Capítulo 13: Sofá turquesa

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La seguridad en el nuevo apartamento de KiBum era digna de la Casa Azul, eso podía garantizarlo. Los porteros me dejaron pasar al verme pero los guardias de su puerta fueron más difíciles de convencer. Sacando a la luz mis pésimos dotes manipuladores, argumenté que mi pareja había tenido un mal día y que venía a darle una sorpresa entre varios otros detalles innecesarios. Prácticamente me inventé una telenovela en treinta segundos. Probablemente, si nuestra relación no hubiera sido tan pública, me habría quedado fuera, así que hice una nota mental para agradecer a Lee TaeMin personalmente por las esclarecedoras fotos que nos sacaba.

El apartamento era moderno e impersonal, como cualquier piso de rico que acababa de adquirir. Había al menos dos guardaespaldas por habitación, lo suficientemente intimidantes para fingir que estaba curioseando "mi nueva casa" y no buscando donde estaba el jefe. Los techos eran altos y pude comprobar que se trataba del ático de ese edificio. La terraza era inmensa y las vistas espectaculares, yo quería vivir allí.

Quería vivir allí con Kim KiBum, lo cual era un grave problema.

¿Significaba aquello que lo quería? Había pensado sobre nuestra relación durante gran parte de mi tiempo esas últimas semanas. Cualquiera podía comprobar que incluso en los entrenamientos estaba distraído. Yo estaba convencido de que le quería pese a que sabía más bien poco de él. Sabía lo suficiente. Kim KiBum era un hombre poderoso y tan acostumbrado al control que le asustaba perderlo, una persona inteligente y manipuladora que se encerraba en la soledad para evitar resultar herido. Él era un hombre completamente aterrorizado de salir de su zona de confort, donde era incapaz de planear cuidadosamente sus movimientos.

Kim KiBum, Key, vivía la vida como si fuera una partida de ajedrez. Disfrutaba moviendo las fichas pero, así como en el juego, encariñarte con una es peligroso y tienes que estar dispuesto a sacrificar todas por el bien del rey.

Cada vez que yo avancé un paso hacia él, KiBum retrocedió. Él necesitaba mantener una distancia y yo había ido a su casa a adentrarme en las trincheras enemigas.

Escondido detrás de una doble puerta de cristal traslucido había un pasillo largo y ancho. Parecía que aquella era la zona privada del apartamento. Seguramente el despacho estaría alejado de allí porque era donde recibía las visitas, sin embargo, yo quería llegar a su habitación. Después de cruzar a los dos neandertales que aguardaban las puertas del pasillo, la casa estaba vacía. Definitivamente aquella era la zona personal de KiBum.

Como mis movimientos ya no eran vigilados, abrí todas las puertas del pasillo. Tres dormitorios que parecían incluir sus propios baños y una puerta al final del recorrido: la entrada más decorada que debía dar, sin lugar a dudas, a la habitación del jefe.

Negándome a darle más vueltas, moví el pomo lo más cuidadosamente posible y empujé evitando hacer ruido. La estancia que se abría ante mis ojos era sorprendente. Una cama con dosel estaba situada al final de la estancia, su madera negra combinaba con el aspecto moderno de la habitación y las telas color turquesa brillaban en contraste con las pálidas sábanas blancas. Diferentes muebles combinaban la elegante estancia, dos mesitas de noche y dos puertas a cada lado, probablemente los armarios, todo de madera negra. El suelo, de un parqué grisáceo, acompañaba al dormitorio perfectamente.

Por si aquello fuera poco, la elegante estancia era mucho más compleja. Entre la zona de descanso y donde yo estaba había un pequeño salón que incluía una televisión innegablemente costosa, una mesita cuadrada y negra de café, dos butacas blancas y un sofá. Iluminado por los grandes ventanales que mostraban el centro de Seúl, KiBum estaba en el sofá turquesa, del mismo color que las telas de seda de la cama, dando la espalda.

Me quedé unos segundos parado, aprovechando que no era consciente de mi presencia, para poder observar la imagen. Así como toda la casa parecía sacada de una revista de muebles, su dormitorio tenía estanterías con sus libros por todas partes, papeles ocupando la cama y toda superficie mínimamente plana. Su cuerpo, tensado, parecía inmerso en la lectura de esos documentos. No quería romper aquella imagen, pero sentía que violaba su intimidad si no avisaba.

Pactos de papel 【 MinKey 】Where stories live. Discover now