Capítulo 9

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El cielo sobre Ceres estaba oscuro y nublado ese día. El frío de la noche anterior se encontraba suspendido en el aire. Todo estaba quieto. Nada se movía. Como si el más suave de los toques pudiera resquebrajar esa traslúcida claridad.

El tenue sol colgaba pesadamente en el cielo, tiñendo de tonos sepia la colonia, las sombras alcanzando lo más fugaz y efímero. Solo el inactivo silencio marcaba lánguidamente el paso de las horas.


Era alrededor del mediodía cuando Guy regresó a los barrios bajos. Había estado por fuera por casi dos semanas. El ambiente frío y silencioso fue desvaneciéndose por fin y el desnudo asfalto empezó a resultarle familiar otra vez mientras caminaba hacia su casa. Pero la realidad era que Guy no tenía idea de lo que estaba ocurriendo. Aunque ya era un poco tarde para preocuparse por eso.

Esa mañana había estado tomando un tardío desayuno en su inmaculada celda cuando el videoteléfono había sonado repentinamente por primera vez.

¿Qué demonios? Dudó pero al final presionó el botón de contestar.

El rostro de Iason apareció en la pantalla. Un rostro al que difícilmente tendría tiempo de acostumbrarse, pero uno cuya altiva clase por sí misma parecía ser una imposición ante el resto del mundo.

—Vuelve a los barrios bajos. Me da lo mismo.

No hubo explicación tras la llamada, así que Guy quedó completamente desconcertado. Su reacción había resultado inesperada, o Iason había encontrado divertido su torpe silencio, porque entonces añadió, —¿Qué es esto? ¿Te encariñaste con tu cómoda vida en confinamiento? Si es así, no me importa que te quedes por aquí tanto como desees —sonrió curvando las comisuras de su boca.

Pero Guy no iba dejar que se le escapara la oportunidad. —Estáestá bien. Sí, será mejor que me vaya.

Porque una cómoda vida de casa por cárcel no era cómoda en absoluto. Iason lo sabía muy bien. Pero Guy también sabía reconocer cuándo le estaban hablando en serio. No era una cuestión sobre los modales de Iason.

Es el hombre que sabe que no ha ganado quien se mete en una pelea que seguro va a perder. Guy no pretendía gastar energías. No entendía por qué, pero sabía que esa farsa se había acabado; dejó salir un profundo suspiro de alivio.

Guy no podía considerar su mugriento y precario cuchitril en los barrios bajos un paraíso. Pero, aun cuando todo sobre su estancia en prisión había sido tan distinto de sus días en los barrios bajos como el día de la noche, esta había resultado extremadamente aburrida.

Los días sin propósito alguno se le habían hecho inimaginablemente largos. Cada día en cautiverio, incapaz de tan siquiera salir de ese cuarto, su cuerpo y mente se embotaban más. Lo que mantenía a raya el estrés y la desesperación era saber que, mientras su papel exacto dentro de ese juego seguía siendo mantenido un completo misterio, alguien había pagado una terrible suma de diez mil kario para ver como todo se terminaba. Ni siquiera una élite de Tanagura tiraba esa cantidad de dinero a la basura por capricho.

De veras te las arreglaste para ser un interesado, Kirie había chanceado sombríamente con los dientes apretados. Pensaba que todo aquello se trataba sobre convertirse en una mascota. Guy no le había creído desde el principio. No era que se menospreciara, sino que simplemente no había forma de que él valiera todo ese dinero.

Algo más estaba pasando. Y saberlo le daba a Guy la fortaleza para aguantar su encarcelación. En cuando a arrestos domiciliarios respectaba, no podía quejarse del servicio. Siempre que estuviera tras las rejas, nada iba a pasarle. Por el momento, las acuciantes realidades del mundo podían esperar.

Ai No Kusabi - Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora