VII

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Viernes, 5:55 p

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Viernes, 5:55 p.m.

Por curiosidad de saber las respuestas a mis incógnitas tome la iniciativa de ponerme ropa decente, pero no tan arreglada. No quería verme bien,al contrario no tenía deseos de salir de casa. Pero la esperanza de poder recibir algún matiz me gobierna.

Al abrir el closet mis ojos se ensancharon: chaquetas, camisas, pantalones finos. ¿Quién fui en mi vida pasada? ¿Maestra, acaso? La definición de formal y aburrida la habían sacado de ese perchero. Tome una camisa blanca con unos vaqueros color negro algo ajustados para lo que estaba acostumbrada. Cubrí mis pies con botines de cuero sin tacón. Lo menos formal que pude entresacar. Agarre mi cabello en una cola de caballo, sin ánimos.

6:00 p.m.

Entró un lindo porsche negro a través de las murallas de hierro que protegían la propiedad. Rodeo la fuente y detuvo la marcha cuando estaba en posición. No podía creer quién era el conductor. Nada menos que el idiota. Despegue mi cuerpo del ventanal. Debía guardar energías para poder enfrentar toda la noche su presencia.

Al bajar, mi madre con cara de sorpresa, pero ojos alegres me reciben en el vestíbulo. No siento emoción por la gran salida al exterior. Todo tendrá sentido cuando obtenga lo que deseo.

Salí y me encontré con la arrogancia hecha persona sentado en el capó del porsche con sonrisa de superioridad y traje de diseñador. Tendría que haberse caído de la cuna cuando pequeño, no tenía dudas.

Quien tenía enfrente no se parecía a la persona que vino a visitar mi casa días atrás con aspecto relajado y jovial. Se presentaba como alguien de negocios y responsabilidad en sus hombros ahora. Era su modo de fastidiarme o es su gemelo, pero olía a menta. Debía ser el mismo.

—Combinamos con los colores—. Comentó al acercarme. Si, el mismo idiota.

—No lo intentaba, pero subo y me cambio —. Correspondi su comentario con desdén. La comisura de sus labios se elevaron suavemente como si supiera que recibiría tal recibimiento.

Me molestaba. Eso lo sabía, su actitud de nada me afecta me irritaba. Su sola presencia lo hacía, aunque sintiera de que debía mantener la cercanía.

Se despidió de mi madre con un movimiento de manos y se dirigió a la puerta del conductor.

—Tanta prisa,¿Eh?— Encendió el motor y se puso en marcha.

—Menos tiempo contigo—. Comencé a formular mi respuesta a la par que insertaba el cinturón en su lugar—Es diferente— .Finalice con el sonido —clic— de aseguramiento.

—No te mataré—. Dijo en broma—.Se conducir este vehículo—. Apretó el acelerador, provocando que subiera la aguja del millero.

Que aumentara la velocidad no me tranquilizaba, aún estaba sensible a las emociones fuertes. Tales como la que estaba provocando ahora. Mi ritmo cardiaco cambio, pero no lo noto. Cuando comencé a respirar forzado. Lo noto.

Preocupación.

Sus ojos tenían miedo, pero no podría saber de que lo tenía porque dudaba en mi cabeza de que la razón fuera yo.

—Tranquila,respira—. Comenzó a salir de la carretera—. Estamos bien, lo lamento— Explicaba en desesperación—. Pensé que sería bueno hacer una broma, pero no, no lo fue—. Decía al borde de lágrimas que contuvo.

No quería mostrarme vulnerable delante de alguien que no fuera mi madre, pero aun no puedo controlarlo.Mi cuerpo aun no me pertenece, sino a los medicamentos que hacían estragos en mi cuerpo.

Me despoje del cinturón y salí, debía comprobar que tenía algo firme que no se movía debajo de mis pies.Mis manos sudaron,por lo que estaban húmedas. En estos momentos no sabía si fue buena idea que saliera con este chico. Me tranquilice y volví dentro.Agradecida que me dejara tranquilizarme a mi manera, sin sus palabras tranquilizadoras que no funcionaban.

—Llegamos—. Fueron sus palabras después de poner en parking el vehículo.No entendi a donde habíamos llegado, porque todo lo que veía eran ruinas en un terreno plano.Quizás, sufría de la vista ahora. 







No fue real. Solo un sueño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora