad de la droga se vieran afectadas por aditivos tóxicos. Pero que esta fuese o no compatible con su metabolismo era otra cuestión.
Por supuesto, existían medios que traficaban otro tipo de mercancía clandestinamente. Pero tenía un precio.
Riki tenía los ojos puestos en un objetivo diferente. No tenía ningún asunto pendiente con esa decadente tienda de drogas, sino con el hombre que yacía detrás. El hombre que tenía acceso a ese cibermundo vanguardista.
Katze.
¿Debía cruzar la calle o no?
Odiaba que las cosas fueran inciertas. Odiaba no conocer su límite y donde estaba dibujado. Riki no estaba allí para importunar a nadie, incluyéndose a sí mismo. Definitivamente no estaba ahí para asomar la cabeza y conseguir que se la cortaran.
De modo que, ¿qué pasaba a continuación? ¿Cuál era su mejor opción?
Sus pensamientos dieron vueltas en su cabeza. Entre más dudaba, más inseguro se volvía. Quizás se trataba de un acertijo sin solución.
O quizás no estaba buscando una solución en realidad. O quizás estaba demasiado asustado para lidiar con la verdad. Las colillas del cigarrillo encendido que caían a sus pies eran el reflejo de esos pensamientos. No podía darse vuelta y hacerlos desaparecer.
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Ai No Kusabi - Vol. 2
Teen Fiction間の楔 Amor de alta alcurnia No tienes permitido usar ropa, privado de libertad y dignidad, humillación hecha por el maestro todos los días. Tres años de ser entrenado indecentemente como una mascota de poder absoluto por Iason. Incluso si Riki regres...