El verano fue maravilloso. Marta y Sergio pasearon su amor recién estrenado por
Sevilla y por Ayamonte. Ambos notaron también que tanto Javier como Hugo se
alejaron un poco de ellos para darles espacio y privacidad. Si antes de que ella se
marchase a Londres con mucha frecuencia todos hacían planes en grupo, ahora iban a su
aire, lo que hacía más fácil a la pareja disfrutar el uno del otro. A pesar de eso, cuando
estaban juntos eran muy cuidadosos y se comportaban como siempre lo habían hecho,
como simples y buenos amigos. No se les escapaba una caricia, un gesto y ni siquiera
una mirada especial.
Pero luego, cuando estaban a solas, cuando salían para dar largos paseos por la
playa o por la ciudad, era diferente. Entonces no podían despegar las manos el uno del
otro. Caminaban abrazados o simplemente de la mano, y aprovechaban cualquier
momento para besarse. A la primera concha siguió una segunda... y una tercera...
También al verano siguió el otoño y con él llegó el nuevo curso académico. Marta
comenzaría tercero y Sergio se marcharía a Oviedo para estudiar el primer ciclo de la
carrera de marino mercante en la Escuela Superior de la Marina Civil. La carrera de él
implicaba estudiar dos años en Oviedo con un periodo de embarque de tres meses y
luego podría regresar al sur y continuar el segundo ciclo en Cádiz, lo que le permitiría
volver a casa cada fin de semana. Después llegaría la época de los largos periodos de
embarque, pero ellos no querían pensar en eso, se sentían demasiado felices con su
relación recién estrenada. De momento la separación sería por pocos meses y a un salto
de avión.
La noche antes de la partida Marta iba a quedarse a dormir en Espartinas. Ella y
Sergio cenaron en un restaurante del pueblo, pero apenas pudieron probar bocado. La
inminente separación les quitaba el apetito y llenaba sus ojos de nostalgia por aquel
verano maravilloso que había llegado a su fin. Se apresuraron con la cena, ambos
estaban impacientes por salir del restaurante y perderse con el coche por algún rincón
oscuro y besarse hasta que se quedaran sin aliento.
El coche de Marta había sido un regalo de sus padres aquel verano, y tenerlo les daba una libertad de movimientos y una independencia que su relación agradecía.
Encontraron una zona apartada lejos de miradas indiscretas y aparcaron. Nada más
hacerlo ambos supieron que habría una concha más para añadir a la pulsera. Marta se
quitó inmediatamente el cinturón y se volvió hacia Sergio para besarle, lo que le resultó
realmente incómodo.
-Mejor nos vamos al asiento trasero -propuso él.
Allí, sin el estorbo del volante ni la palanca de cambios, pudieron abrazarse, y
besarse con comodidad.
-Te voy a echar mucho de menos... -dijo Sergio entre beso y beso-. Este verano
ha sido genial.
-Yo también a ti. El tiempo se me ha hecho tan corto estos meses y serán tan largos
los que están por venir...
-Lo sé, también a mí.
-Pero cuando te pueda la nostalgia piensa que estás cumpliendo tu sueño.
-Uno de ellos. Mi mayor sueño se ha cumplido este verano.
-¿Y el mar? -preguntó ella con una sonrisa.
-El mar está ahí y siempre podré disfrutarlo, sea o no marino. Pero tú podrías
haberte enamorado de otro y eso sí que sería realmente duro.
-A mí me pasaría igual. No podría soportar verte con otra.
-No hay peligro, preciosa... nunca ha habido nadie más que tú.
-Calla y no desperdiciemos hablando la última noche que tenemos antes de que te
vayas -dijo besándole otra vez.
A los besos siguieron las caricias, que poco a poco se fueron haciendo más audaces
de lo habitual. Las manos se deslizaron bajo la ropa buscando piel y carne desnuda,
tocando y acariciando mientras sus bocas se buscaban una y otra vez, insaciables.
Sergio llevaba un preservativo en el bolsillo, solo por si acaso, pero estaba firmemente
decidido a no usarlo. Su primera vez, la de los dos, merecía algo más que el asiento
trasero de un coche. No obstante, los besos y las caricias leves por encima de la ropa
no les bastaban, no aquella noche. Aquella noche necesitaban algo a lo que aferrarse en
los días que estaban por llegar y en los que se echarían de menos.
La mano de él se deslizó bajo la falda y ascendió por el muslo, despacio, y Marta
contuvo la respiración. Se echó hacia atrás para permitirle el acceso y poco después sintió los dedos largos y cálidos deslizarse dentro de las bragas, tocando su piel
desnuda. Algo torpes al principio, más audaces después, acariciando hasta llevarla al
orgasmo. El primero con él.
Luego fue ella quien abrió la cremallera de su pantalón vaquero y deslizó la mano
alrededor del pene, ya casi a punto de estallar, para calmar la excitación provocada por
las caricias que llevaban toda la noche prodigándose.
Después se miraron a los ojos llenos de amor, y se abrazaron una vez más con las
miradas brillantes por el deseo satisfecho solo a medias.
Regresaron a casa de madrugada; Marta dormiría en Espartinas para acompañarle al
día siguiente al aeropuerto, y en su pulsera colgaba una nueva concha blanca, pulida y
perfecta. Mientras la veía entrar en el dormitorio que compartía con Miriam desde que
eran pequeñas, Sergio se dijo una vez más que era un hombre muy afortunado por
tenerla. Después se metió en su habitación y trató de dormir un poco antes de la partida.
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Más que amigos
Teen Fictionla segunda parte del Libro ¿Solo amigos? de Ana Álvarez. Han pasado dieciséis años desde el epílogo de ¿Solo amigos? Los pequeños han crecido, Fran logró la pequeña que ansiaba y tal y como se preveía los 3 chicos Figueroa terminan enamorándose de l...