Seguí besando suavemente aquellos labios que se habían convertido en mi droga personal. Su sabor a licor y aquella sensualidad con la que movían debían ser considerados patrimonio de la humanidad. Y cuando yo estaba distraído, el hombre sobre mis piernas atacó como el felino que era.
— Entonces, ¿puedo saber ya por qué me quieres? —yo me alejé lo suficiente para que observara la expresión. "¿En serio, ahora?".
Probablemente no habría contestado si los ojos negros de KiBum brillaran con curiosidad o, por supuesto, si sonriera con malicia y detectara ganas de avergonzarme, en ese caso habría cerrado la boca. Para mí, aquello era serio, por eso, cuando vi al hombre más poderoso del país mostrándose inseguro, sentí que debía hablar. KiBum preguntaba porque era incapaz de ver lo que yo había visto en él, ¿no?
— Soy una persona simple, digamos que siempre he vivido para el fútbol. Era lo único que me permitía evadirme de mi vida, el fútbol era mío, no algo que había decidido mi padre —suspiré—. Casi todo en mi vida eran decisiones que tomaba mi padre y con el tiempo aprendí que si me negaba, solo perdía el tiempo; así que cogí el mal hábito de simplemente seguirle la corriente.
— ¿Hacías todo lo que decía? —asentí.
— Él decidía mi vida. Tú, en cambio, eres algo que yo decidí —le sonreí y dejé que mi mano recorriera su espalda en una caricia. Notaba que KiBum estaba nervioso, aquello también era nuevo para él—. Eres tan diferente a mí... Controlas todo lo que te afecta y esa personalidad se fue impregnando en mi carácter. Yo quería ser como lo que veía en ti, creo que empecé a admirarte y, bueno, en algún momento quise gobernarte a ti también.
— Aún te queda para eso, pequeño Choi —yo reí al escucharlo y la sonrisa se quedó en mi cara al observarlo.
— Te quiero.
Me golpeó en la cabeza nada más decirlo, pero fue casi como si intentara mantener algo de su orgullo como mafioso. Había recibido un puñetazo de KiBum en nuestra primera cita, aquello era nada comparado. Yo me reí sonoramente de su reacción y pude notar que su cara se ponía cada vez más roja.
— ¿De qué mierda te ríes, Choi MinHo?
— De ti, Kim KiBum —se levantó de un salto de mi regazo y se alisó la camiseta de marca que no tenía arrugada.
— Tienes que avisarme antes de decir esas cosas —me ordenó débilmente. Estaba avergonzado, él sabía que yo estaba ganando aquella batalla y eso me mantenía la sonrisa triunfal.
— Pero entonces pierde la gracia. Ya te he dicho que me gusta gobernarte —el me miró con cara molesta y, sin embargo, algo en aquella expresión parecía relajada. KiBum se sentía cómodo discutiendo conmigo de trivialidades incluso cuando yo estaba ganando la discusión—. Ven aquí, princesa —dije golpeando mis piernas.
Él me observaba dudando qué hacer. Parecía querer aceptar la propuesta pero 1. le había ordenado algo, 2. lo había llamado princesa (de nuevo).
— No me llames así —respondió mientras cumplía con mi orden. Yo le sonreí y él volvió a golpearme pero en el pecho, fue un toque de atención más que un golpe.
— Pero si eres mi princesa, ¿cómo debería llamarte si no?
Él resopló, no comentó nada después de mi intervención. Nos quedamos así un rato largo, él sentado sobre mis piernas y, a veces, se removía para encontrar una postura mejor. Ambos estábamos pensando, no era una deducción difícil.
— MinHo —me llamó, probablemente media hora después de que ambos calláramos. Su tono era serio y me miraba a esos escasos centímetros con una expresión dura. Aquel era el Key que el mundo conocía y me causó un ligero escalofrío, me gustaba ese lado indomable.
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Pactos de papel 【 MinKey 】
FanfictionMinHo había jurado ser diferente a su padre, podía decir orgulloso que él no estaba metido en los problemas ilegales de un político supuestamente respetable. Él solo era un futbolista profesional, un hombre triunfador a base de esfuerzo que se había...