Tu dolor, mi pena.

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No creas amor, que por estar hundida en mi pesar, no me doy cuenta del dolor que asoma en tu mirar cada vez que lo piensas.

Tal vez no lo demuestres e intentes esconderlo tras rutinario oficio  e incontables tareas. Es mejor mantener ocupada la mente, tener las manos llenas, que el corazón vacío sangrando por su ausencia.

Yo sé que en tus silencios también tu mente vuela y te asaltan recuerdos y sueños que se han ido cual brisa a las estrellas.

Me consta que en las noches, cuando la oscuridad te cubre con sus sedas, tus lágrimas afloran desahogando tus penas. Pero entiendo también que cuando el sol asoma su corona de perla debes tomar coraje, guardar tus sentimientos e infundirme tu fuerza.

Soy consciente que tú necesitas guardarme, para que no sean dos las vidas que se escapan hacia sendas funestas. 

Pero quiero decirte, mi amor, que aunque me veas así: presa de mi tristeza, vistiendo el turbio luto que ha dejado su pérdida y el llanto que provoca su áspera inexistencia, no me voy a quebrar, porque en mi flojedad está mi fortaleza.

Debes venir a mí y dejar en mis hombros todo eso que te pesa. Puede que la amargura, como la mala hierba, sea entonces combatida y, en nuestros corazones los rosales, una vez más, florezcan.                    

Poemas de dolor y sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora