Capítulo 8

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Los días transcurrieron sin que Riki pudiera sacar una conclusión definitiva de sus confundidos pensamientos. Pasó una semana. Luego diez días. Y sin embargo, seguía indeciso.

¿Qué hago? ¿A esas alturas? Al enterarse de que Kirie le había vendido a Guy a Iason, la rabia y el desconcierto acometiendo su corazón tornaron negro el mundo frente a sus ojos.

Y como para acentuar la noticia, Katze le había dado ese implícito ultimátum. De cualquier forma, solo quedaba un último camino por el cual podía optar.

No importaba qué tan bien lo entendiera, o aunque lo entendiera, no podía dar ese último paso. Ni toda su angustia cambiaba en lo más mínimo el hecho de que Guy hubiera desaparecido. Ahora se acobardaba por saber con certeza cuales eran las verdaderas intenciones de Iason.

Todos creemos ser mejores que los demás.

La pulla de Kirie seguía haciendo eco en su cabeza. Durante el día todo marchaba bien. Cualquier labor repetitiva y aburrida que se atravesara en su camino, el simple hecho de poner su cuerpo en movimiento apartaba los pensamientos de su mente.

Pero tan pronto el sol se ocultaba, la angustia crecía como los latidos de un corazón que ha atestiguado algo macabro. Si hablaba con alguien, lo más seguro es que le mencionara a Guy. Así que no salía con ningún miembro de su antigua pandilla. Pero tampoco le gustaba las miradas que recibía cuando visitaba inmersiones con las que no estaba familiarizado.

Después de haberle dado a los Jeeks la paliza que se merecían, habían estallado los rumores sobre el retorno de Bison. Para Riki y la pandilla, nada de eso tenía importancia. Era tan solo una mala broma. Aunque no esclarecer sus propios motivos solo provocó que los rumores corrieran más de prisa y fueran peores.

Era una verdadera molestia. Al final, Riki se pasaba las noches bebiendo en un viejo abrevadero. Bebía con moderación al ser consciente de que no debía embriagarse demasiado. El miedo a perder el control y la cabeza hacía las veces de un vigía inconsciente. Pero aun así hacía todo lo que estaba a su alcance para lidiar con su preocupación, y bebía cuanto podía hasta entorpecer su cerebro.


Cuando Guy despertó en la mañana, no se encontró rodeado por la comodidad de su propia casa, sino por una habitación que ahora empezaba a resultarle familiar.

Volvió a exhalar el mismo incomprensible suspiro. Guy estaba de vuelta a la cárcel de otro mal sueño.

De haberse tratado de un sueño ordinario, entonces en algún punto se habría despertado. Por la razón que fuera no había forma de salir, no había escapatoria a la pesadilla que había llevado a Guy allí.

O, más bien, los malos sueños siempre se presentaban así. Pero para empeorar las cosas, aquel lugar era, a pesar de la condición de confinamiento que representaba, muy superior a su propia precaria habitación en los barrios bajos. Lo que perversamente hizo que ser consciente de la realidad resultara peor.

Y así comía y dormía y se quedaba sentado en un estado de estupor frente a la bañera. No había nada más que hacer. La seguridad frustraba exitosamente cualquier intento de escapatoria y pronto había descartado la idea.

Rompiendo la monótona decoración interior, había un ostentoso teléfono de última generación. Pero no estaba conectado a nada. No había conexiones de red. Aparte de la porquería usual que pasaban por televisión, cualquier información útil estaba censurada, y lo que quedaba resultaba ser sofocantemente insípido.

No tenía nadie con quien hablar. Estaba cansado de hablarse a sí mismo. Los suspiros eran el único sonido que salía de sus labios. No había forma de evitar ser consciente del solitario estado de su confinamiento.

Ai No Kusabi - Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora