Una mancha escarlata se extendió por el suelo de parqué oscuro de la cocina de KiBum. Era de un rojo oscuro pero brillante, la mirada de aquel hombre con el que hablaba hacía unos minutos se apagó y abandonó su vida mientras yo me quedaba ahí, aterrado, incapaz de moverme. Su arma yacía abandonada en el suelo, apuntándome casualmente.
Se escuchaban pasos, pero no se acercaron a mi posición. ¿Qué persona iría a beber ella misma a esas horas? Ningún rico lo haría y, sin embargo, allí estaba yo. Tal vez por eso los agresores ni siquiera se plantearon acercarse al cadáver de un trabajador que estaba solo en una cocina. Eran dos personas, al menos, las que habían alcanzado el primer piso, y sus pasos se alejaban hacia el pasillo que solo tenía una puerta al final: el despacho del jefe.
No podía apartar los ojos del muerto a un metro de mi posición. Estaba temblando, sentado en el suelo abrazando mis rodillas. ¿Iba a morir allí?
Escuché como se producían disparos, seguramente entre los guardias de Kibum y los intrusos. Recé por que ellos lograran matarlos, por primera vez en mi vida deseando la muerte a alguien. Todos llevaban silenciadores en sus armas, así que seguramente los guardaespaldas ni siquiera hubieran podido escucharlos ya que el pasillo tenía peor sonoridad que la amplia estancia donde yo estaba. No fue una buena señal cuando pude detectar el chirrido de la puerta de Key.
Los guardias jamás se meterían de nuevo, sino que saldrían del pasillo en cuanto KiBum se metiera en la habitación del pánico que tenía allí. Eso no era una buena señal, no lo era. Nadie parecía haber dado la voz de alarma, excepto mi acompañante, lo cual era un desastre. Aquello era una pesadilla, el único que sabía del ataque era JongHyun y ni siquiera estaba en la casa, era imposible que le hubiera dado tiempo a informar al jefe. Por si eso fuera poco, incluso si KiBum hubiera escuchado los disparos en su pasillo a través de su doble puerta de madera, en menos de diez segundos no habría podido ponerse a salvo en la habitación del pánico.
Me di cuenta entonces de que seguía llorando. Que KiBum estaba siendo amenazado de muerte y de que nadie lograría llegar a salvarnos a tiempo.
Aún aterrorizado pero demasiado lejos de los atacantes para poder escuchar qué ocurría, me asomé cuanto apenas por encima de la encimera de la isla que me ocultaba. Estaba de rodillas en el suelo, recordando después de poner en una mala posición el pie, que no podía correr y, escasamente, caminar. Temblando pero con la necesidad urgente de sentirme con un poco más de control de la situación, me acerqué al hombre que yacía muerto a mi lado, arrebatándole su arma de las rígidas manos.
Yo no lo sabía, pero sólo habían pasado dos minutos desde que había escuchado el primer disparo. Se sentían como una eternidad.
Me levanté con la ayuda de un mueble y me puse de pie con la pistola en la mano derecha y mi pie herido apenas apoyado sobre el suelo. Con dificultad y haciendo el mínimo ruido posible, comencé a caminar cojeando hacía el pasillo donde habían desaparecido los intrusos. En todo momento mantuve el arma apuntando delante mía, temblando e inestable, pero había logrado detener el llanto.
Sabía que debían haber más hombres abajo encargándose de los trabajadores que protegían la casa. Era cuestión de tiempo que me encontraran y yo no podía huir. Debía salvar a KiBum y, con ello, me salvaría yo mismo. No me habían dado los códigos que abrían las puertas de las habitaciones seguras en caso de ataque. Y, pese a que mi lógica era completamente comprensible, había una parte de mí que solo quería salvar al jefe por el hecho de que era algo debía hacer. No quería que KiBum fuera asesinado.
El pasillo estaba desierto excepto por los tres hombres muertos en el suelo. Durante la noche, KiBum tenía solo tres guardias protegiendo la sala donde estuviera. Probablemente hubieran otros dos fuera de su habitación, completamente seguros de que todo estaba bien. Apoyado en la pared, me fui acercando lentamente y en completo silencio. Las puertas estaban abiertas de par en par, pero no veía a nadie desde mi posición. Cuando alcancé el marco de la puerta, ya podía escuchar las voces de dentro.
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Pactos de papel 【 MinKey 】
FanfictionMinHo había jurado ser diferente a su padre, podía decir orgulloso que él no estaba metido en los problemas ilegales de un político supuestamente respetable. Él solo era un futbolista profesional, un hombre triunfador a base de esfuerzo que se había...