5. Knotting

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Keith nunca se imaginó salir con un hombre lobo. Sin embargo ahí estaba, vestido de blanco, con los pies descalzos, y una corona de flores postrada en su cabeza. A mitad del bosque, con el amor de su vida frente a sus ojos. Aquel coqueto alfa de piel bronceada, y oceanos como ojos, le sonreía con cariño sin soltarle las manos.

-acepto-. había dicho meloso el moreno antes de abalanzarse a su cuerpo y besarle con cariño sus labios.

Keith tiró el ramo de rosas entre sus manos, y envolvió su agarre alrededor del cuerpo del contrario. Podía escuchar las felicitaciones en el fondo, toda la aldea estaba presente, y estaban felices porque uno de los suyos finalmente se hubiera emparejado.

Ahora, Kogane viviría entre ellos, como uno más de la manada, a pesar de haber nacido como humano. Y Lance, no podía evitar amar toda parte de ello.

El latino había nacido como un lobo, en una camada grande de semi-licantropos, y se había educado como humano, la mayor parte de su vida. Pero en el fondo, el era un lobo, un alma libre que no obedecía las reglas y seguía su propio camino. 

Se enamoró por casualidad de aquel greñudo asiatico, y despues de años de espera, lo introdujo a su manada, le reveló sus secretos y le demostró su verdadera forma.

Keith, en vez de alejarse, guardó su secreto, y se volvieron incluso más cercanos. Ellos eran predestinados, cualquiera podría notarlo.

Ahora, solos, en su noche de bodas, se repartían besos y sonrisas cariñosas. Con las luces apagadas, y lentos movimientos por parte de sus manos, se fueron quitando una a una las prendas de sus ropas.

Keith caminó de espaldas en la cabaña que ya conocía tan bien, esquivando meticulosamente los muebles, que visualizaba en la oscuridad, por su memoria. Lance reía entre sus besos, y con una mano apoyada en la pared, dirigía su camino hasta la recamara.

Ambos cayeron en la suavidad de las almohadas. Algunos cuantos pétalos de flores, cayeron de la corona de flores, que posteriormente terminó perdiéndose en alguna parte del suelo de aquella recamara.

Lance finalmente se desabrochó la camiseta, y Keith se mordió los labios al admirar el torso del licantropo. McClian desabrochó los pantalones de su omega, y en un movimiento rápido se deshicieron de las prendas que quedaban.

Fueron algunos besos en su cueyo, acompañado de mordidas y pequeños chupetones, los que hicieron escapar algunos cuantos suspiros y jadeos de los labios del azabache. Keith cerró los ojos y enterró sus manos en la espalda del castaño.

Lance era perfecto, sus cuerpos de hicieron uno solo, y sus corazónes palpitaron con un son exacto. Compartían respiraciones, y pensamientos. Las pupilas de ambos de dilataron, y con las respiraciones entrecortadas, unieron nuevamente sus labios.

Delicadamente, Lance recorrió con sus manos las piernas de su fiancé, y las enredó entre sus caderas. Keith suspiró suavemente, al sentir las almohadas bajo su cuerpo.

El aroma de Lance era exquisito, era igual a la canela, o al café caliente en una mañana nevada. Y el calor que emanaba su cuerpo, era como tener una manta de lana cubriendote.

Kogane no lo soportó más, y mordió coquetamente los labios del contrario. Lance era tan bueno, tan perfecto, tan calmado. Sus movimientos eran lentos, y pausados. No había prisa, ¿por qué la abría? Si tenían hasta el resto de sus vidas para disfrutarse, y recorrer todos los rincones del cuerpo del otro.

Las manos de Keith pasaron a los gruesos labios del cubano, cuando este se separó un poco, Keith recorrió delicadamente su rostro, como si quiera memorizar sus facciones con sus palmas. Luego sonrió. Lance se encontraba sobre su cuerpo, apoyando su peso sobre sus manos, mientras le dedicaba miradas cariñosas al humano.

Sintió su cuerpo ser recorrido por una corriente eléctrica, o un cálido escalofrío creciente desde su espalda baja. Keith se apretó los labios y entrecerró la mirada. Lance se sentía la persona más afortunada del mundo, y es que lo era. Había logrado encontrar a su predestinado, a su pareja, la persona que lo acompañaría el resto de su vida.

Entonces sucedió, Lance se dio cuenta demasiado tarde, y cuando intentó moverse, comprendió que no podría hacerlo.

Los ojos de Keith se abrieron como platos al sentirlo, y miró preocupado a su esposo. Con las mejillas sonrojadas, y el sudor bajando por la extensión de su frente, le dedico una mirada consternada al castaño. Quien apenado, le sonrió con algo de vergüenza en la mirada.

-no te alarmes...-. le susurró con ignominia. -esta bien... es solo algo... de lobos...-. intentó explicarse calmado.

-La-lance...

-creo... que estamos pegados...

El rubor en el rostro de Keith no hizo más que incrementar, y a pesar de la oscuridad, Lance logró percatarse de esto.

-lo siento-. le había dicho en un tono coqueto.

Kogane solo golpeó su pecho con fastidio. El enojo le duró muy poco, antes de que su castaño favorito volviera a besarle los labios. Movieron lentamente sus mandíbulas, al compás del otro, como si ya conocieran lo que fuera a hacer, a continuación.

Si iban a estar unidos por algunas horas, entonces debían aprovecharlo.



KINKTOBER [KLANCE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora