Un gritó perforador, parecido al aullido de un animal salvaje. Un grito tembloroso, estridente y ronco que atravesaba el aire, desgarrando la garganta del emisor quien se retorcía en espasmos. Unos chillidos capaces de sacar sangre.
Escondido en el armario y aplastado contra la pared del fondo, con una cobija cubriéndole la cabeza y el cuerpo sacudiéndosele con violencia, Kirie seguía gritando.
Guy y Riki lo miraron asombrados, sin poder dar crédito a sus ojos. Debía tratarse de una ilusión. Debía tratarse de un producto de su imaginación.
Más que la perturbadora escena de ver el estado maniaco en que Kirie se encontraba, fueron sus propias dudas, ¿Qué demonios está haciendo Kirie aquí? ¿Por qué? ¿Cómo?, las que le provocaron a Riki un ataque de pánico. Las paladeó en su aterida mente.
Acurrucado en un rincón del armario, Kirie se había desecho de su ropa mojada y, por lo que alcanzaba a verse bajo la cobija, se había puesto la de Riki.
Fue eso lo que en últimas colmó la paciencia de Riki. Se puso furioso. Ese hijo de puta... había provocado que los Jeeks desataran el caos. Ese hijo de puta... había vendido a Guy a Iason.
Era culpa de ese maldito hijo de puta... que los Siniestros le hubieran dado una paliza, se hubieran hecho con sus archivos, y que, después de haberse hecho público que era la mascota de Iason, lo hubieran arrojado a la calle por su cuenta para que muriera congelado.
Mientras esos pensamientos cruzaban la mente de Riki, sintió que su cerebro se consumía en llamas. Le había prometido a Kirie que si volvían a encontrarse otra vez, lo mataría. El solo pensar en Kirie lo hacía enfurecer.
Y sin embargo en esos momentos, sintió que le escocían los ojos por razones completamente diferentes. Su sangre hirvió por sus venas como ácido. La ira le puso los pelos de punta. Empezó a sentir el pulso de su corazón en sus sienes. Se le nubló la vista.
—¡Riki! —le pareció escuchar que Guy lo llamaba. Pero su voz fue apenas un sonido amortiguado proveniente de muy lejos. Riki arrancó de un zarpazo la cobija con que Kirie se cubría, lo tomó por el cuello de la camiseta y lo sacó a rastras del armario.
En ese mismo instante, sintió la llegada de un dolor de cabeza como la hoja afilada de un cuchillo. Pero la furia se encargó de borrarlo. Sacudió a Kirie haciendo que la cabeza le brincara de adelante hacia atrás. Pero Kirie no dejaba de gritar.
—¡Cállate!
Riki le propinó la patada más fuerte de su vida. Y de alguna forma eso logró hacer que Kirie cerrara la boca. Los ojos que mantenía cerrados con fuerza, se abrieron de golpe. ¿Qué clase de imágenes danzaban delante de esos extraños ojos suyos, imbuidos de demencia? ¿Era capaz de distinguir la realidad?
Kirie lloriqueó, su voz era estridente. —No, no... te... detengas —retrocedió y berreó como un bebé, como rechazando todo lo que veía. La saliva se le escapaba por las comisuras de la boca. Sus chillidos se hicieron más agudos.
Riki se quedó aturdido momentáneamente por el grado al cual la demencia había logrado suprimir la arrogancia con que Kirie generalmente se manejaba. Pero no había forma de que eso pudiera apaciguar el ánimo de Riki. El comportamiento de Kirie solo lo empeoraba todo.
Mientras profería alaridos imposibles de descifrar, Kirie se arrastró como tratando de escapar. Riki pisó a Kirie con fuerza en el trasero, lo agarró de los tobillos y se los torció con todas sus ganas. Pero al ver que Kirie no dejaba de luchar, Riki se sentó sobre su estómago, lo agarró por el pelo y le metió un puñetazo en la mandíbula.
El crujido del hueso colisionando contra hueso, le puso fin al llanto de Kirie. Aun así, Riki había vuelto a empuñar la mano y tomado impulso con el codo para darle otro golpe, cuando Guy lo sujetó del brazo y exclamó, —¡Riki! ¡Ya basta!
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Ai No Kusabi - Vol. 3
Teen Fiction間の楔 Amor de alta alcurnia Riki abandonó su libertad por solo un año y decidió volver a ser la mascota de Iason. Pero lo único que lamento es un surco invisible con su mejor amigo Guy. El tipo que está celoso de la marca del beso que permanece en el...