1. Ring

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Cuando el sol de coló entre las cortinas aquella mañana, Lance no pudo evitar sentirse el hombre más afortunado en la tierra. A pocos centímetros de él, descansaba el cálido cuerpo de su omega, envuelto entre las gruesas sabanas blancas que cubrían la cama. Su espalda desnuda era capaz de verse, y su piel lechosa contrastaba con los cálidos colores de la habitación. El cabello oscuro de Keith caía por sus hombros, y cubría parte de su cara. Su rostro, reposaba tranquilamente sobre las suaves almohadas, él seguía dormido, sus ojos permanecían cerrados, y sus labios entreabiertos solo hacían más fuerte las ganas de Lance, por querer besarlo. Su pecho, lentamente se levantaba al compás de su respiración, y el olor que emanaba su cuerpo, era dulce y embriagante, como a gengibre o a galletas de navidad.

Lance suspiró con una sonrisa en el rostro, y acomodó uno de los mechones del cabello de su omega detrás de su oreja, dejando inconsciente mente a la vista, algunos de los chupetones violetas, que decoraban el cuello de Keith. No pudo evitarlo, sus pupilas se dilataron y sus mejillas se sonrojaron cuando recordó lo sucedido la noche anterior.

McClain sintió su corazón latir a mil por hora, y entrelazó sus manos. Alfa y omega estaban conectados, y sus dedos anulares podían comprobarlo. Dos preciosas argollas doradas decoraban sus manos, simbolizando físicamente la unión de la pareja, que unos días antes habían celebrado.

Lance aún recordaba su boda, el sentimiento de estar parado en el altar, con un traje de gala vintage. El camino que recorrió al lado de su madre hasta pararse bajo el puente de flores donde el juez se encontraba. La sensación de alegría, al voltearse y ver a todas las personas importantes en su vida, parados tras él, mientras él esperaba al amor de su vida. La emoción al ver Keith caminar por el pasillo con ese precioso atuendo blanco. Lance recordaba las expresiones en el rostro de su comprometido, el temor en su cara, y los nervios que emanaban entre los temblores de sus manos, que por poco y ocasionan que el azabache tirara su ramo. La manera protectora en la que Keith se aferró al agarre de su madre, y luego como le tomó la mano.

Lance recuerda los ojos brillantes de Keith, mientras declaraban sus botos matrimoniales. Su expresión, y su sonrisa cuando dijo "acepto", y se colocaban el uno al otro los anillos matrimoniales. Y la manera dulce en la que sus labios se unieron, y como momentos después a eso, entre algunas lagrimas de alegría, se envolvieron en un abrazo.

Lance volvió a ver el agarre entre su mano, y la de su esposo. Y acarició lentamente sus dedos con una sonrisa. No pudo evitar inclinarse a besar ese anillo, y posteriormente comenzar a repartir algunos tiernos besos y caricias sobre toda su extremidad.

Continuó subiendo hasta llegar a su hombro, para repasar cada una de las marcas en su cuerpo. Keith por su lado, se revolvió incomodo bajo su cuerpo, y dejando escapar algunos sonidos de cansancio de sus labios, abrió los ojos para encontrarse con los océanos de su marido.

Su rostro cansado y mañanero seguro eran horrible, pero a los ojos de McClain, eran la perfección pura.

-buenos días, mi amor-. Había soltado el cubano en su lengua materna.

A Keith se le escapó una risa ahogada, antes de desviar la mirada. Amaba cuando Lance hablaba en español, aunque no pudiera entenderlo.  Decía que se escuchaba sexy y le daba un aire, incluso más coqueto de lo que ya era.

-Buenos días-. le dijo en un tono cansado, sin borrar esa sonrisa tan bella.

Lance se disculpó por despertarlo, y ambos volvieron a entrelazar las manos, ahora más concientes de sus actos.

Keith no podía apartar la mirada de aquellos circulos dorados, que hacían que toda la situación se sintiera más real.

Para Keith, las cosas eran un sueño; aún no podía digerir la noticia, aún no se creía que tan solo, pocas horas antes, se había casado con su mejor amigo. Pero ahí estaba, compartiendo una cama a su lado, entre sus brazos, observando sus manos con aquellos anillos de matrimonio.

Keith llevaba dos anillos en su mano, al igual que el castaño. Uno, un poco más pequeño que el otro, para diferenciar por el grosor, cual fue dado por compromiso, y cual fue dado en la ceremonia.

Keith aún recuerda el día en el que Lance le pidió matrimonio. Lo había estado planeando por meses, sin que él siquiera lo supiera. 

Lance había estado actuando extraño esa semana, y es que se estaba acercando su aniversario. Keith creía que era por la fecha, pero no tenía ni idea de la sorpresa que le estaba preparando su alfa.

Fue en el muelle al atardecer, después de cenar en su restaurante favorito, Lance le había comprado algunas rosas, e iban caminando con los pies descalzos en la arena, cuando le pidió a un extraño que les tomara una foto, cerca del océano. En secreto, le pidió al desconocido que grabara, y fue entonces cuando se puso de rodillas frente a la persona que amaba. Keith no pudo evitar retroceder unos pasos, mientras Lance hablaba.

-¿quieres casarte conmigo?-. había salido de la boca del alfa, cuando los ojos de su omega de llenaron de agua.

Keith quería decir que sí, en verdad lo deseaba. Pero sus manos apretaron el ramo de rosas, y su cabeza se movió a ambos lados, negando la propuesta.

-Lo siento... yo... yo no puedo...-. Había soltado cuando tiró el ramo.

Lance estaba confundido, iba a refutar o a pedir una explicación, cuando Keith sacó una pequeña caja negra de su bolsillo.

El azabache de igual manera de puso de rodillas, y abriendo la caja repitió las mismas palabras.

-No puedo decirte que sí, porque yo quería preguntarte primero. Estaba esperando hacerlo en el lugar donde tuvimos nuestra primera cita, afuera de la sala de urgencias en el hospital. Pero te me adelantaste. Lance, te amo. Y deseo pasar el resto de mi vida contigo.

El alfa miró el anillo frente a sus ojos, y se levantó del suelo, ayudando a su omega segundos más tarde, solo para a traerlo en un movimiento rápido hasta su cuerpo, y besar lo directamente en los labios.

Sin duda alguna, no era la propuesta que ninguno de los dos esperaba. Pero estaban felices de pensar lo mismo.

Desde ese momento, no se quitaron los anillos. Y cuando agregaron las argollas matrimoniales al juego, solo se sintieron más emocionados.

-Te amo...-. le había dicho Lance al oído, entre las sabanas.

-Yo también-. le respondió bajito, con las mejillas coloradas, y ocultando su cara en el pecho de su alfa.

Ahora sus manos reflejaban la promesa que se habían hecho él uno al otro, y no había nada que borrara eso de sus corazones.



KINKTOBER [KLANCE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora