Capítulo 7

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Área 3. Parque Mistral. Genova.

Riki extrajo un chip de memoria de un lugar oculto en su bota, y lo insertó en la ranura de la consola, ingresó un código de acceso y una contraseña. Se trataba de códigos secretos que había obtenido trabajando como mensajero, y no estaba seguro de que aun funcionaran. Pero afortunadamente así era, y por una vez, Riki estuvo agradecido de que Katze hubiera mantenido su estatus activo.

Los taxis aéreos no discriminaba sus pasajeros siempre que se pagara el viaje. Las autos capsula industriales eran distintos. Se requería un código de acceso para desviar uno de su camino programado y poder designar un nuevo destino. Sin eso, los autos no se movían.

No era lo que se dijera un transporte fácil de usar. En ese momento, no obstante, Riki estaba dispuesto a usar lo que fuera que tuviera a su alcance. Haciendo lo que tenía que hacer con un movimiento que estaba acostumbrado a realizar, Riki sonrió sardónicamente para sí mismo.

Poder impulsar un auto capsula con un chip de seguridad secreto. Sí, alguien debió haberse quedado dormido frente al conmutador.

Cuando trabajaba como mensajero, las lecciones se las metía su compañero Alec en la cabeza. —Los códigos de acceso son como las palabras de un amante. Utiliza las mismas una y otra vez y serán tu perdición. Siempre sabrán cuando vas a llegar y donde encontrarte. Lo mejor que puedes hacer es escoger un nuevo código al azar con frecuencia. Precipitarse y entrar en pánico harán que metas las patas. Así que más te vale mantener en mente que, no importa cuando, no importa cuanto te cueste, siempre asegúrate de que la seguridad sea lo primero en tu lista de prioridades.

Eso había sido cinco años atrás.

Había dejado atrás a Alec hacía mucho, y debía haberse olvidado para entonces. Pero en un parpadeo aquellos viejos consejos habían regresado. Alec era probablemente el mejor hacker en el mercado negro, por no decir en el sistema solar entero. Había manufacturado el chip para Riki, quien lo había mantenido oculto en su bota como un recuerdo hasta entonces. Riki se recostó en el asiento. Sin el más mínimo crujido, el auto capsula se elevó de la tierra.


En la sala de monitoreo, Marcus y sus subordinados miraban atentamente las pantallas que mostraban la imagen de Riki. Después de atravesar el lobby frontal, Riki había caminado con dificultad, aferrándose a la pared, con su cuerpo subiendo y bajando a cada respiro. El dolor que acompañaba cada inhalación era tan evidente, que era casi audible. Sin embargo, a quienes ocupaban el cuarto de monitoreo no les importaba la condición del mestizo.

 Sin embargo, a quienes ocupaban el cuarto de monitoreo no les importaba la condición del mestizo

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—¿Y ahora qué hace? —se preguntaba Marcus tanto como los demás.

El mestizo le había dado su opinión a los Siniestros sin el más leve tramo de miedo en sus ojos. Ahora la cuestión de cómo se las arreglaría para regresar a su cuchitril en los barrios bajos tenía intrigado a todo el mundo.

Ai No Kusabi - Vol. 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora