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Paro el pánico

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Paro el pánico.


Ya la desesperación que cubría mi cuerpo, no la sentía más. Se había ido.

Volví a respirar sin sentir el movimiento de mis pulmones. Estaba consciente de lo que pasaba a mí alrededor y no dentro de mi cuerpo.

Sin embargo, algo no cuadraba.

Había una manta sobre mí. Estaba vestida de manera diferente. No tenía los vaqueros que portaba. Y, estaba encima de la cama.

Me había desmayado, lo sabía. No transportado.

Aun no sentía la fuerza necesaria para poder abrir los ojos. Pero, por la dirección de dónde provenía una claridad. Suponía había una ventana o algo que dejaba entrara luz.

Me concentre en comenzar a sentir mi cuerpo inspeccionarlo antes de siquiera abrir los ojos, no quería más sorpresas. Movía los dedos de los pies, las manos. De manera sutil, pero tenía su control.

Algo estaba envuelto alrededor de mi abdomen. Debía ser alguna gaza, pero según recuerdo. No había sufrido alguna herida.

Reuní el coraje suficiente para abrir los ojos.

Pero, no estaba donde debería estar, ¿Dónde estaba ahora? ¿Cómo había llegado hasta aquí? Esas fueron las primeras preguntas que rodearon mi mente.

Efectivamente.

Tenía una manta cubriendo mi cuerpo que portaba una bata desechable, la luz que daba a mi rostro provenía de una ventana a mano izquierda y otra más tenue de una lámpara, encima de una mesa de noche a lado derecho.

Me traía recuerdos.

Lo que ahora me intrigaba era, como llegue a parar en una cama de hospital con una herida del lado izquierdo de mi abdomen ¿Qué fue lo que soñé? ¿Algo se reunía con lo que estaba pasando ahora? Mi cabeza comenzó a doler. Quizás, no era buena idea atormentar mi mente con tantas preguntas. Debía haber alguien a quien podría preguntarle.

Por la poca claridad que traspasaba la ventana, supuse era de noche y lo que entraba como "luz" en realidad eran las luces de los edificios adyacentes.

Lo más propició era que volviera a recobrar el sueño. Cuando despertara podría estar en este lugar o en otro. No estaba segura.

Y, eso me asustaba.

A la distancia podía escuchar como alguien susurraba algo. Constantemente, sin reparo alguno hablaba en tono bajo y sin pausas ¿Plegarias?

—Señor, te ruego puedas ayudarle a despertar—. Repetía sin pausa —.Ayúdame a poder ser fuerte y aceptar tu voluntad —. Su desesperación era palpable en su voz. Aquella mujer que rogaba por mi despertar, debía saber de mí. Conocerme y poder explicarme lo que ha ocurrido conmigo.

Su mano tenía entre la suyas la mía. La sostenía con fuerza, esperanza. Así que, solo debía devolverle el apretón de manos. Sabría así de que le escuchaba. De que estaba despierta. Reuní las fuerzas que me dejaba a disposición el sedante que quizás me hayan suministrado a causa de la herida. Le presione la mano. Paro de hablar casi al instante.

— ¿Cariño? ¿Estas despierta?— Preguntaba con curiosidad en su voz. Ahora atine a soltar un sonido de garganta para responder su pregunta —¡Oh! Cariño, gracias a Dios—.Daba besos en el dorso de mi mano.

Finalmente, recurrí a abrir mis ojos. Los cerré tan rápido como los abrí. Demasiada claridad.

—Luz... menos—. Logre decir. Mi voz se escuchaba tosca y reseca. Mi garganta escocia. Aquella mujer se puso de pie para cerrar las cortinas y disminuir de esta manera la luz.

— ¿Esta mejor?— Pregunto en espera de mi accionar. Asentí sin abrir nuevamente los ojos.

Me topé con unos ojos color marrón expectante y aguanoso al hacer contacto con los míos. Su angustia se disipaba de sus ojos al recorrer con su mirada mi rostro. Aquel marrón recobraba un brillo de esperanza.

— Debo notificar al doctor que despertaste—.Dijo sin despegar sus ojos de mi. Asentí. Ni siquiera sabía quién era. Estaba perdida en un hospital, con alguien extraño mirándome con esperanza —.Vuelvo rápido—. Agrego para salir de mi campo de visión.

Quede sola en aquella habitación. La misma de cuando desperté en medio de la noche. No había aparecido en otro lugar. Eso era bueno.

Luego de algunos minutos, la puerta por donde había desaparecido aquella mujer de ojos marrón entro acompañada de un adulto joven, portando una bata de manga larga, por lo que supuse es el doctor que me atiende.

—¿Cómo estás? ¿Sientes algún dolor? ¿Incomodidad, tal vez? —Me bombardeo con demasiadas preguntas, por lo que me quede en silencio algunos segundos.

—Confundida—. Respondo a su primera pregunta, volviendo mi mirada al gran ventanal que poseía aquella habitación.
Oí un suspiro decepcionado, pero no puedo decir de quien de los dos personajes parados a un lado de mi lo exhalo.

—¿Qué es lo último que recuerdas? — Otra interrogante es lanzada por el Doctor.
Le miro, veo en el lateral de su bata blanca una escritura cocida. Su nombre.
Doctor Kang. Ese era su nombre.

— ¿Kang? — Cuestiono. Al mencionarlo, me invade un sentimiento de familiaridad. Algo extraño.

—Si, así es. Doctor Kang—.Responde mi pregunta con una sonrisa acogedora.

Su sonrisa. Me he topado con esa sonrisa. Lo que no se en donde exactamente. Tan pronto como llego la idea de que quizás pueda conocer a aquel Doctor, se fue. Encontrándome con los mismos ojos expectantes con que me tope antes mirándome.

La habitación fue ocupada con un silencio expectante. Ansiedad en el aire se respiraba por esperar mi respuesta a las preguntas con anterioridad.

—Estoy tumbada en la esquina de una habitación...— Comienzo a hablar bajo la atenta mirada de los dos personajes frente a mí—. Luego, despierto aquí— .Vuelvo mi mirada hacia el Doctor Kang—.No recuerdo más nada—

—Entiendo—. Responde en comprensión—¿Sabes como te hiciste esta herida?— Indaga si recuerdo algo más. Provocando que centre mi atención en poder descifrar lo que pasa, pero nada sucede. Niego en silencio a su interrogante.

Tanto como anhelaba recibir respuestas a sus interrogantes el Doctor Kang. Por mi parte me encontraba en un dilema. No sabía siquiera de donde había salido. Ni aun lo que aconteció con mi persona.

Era mi enigma.
















|Sí, es largo. Eso ya lo sé, pero lo prometido es deuda y tarde para actualizar. Procurare no tardar tanto para la próxima.|

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Me despido. Por ahora.

No fue real. Solo un sueño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora